El espejo
Cristóbal no podía
dejar de pensar en ella: la veía en cualquier lugar, en cualquier
objeto que estuviese a su alrededor, en cada persona que pasaba.
Llevaba mucho tiempo esperando el amor de Elena en silencio,
pareciera que ella no se percataba de su existencia.
Llegó un día que,
por casualidad, o el destino (o como le quieran llamar), Elena y
Cristóbal compartían una tarde cada viernes, en el mismo lugar: un
taller de escritura. Sí, ambos preferían plasmar sus sentimientos
en papel, en lugar de expresarlos en palabras y dirigirse al problema
o la persona responsable del infinito mar de emociones en el que se
veían sumergidos.
Tenían sus propios
problemas: Cristóbal en su lucha interior por reprimir su amor por
ella; Elena odiando su vida, pasando por una de tantas crisis
existenciales que le hacía maldecir el día en que vino al mundo, y
eso Cristóbal lo sabía. Todas sus preocupaciones y perturbadores
sentimientos se esfumaban al llegar la tarde cada viernes, día en
que dejan salir sus angustias, temores y tristezas.
Pero
este no es un viernes cualquiera…
-Hoy tenemos una
actividad muy interesante, se llama ‘qué pasaría si yo fuera…’,
claramente justificarán su respuesta. - propuso la encargada del
taller.
Cristóbal no dudó
ni un segundo en pensar qué le gustaría ser. Elena, por otra parte,
aún con algo de tristeza invadiendo sus pensamientos, no se hallaba
segura entre varias opciones que venían a su cabeza.
‘Si fuera una
lágrima, seguramente después de rodar por la mejilla de alguien y
caer, me evapore, suba al cielo y vuelva a caer a la tierra en forma
de lluvia; así sería libre, no pertenecería al sentimiento con el
que haya salido al mundo. Sería uno con la naturaleza y haría parte
de uno de los ciclos fundamentales de la vida, porque eso quiero ser,
algo que siento me falta: vida.’ - plasmó finalmente en el papel.
Al terminar todos de
escribir, la encargada del taller los pegaría en las paredes
alrededor del gran salón, y como si de una galería de arte de
tratase, todos podían leer y apreciar lo que cada uno de sus
compañeros había escrito. Cristóbal moría de nervios e impaciente
trataba de esperar a que Elena leyera su pequeña dedicatoria. Trató
de distraerse un poco, pero no lo logró hasta encontrarse con lo que
había escrito la dueña de sus sentimientos. Como si estuvieran
sincronizados, Elena se encontró leyendo las palabras sinceras de
Cristóbal: ‘Si fuera un espejo, cada vez que te miraras no sólo
apreciarías tu reflejo, verías lo mejor de ti, tus pensamientos más
bellos y puros, tus mejores momentos, tus sueños e incluso las
personas que más quieres. Me gustaría ser ese espejo para que sepas
cuán valiosa eres, para que, cuando pienses que no llegarás a ser
alguien, veas todo lo que has logrado hasta el momento y así, tengas
fuerzas para continuar. No me importa que tan grande o pequeño sea,
sólo deseo serte útil para que descubras lo que llevas dentro,
Elena.’
Y así fue como sus
miradas se cruzaron atravesando el salón, por un momento fue como si
solo existieran los dos, nadie más. Elena curvaba una dulce sonrisa
y Cristóbal, en ese momento se sentía estallar de felicidad
mientras pensaba: “Vida, eso es lo que eres… mi vida.”
Maurila
Muy interesante y inesperado final. :)
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ResponderEliminarMuy lindo, me sentí en un suspenso romantrom.
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