ESENCIAS
La
vi caminar. Y de la nada se instaló toda la vida alrededor, como
fragmentos de un cuadro volviéndose a unir. Estaba, de un momento a
otro, en mi universidad. Aquella chica iba delante. Me di cuenta que
también se dirigía al ascensor. Esto ya presupuestaba una increíble
y cautivadora casualidad.
Era
hermosa. Rubia. De piel muy clara, delgada y por lo que podía
deducir vestía de forma cara y ostentosa. Su rostro, aunque al
comienzo no me fue posible verlo, tenía la certeza de que era
hermoso, seguramente de líneas delgadas y ojos achinados; una boca
seductora, como de esas que andan cazando cuerpos. Sabía que era
preciosa por el mero hecho de saberlo, como casi siempre sucede en
estas premonitorias meditaciones del espíritu.
Pero
lo que me obligó a fijarme en ella fue su esencia. Su aroma. Aunque
no su aroma terrenal y por lo mismo efímero, sino uno que la
diferenciaba del resto. La hacia única, y que en mi opinión una
fragancia así debe ser, cuanto menos, eterna. Cuando llegamos al
tercer piso ella salió primero. Mi talón tocó el suelo afuera del
ascensor y un sonido agudo muy fuerte, y no propio de este me
estremeció. Parecía venir de todas partes o al menos eso percibía
yo.
Desperté.
La
alarma retumbaba en mi cabeza como si me hubiera ido de fiesta la
noche anterior. Quedé algo inquieto con el sueño. A pesar de eso,
finalmente fue trasladado a los archivos de mi memoria, mi mente ya
necesitaba ocuparse de cosas más importantes
Sin
embargo, al llegar a la universidad recordé, como si fuera el
destino mismo quien me lo mostrara, el sueño que había tenido. Para
mí sorpresa volví a sentir esa esencia que logré contener unos
segundos la noche anterior. La reconocí por el sentimiento de
bienestar que me inundó. Aun cuando los sueños muchas veces, y veo
pertinente aclarar esto, siendo propios del alma se dejan seducir por
la lujuria y las reacciones lógicas del cuerpo, de esas que nada
tienen que ver con el espíritu. Pues bien, volviendo a mi realidad
ahora todo resultaba igual que en el sueño. Pero esta vez, y está
aquí la diferencia, la muchacha que tenía delante de mí no era
rubia, ni tenía la delgadez propia de una modelo con principios de
desnutrición. La que tenía entonces frente a mí era una chica baja
de estatura. Con la piel de un color chocolate que no sabía que me
gustaba hasta aquel día, cabello totalmente negro y que no vestía
de forma jactanciosa. Tenía una presencia grata. ¡Era hermosa!
Lo
dude un segundo. Lo acepto. No obstante, entendí después. Entendí
que era la esencia lo que importaba en aquella chica.
Entendí,
por eso, que la esencia del alma confundirá solo a aquellos que no
sepan mirar más allá de sus pupilas.
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