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Cuarto concurso de cuento corto: ¿Te quedarías conmigo?




¿Te quedarías conmigo?

Las gotas resbalaban por mi cabeza y se mezclaban en mi cabello. Cuando bajé la mirada el color escarlata inundaba el piso de la ducha, dejándome ver escenas inéditas de lo sucedido hace apenas unos segundos.

Sabía que era preferible soltar el martillo, pero mi mente no me dió tiempo de trazar mis acciones con más detalles. Simplemente escuchaba aquella voz que me gritaba que me detuviese, pero mi cuerpo se negaba a ceder ante tales palabras tan hipócritas que, en cierto modo, me hacían azotar con más fuerza su cabeza hasta ver el líquido inundando cada rincón del cuarto.

Hubiese tenido un final feliz, pero la enfermera que se levantaba cada día a atenderme tenía encantos que no sólo me embrujaban a mí, sino a todo el que la conocía. Su voz aterciopelada resonaba en mis oídos, embriagándome por completo, mientras que sus ojos -idénticos a una cianita- me mostraban un paisaje lleno de maravillas que sé, jamás voy a ver.

Pero ella no podía ser de nadie más. Si no era mía, no sería de nadie.

Aquellas curvas delicadas resaltan en mi mente y después se teñían de sangre. La sola idea de que pude haber hecho cualquier otra cosa, de que la querida Anna pudo haber vivido un poco más, se desvaneció cuando mi mente solo ideó palabras de apoyo ante la situación, dejando un vorágine de emociones que hasta el momento, no supe controlar más que con un martillo y una fuerza descomunal.

"Podría haber vivido, pero ella mencionó a tu madre"


Este cuerpo y mente le pertenecían a la mujer que me parió. Aquella mujer que solo me repetía "Si no puedes tenerlo, hazlo tuyo de una vez"

Suena contradictorio, pero esas palabras empiezan a tener sentido una vez que sientes que algo debe ser tuyo sin importar qué. Sin embargo, pienso que todo hubiese sido diferente si mi madre me hubiese dicho "Si no puedes tenerlo, no es para ti". Los niños crecen con las enseñanzas de sus padres y son ellos los que marcan nuestra vida de forma permanente. Entonces ¿es culpa de mi madre que Anna esté muerta? Tal vez sí, tal vez no. Ni siquiera encuentro el sentido de la vida misma encerrado en estas cuatro paredes donde lo único que escucho es la voz de mi madre sublevar ante cada cosa.

Por esa razón el conejo del gordo Alexander que se sentaba junto a mí en primaria jamás volvió a ver la luz del sol, o al menos jamás salió del hueco que cabe en el patio de mi antiguo hogar. Incluso me atrevo a decir que, por esa razón, mi hermana jamás llegó al baile con el rubio de Collin Tanner.

Pero como decía mi madre: "Si no puedes tenerlo, hazlo tuyo de una vez"


Hago uso una vez más de la poca cordura que me queda y observo con ahínco lo que alguna vez, fue un hermoso rostro el cual me atrevo a comparar con la misma afrodita. Su amabilidad tocó mi corazón, ella era sencilla y directa, sin llegar a decir mucho para expresarse.

¿Soy el malo aquí? vamos, piensa detenidamente la situación. No me compares con esos asesinos que solo desean satisfacer su ego con muertes innecesarias que los llevará al Armagedón, con indefensas almas rodeando sus oscuros pensamientos.

Si alguien me hubiese dicho que la policía me encontraría después de mi decena de deseos cumplidos, le escupiría y le hablaría improperios. ¡Ja! ay de ellos que lograron ubicarme en el plano de la existencia, diciendo que lo que hacía

estaba "mal". Si tú vas y le dices a un cristiano que lo que hace está mal ¿no estás arremetiendo en su contra y discriminando sus enseñanzas?

Por eso la querida Anna, jamás se irá de mi lado. Estará conmigo, junto a los demás cadáveres de aquellos seres que amo. Todos ellos me pertenecen.

Jamás se alejarán de mi lado.

"¿Verdad madre?" me giré para ver aquel cuerpo cubierto de carmesí, cuyos cabellos dorados eran lo más característico en su ser. Sus ojos habían perdido su brillo, pero no importa. No importa porque siempre estará conmigo.

Y dime, ¿Tú también quieres quedarte conmigo?

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