El crimen de la babilla. A nadie se le pasó por la cabeza en la cena de aquel veinticuatro de diciembre los acontecimientos que se avecinaban unas pocas horas después a tan solo unos metros de la lujosa casa. Salvo a mí, que desde que esa mañana, cuando me despertó Juanito haciéndome cosquillas en mis pies finos, lisos, sedosos como una manta, y abrí mi par de agujeros negros que después de una ducha de espuma en la tina, adorno con lentes y se transforman en un mar de agua salada que ahoga a más de uno, perfectos; me desbordó una zozobra de repente. Vivo en un barrio en el que solo vive gente de bien, de los que nos mandamos más caché en este moridero que se llama Cali. Ciudad Jardín, el barrio que vio mi transformación de princesita de papi a lo que soy: diva, modelo, estudiante de comunicación de una prestigiosa universidad, que obviamente que no es univalle, gas con ese montón de parásitos que joden el trafico cada que quieren vacaciones, taponan la trece, la ci...