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Cuarto concurso de cuento corto: X-pentilio 3




X-pentilio 3
Los compases del reloj no dejan de sonar estruendosamente en lo más profundo de mis oídos. Oigo caer un alfiler al fondo del cuarto en el que me encuentro. La lluvia se aproxima, lo sé porque puedo escuchar las nubes formándose para dejar caer con toda su furia el agua que aliviará esta insoportable canícula. Mientras espero que llegue la lluvia, me asomo al porche de casa. Los rayos del sol queman mi piel. Veo pústulas en mis brazos. Toco una de ellas y explota, cubriendo mi cara de una sustancia sanguinolenta y viscosa, de un olor vomitivo. Mis ojos están cubiertos por una fina capa negra que no me permite divisar las cosas con claridad, intento quitármela pero siento un ardor en ambos ojos. Voy al espejo febrilmente. No puedo ver mis párpados. Mis ojos sobresalen de sus cuencas, cubiertos de sangre y una materia amarilla y espesa. Tengo mucho escozor por todo mi cuerpo. Mi espalda, piernas, brazos, cabeza, hombros, pies, dedos, codos y orejas, no dejan de picarme. Desesperadamente agarro un cepillo con dientes de alambre y empiezo a frotarlo por cada una de estas partes. Brota sangre muy espesa de cada parte de mi cuerpo. Veo trozos de piel, pequeños pedazos de carne caer al suelo, no puedo dejar de rascarme, ¡No puedo!

Tocan la puerta. Me escondo rápidamente para que no me vean a través de la ventana. No suelto el cepillo ni un segundo, y continuo cepillando violentamente mi cuerpo. El piso está cubierto de sangre. Al ver que nadie atiende a la puerta, una sombra parte del porche de casa. Cierro las cortinas y me sumo en las penumbras, aunque puedo ver a la perfección. Un olor muy fuerte viene desde mi cuarto, así que me dirijo hacia allá. Una criatura plateada, en cuatro patas, sale corriendo de mi cuarto y va directo hacia el patio. Corro lo más rápido que puedo pero mis rodillas se quiebran como dos astillas. Intento ponerlas en su lugar, pero es imposible, están totalmente destruidas. Arranco la rótula de ambas rodillas y me deslizo a través del piso hacia el patio. La criatura yace muerta al pie de la escalera que conducía al segundo piso. Un olor muy fuerte y apestoso emana de aquella criatura. No tiene ojos, ni boca, ni orejas. Sólo una gran nariz y un pequeño agujero detrás de su cabeza. Sus extremidades son alargadas y peludas, y posee uñas muy largas color marrón. Su cabeza es alargada, como un zeppelin. Estoy aterrorizado. Con una pica, empiezo a golpear a la criatura. Salpica en mis manos y rostro, un líquido azul-verdoso, que huele muy mal. 

Empiezo a sentirme muy débil. La amenaza de lluvia se disipó, si es que en realidad en algún momento hubo alguna. Veo mi sombra y tiene un aspecto sórdido. Mi respiración es irregular, con estertores. Mi boca está muy seca. Veo pequeños objetos blancos en el suelo, de los cuales se desprenden una raíz larga y roja. He perdido todos mis dientes. Estoy sediento. Bebo un poco de agua y caigo inconsciente.

Despierto 1 o 2 horas después. No me puedo levantar. Estoy en una camilla atado de mis brazos y mi cabeza. Sólo puedo ver dos cuerpos exánimes. Intento zafarme bruscamente pero no lo logro. Uno de los cuerpos se mueve. El otro sigue después. Ahora son ambos los que intentan romper sus amarras, pero tampoco lo logran. Uno de ellos me ve. No puedo apartar la vista de él ni él de mí. Soy yo. Él es yo. Yo soy él. El otro cuerpo se mueve de manera descontrolada y súbitamente se detiene. Ahora él también me mira. Una sensación de somnolencia me invade. No puedo mantenerme despierto.

Al despertar, llevo mis manos a los ojos. Me doy cuenta que ha sido una pesadilla, una muy vívida pesadilla. Mi cuerpo es el de siempre. Tengo mucha hambre. Voy a la cocina y preparo algo de comer. De repente, mis oídos pitan agudamente. Puedo escuchar los compases del reloj. Oigo caer un alfiler al fondo de mi cuarto. La lluvia se aproxima, lo sé porque puedo escuchar las nubes formándose.

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