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Tercer Concurso de Cuento Corto: Hurto




Hurto

Íbamos caminando por el andén, rodeando el parque, Laura iba con su chaqueta azul de todas las noches y yo caminaba con mis brazos dentro de los bolsillos de la falda del uniforme del colegio. Entonces llegó aquel desconocido que Laura reconoció como el “flaco” (con los años supe que se llamaba “Juan”). Iba caminando con su bicicleta urbana al lado, y le dió un abrazo parsimonioso. Empezaron a hablar con naturalidad, parecían amigos de años. Seguimos recorriendo el barrio, pasamos por la cuadra de los apartamentos de Coopdiasam y entonces Laura hizo la única pregunta que durante años jamás le había hecho a su amigo:

-¿Y en qué andas trabajando?

Juan, llevando la mano a su boca, como cubriéndose de un estornudo afirmó:

-“Hurto”

-¿Hurtar?

-Si…robar.

-Ah…

Seguimos caminando en silencio hasta mi casa. Cuando volteé a mirar, Laura y el tal Juan se habían ido. Me parece increíble la forma en la que lo dijo, sonaba como una profesión: “Yo hurtador”, tal vez sí lo sea y estudien para serlo, vaya verbo, pensé.

Con el tiempo, la imagen de aquel chico (o joven adulto), se posaba sobre mi cabeza, pero también se volvió parte de mi realidad. Cada viernes en la noche Juan llegaba en su bicicleta a visitar a Laura... y a mí. Conmigo no hablaba, claro, yo solo era un ente, una niña de doce años con su única amiga del barrio de dieciséis años cuyas amistades ejercían profesiones aparentemente lejanas a personas de un barrio como ese.

El punto es que había empezado a tenerle una especie de cariño a Juan… era muy noble, y si un hombre así me hubiera robado en la calle, hasta segura me hubiera sentido. A Laura le daba obsequios todo el tiempo: camisetas con graffitis, dibujos, esculturas…. solo cosas que él hacía a mano. Además, empezó a ser muy amable conmigo, y yo ya no era solo un fantasma ahí. Pero al igual que el agua desvaneciendose por las rejillas del lavaplatos, dejé de ver a Juan en la realidad, no regresó. Laura intentó ubicarlo pero solo supimos que se había metido en un lío grande, y que había huido.

Para mí la idea de que fuera un profesional en hurto me parecía muy lejana comparada con aquellos viernes, Juan era simplemente alguien que se sentaba con su bici al lado a parchar con todos. Laura se graduó y empezó a andar con otras gentes y yo me metí a hacer deportes en las noches, todo se desintegró.

Con los años, cambié de casa, amigos, colegio...muchas veces. Un domingo quedé de verme con una amiga para ir a comer helado, estaba pasando la calle, y cuando me subía al andén lo vi, era Juan, joven, flaco, con su bici de siempre, le grité: Juan!!! Me miró con una mezcla de sorpresa y miedo, parecía que dudaba en contestar mi llamado pero al final llegó hacía a mí y en tono muy bajo me explicó que aún estaba en problemas, que lo habían culpado por algo que no había hecho y que solo estaba despidiéndose de su familia. Sus ojos se detuvieron en una esquina donde permanecían unos tipos con camisetas anchas como él, me dijo: adiós.

Creí que había muerto, o que estaría en la cárcel, hoy, diez años después, me siento en mi computador y abro Facebook, veo una foto que publica Laura Mora y llega una ráfaga de recuerdos, mi cabello corto, mi uniforme, las salidas al barrio, viene el rostro de Juan a mi mente, y doy clic en buscar: “Juan Ramírez” y ahí está, el flaquito con ojos negros y suspicaces, no solo tiene Facebook, sino también esposa, y la esposa tiene un padre que se viste como El Padrino…ah…

Maga.

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