La ciencia en el amor
Estaba
yo ahí, sentada en mi pupitre, de repente sentí una conexión inmensa casi
increíble con un chico que entró al aula, era como una carga en el ambiente, yo
era el protón y él un hermoso electrón, la atracción por mi parte fluía como un
impulso incapaz de controlar, sin embargo, tenía que hacerme la difícil aunque
sintiera que me derretía, pues tenía unos hermosos ojos color marrón oscuro, su
cabello ligeramente despeinado hacia la izquierda y una sonrisa radiante que
deslumbraba incluso a kilómetros de distancia.
¡Rayos!
Me había quedado detallándolo por mucho tiempo, se dió cuenta que ví algo en él
que me llamó la atención, me puse nerviosa y volteé la mirada.
Ya
era hora del recreo, me desplacé a la cafetería y estaba él sentado en la
última mesa, sin compañía, quería tomar la iniciativa por primera vez en mi
vida así que decidí acercarme, estaba a unos cuantos pasos y una chica me ganó,
se sentó a su lado y empezaron a hablar, puse en marcha el plan de la
difracción pues la nena era mi obstáculo.
Me
dirigí a la biblioteca y seleccioné un libro de física para una tarea, me
ubiqué en una de las cabinas personales y me puse los audífonos, de pronto
alguien ingresa y vaya sorpresa, era aquel chico, tanta fue mi suerte que de 50
cabinas eligió la mía, observé de reojo y retiré los auriculares, por primera
vez escuché el sonido de su melodiosa voz, disculpándose por haberme interrumpido,
así que le dije que no había problema, que se sentara a un lado. Me preguntó el
nombre, la edad, canción favorita, color favorito y comida preferida, típicas
preguntas para conocer por bordes a una persona, y ahí estaba yo, contestando
cada una de ellas, actuando de la manera más seria posible e intentando activar
mi electronegatividad. Al sonar la campana debíamos retornar al salón y en eso,
me propuso salir a tomar un café, esperé un poco al responder para no sonar muy
desesperada mientras sentía las altas frecuencias en que latía mi corazón, dije
que sí.
llegó
el esperado día y aún me resulta inolvidable su atuendo, su perfume, su manera
de hacerme sentir cómoda mientras me envolvía con su campo magnético. En ese
instante pude presenciar la flotabilidad en su máximo esplendor. Dialogamos
desde un “¿cómo estás?” hasta un “¿crees que existen las sirenas?”, era muy
espontáneo y puedo decir que fue una de las mejores conversaciones que he
tenido, pues los temas nos surgían como la intensidad de la corriente
eléctrica, poseíamos un fuerte magnetismo. Después de este maravilloso día se
podría decir que comenzó la mayor travesía en mi vida, aquel hombre que
llenaría mis días de aventuras y alegría.
Ahora,
cuento esta historia desde mi silla mecedora, anhelando vivir una vez más cada
uno de los recuerdos que tengo con mi querido esposo, los que permanecen en mi
memoria y están tallados en mi corazón, esperando el reencuentro de nuestras
almas en lo alto del cielo, pues con orgullo y felicidad puedo decir que fue y
aún es el amor de mi vida y gran parte de mi núcleo atómico.
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