LA
ROSA CON ESPINAS
“Cuando
hay oscuridad, soledad y frío. Ante tanto sufrimiento, desconsuelo y
tristeza. Al final del camino encuentras la luz”
Al momento de cruzar
esa puerta quería conocer los secretos que empañaba aquel momento y
que encubría aquella casa vieja. Me fui con unos harapos, desaliñada
porque no tuve tiempo de acicalarme con esmero, y solo tenía un
propósito: crear algún espacio para conocer aquella verdad. Jamás
pensé que al cruzar esa puerta; mi corazón dejaría de latir y mi
cabeza dejaría de pensar; mi cuerpo se enmudeció, me sentí ligera
como sin alma, con frío y sin vida. De un momento a otro pensé:
¿Qué hago aquí?, así mismo me preguntaron pero no hallaba
respuesta alguna. Solo sentía que vivía uno de los episodios más
tristes de mi existencia. Ni qué decir del flaco que me miraba con
cara de enfadado y de desprecio, sin derecho me culpó de los pocos
estragos que estaba causándoles con mi presencia. ¿En qué momento
pasé de ser la compañía perfecta a una presencial molestia? en
este momento después de unos meses, me siento a reflexionar y me
pregunto porque no callé, pero quizás mi amor por mí misma en ese
momento me jugó una mala pasada, presentí que lo que iba a
descubrir se convertiría en un gran tormento. Tal vez no debí
entrar, mejor era callar y dejar todo como estaba. Muchas veces pensé
en dejar todo y huir pero no tenía ni un centavo para darme ese
lujo, tampoco podía agendar una cita con un psicólogo para que me
tratara ese pequeño trauma de amor, ni menos poseía el valor para
aventurarme a un idilio de una noche para sentirme al menos amada.
Quizás Dios no me dio muchos talentos, solo me dio un buen corazón:
corazón que todavía sigue en coma. ¡No sé, a dónde están los
ángeles divinos cuando se les necesita! ¡No sé, dónde está la
misericordia de los seres humanos! Me siento a pensar, y no sé
porque estoy aquí, no hallo explicación en lo más mínimo.
Las personas al
menos el, supera todo como si no hubiese pasado nada. ¡Claro está!,
tiene en quien consolarse, quien lo abrace pero yo no. Yo no puedo ir
rotando en brazos y brazos como si fuese una necesitada de amor, el
viento me abraza, el sol me calienta y el frío de vez en cuando me
llama. A veces siento desfallecer, y no sé qué hacer. Tantos
abrigos, y no quiero ninguno. Así comienza la triste historia de la
joven Marjés.
Marjés
se encontraba en el gran dilema de su vida: “amar compartiendo el
querer de él o simplemente morir llanamente sin su amor”. Marjés
no hallaba razón, pero la razón en el amor no se encuentra. El amor
anda como borracho deambulando en la noche y en el día, queriendo
ser rescatado muchas veces, pero ella se preguntaba una y otra vez:
¿que debía a ser? Firme en sus convicciones y en su autoestima
prefirió resguardarse del frío, del sol que le recordaba todos los
veranos junto a él vividos. Entonces no tuvo más que el simple
hecho para su cura; refugiarse en su familia, en Dios, y en unos
cuantos libros que le hacían llover pensamientos de recelo y de una
tranquila efímera. A pesar de su insaciable sed de venganza lo que
hizo fue rezar para que le fuera bien, y para que sus ríos de dolor
y de tristeza dejaran de correr, dejaran de cesar. Mirándose a sí
misma, queriendo convertirse en una deidad, escribió
una nota y la dejó en la puerta de Iscariote, diciendo: “tu amor
fue una rosa con espinas”.
MARJÉS
Comentarios
Publicar un comentario
Tus comentarios enriquecen nuestra Biblioteca ¡Gracias por Visitarnos!