LEJOS
DE MÍ
Como
psiquiatra he conocido muchas personas que por su fuerza de voluntad
han logrado salir de sus crisis. Por mi consultorio han pasado
personas que enfrentando sus problemas nunca tuvieron el apoyo de
nadie, ni de sus familias ni de sus parejas, y aún así sobrepasaron
todos los obstáculos para recuperar su vida. Con todos mis años de
experiencia puedo decir que los medicamentos psiquiátricos y la
psicoterapia son de gran apoyo para sobrellevar los padecimientos,
pero sólo el tiempo y la voluntad ayudan a reconciliar el alma.
Este
no fue el caso de Samuel, un escritor fascinado con el drama
psicológico y el suspenso que por muchos años vivió en Lima pero
que nunca vio publicada ninguna de sus obras. Leí el caso de Samuel
hace poco cuando me llegó un correo de un colega médico de la
Universidad de Lima; no tenía nada más que el nombre del remitente.
Me dediqué varias horas a leer con atención el caso de Samuel; en
la web no encontré información relevante sobre él. Muy intranquilo
le escribí de vuelta al colega en Lima sobre este correo, le
pregunté si aquel caso era verídico y si necesitaba de mi ayuda. A
los dos días recibí la respuesta del colega pidiéndome que nos
encontráramos en el LVIII Congreso Colombiano de Psiquiatría en
Cartagena para hablar del caso referente.
El
2 de noviembre comenzó el Congreso. Admiraba la arrebolada del
atardecer caribeño cuando el colega apareció detrás de mí y me
sorprendió con un abrazo. Era un hombre de unos 28 años, cabello
oscuro, ojos ámbar, piel morena, llevaba guayabera con un maletín
anticuado. Se parecía mucho a mí. Nos sentamos a tomar un café.
Nos quedamos en silencio por un minuto, cuando me dijo: «¿debe
tener muchas preguntas doctor Lumesa? Me llamo Thiago como sabrá.
Discúlpeme si lo inquieté con el abrazo, me da mucho gusto verlo».
También me contó que supo reconocerme porque, según él, le
recuerdo a su padre.
Samuel
era el padre de Thiago. Me contó que su padre era un hombre muy
creativo y altruista, que amaba a su familia y que su esposa sufrió
mucho cuando desapareció. Samuel no tuvo una infancia fácil. Su
familia venía del campo y sus padres sólo pudieron darle educación
superior a su hermano mayor. En 1972, durante el régimen militar,
Samuel, de 5 años, vio asesinado a su hermano. Este suceso marcó su
vida, pues a los 25 años fue diagnosticado con TID o desorden de
personalidad múltiple. Su esposa y su hijo recién nacido fueron su
apoyo, también tomó diversos medicamentos, pero desde aquella tarde
de 1992 nunca más lo volvieron a ver.
«Doctor
Lumesa, me acompañaría a dar un paseo, tengo algo que mostrarle».
Acepté y caminamos por la playa durante unos minutos. «Ya entiendo
porque le gusta Cartagena doctor. La ciudad tiene un aire a Lima».
Después sacó un periódico gastado de su maletín que llevaba un
aviso de desaparición con una foto mía. Le pregunté qué
significaba. Con lágrimas me respondió que yo era su padre. Me
negué profundamente a creerlo pues jamás había tenido hijos y
desde que murieron mis padres siempre había vivido solo. Me irrité
y decidí irme, cuando me preguntó: «¿en qué año fue su primera
consulta? ¿En el 92, verdad? Sus padres nunca murieron, lo han, lo
hemos buscado durante 28 años, mi madre y yo sabíamos que seguía
vivo». Se acercó a mí, y con su índice señalando a mi pecho
continuó: «Doctor, allí dentro aún vive mi padre. Él pasó por
muy malos momentos cuando sus escritos no se publicaron. Iba todas
las tardes a su despacho pero las palabras no le surgían y volvía
cargado en depresión a los hombros de mi madre. Por favor, si no me
cree mire esta fotografía». Plaza San Martín, Lima, año 1992: una
dama con un bebé en brazos y a su costado: yo.
Cuando
desperté luego de mi pérdida de conocimiento no sabía dónde
estaba. Vi en un reloj las dieciséis horas. Tenía las manos sobre
el teclado de una antigua máquina de escribir con una hoja, en ella
un escrito, su título: lejos de mí.
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