Deseo
Te fuiste Hugo, como
era habitual. No había motivo alguno para afligirse pues el
reencuentro siempre llegaba con el tiempo. Sin embargo, en aquella
ocasión no fue así: tú regresaste, pero en el camino se perdieron
tus recuerdos y con esto una parte de ti y de mí, de nosotros, de
todos los momentos que compartimos en nuestras vidas.
No volví a saber
nada de ti, yo continuaba con mi vida. Era una bella tarde,
disfrutaba de una caminata y del canto de las aves que me hacía
sonreír, pero te vi pasar a lo lejos y de inmediato dejé de oír la
dulzura de sus cantos, el ruido de las bocinas de los autos se hizo
tan presente como el sonido de la sirena de una ambulancia.
Al verte todo se
detuvo a mi alrededor, menos tú. Mis ojos seguían los movimientos
de tu cuerpo que se alejaba más y más de mi vista hasta que
desapareciste de nuevo en medio de la multitud. Un torbellino de
recuerdos se apoderó de mí por unos minutos, pero volví a la
realidad. Mis manos sudaron frío, sentí un enorme deseo de estar
sola.
Caminé con rapidez
para llegar a casa. Al entrar, me dirigí rápidamente al gabinete
para tomar mi diario, necesitaba sacar la lluvia de recuerdos que
pasaban por mi mente y escribir era una buena manera de hacerlo. Tomé
un lapicero, inesperadamente cayó al suelo. El sonido de su golpe me
hizo despertar de aquel afán que llevaba.
― ¡Cálmate
Caroline! ¡Respira!
Respiré, me calmé
un poco, logré desahogarme a través de las líneas que iba
escribiendo acerca de los momentos en que tú y yo disfrutamos
juntos. Al llegar la noche y estando ya lista para dejar descansar mi
cuerpo, justo antes de cerrar mis ojos, susurré:
―Como desearía
aparecer en tus sueños, Hugo.
Mis parpados
cayeron. Me dejé arrastrar a lo más profundo de la muerte nocturna.
Todo estaba oscuro, la confusión me invadía, sentía un extraño
desasosiego en mi interior, no encontraba un rumbo. Dar un paso era
un gran riesgo, aunque fuera el más corto, creía que un gran
precipicio aguardaba por mí. Pero decidí no dejarme vencer por el
miedo. Me llené de valor. Una ráfaga de energía recorrió cada
parte de mi cuerpo y corrí, corrí velozmente, como jamás lo
hubiera pensado.
No encuentro las
palabras para decir lo que aconteció después de correr. Solo sé
que después de ese momento aparecí al lado tuyo. Estaba recostada
sobre la cama observándote fijamente.
Deseaba dejar algún
rastro de mí. Susurré mi nombre con extrema suavidad, luego me
levanté quedando de pie frente a tu cama y volví a decirlo, pero en
ese momento fue en voz alta. Antes de irme, estando afuera de tu
habitación y mirándote a través de la ventana grité con gran
fuerza:
― ¡Hugo,
recuérdame!
El sonido provocó
instantáneamente que explotara en mil pedazos la ventana, trozos de
vidrio cayeron con tal fuerza al suelo que despertaste de inmediato,
tu corazón latía velozmente, por un instante quedaste sin aliento,
te faltaba el aire y algo más, el desconcierto te invadía, un nudo
en la garganta no dejaba que pronunciaras palabra alguna pero como
salido de la nada, dijiste:
―Caroline,
Caroline.
Aún no eras
consciente de lo que pasaba, te encontrabas en aquel extraño lapso
en el cual la mente está entre el sueño y la realidad. Para salir
de este caminaste hasta llegar a la ventana y recibiste el agradable
aire fresco de la madrugada. Pasados unos minutos mencionaste:
―Huele a ti, me
acuerdo de ti.
O. WEN
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ResponderEliminarExcelente interpretación de toda la escena.. Toda una obra.!
ResponderEliminarDeleitosa escritura. Owen
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