Criaturas
Camino
por un valle donde no hay suelo ni aire, mi cuerpo se mezcla con el
aroma de las flores, los pétalos en la punta de mis dedos, y a lo
lejos simplemente la silueta de la montaña, siempre firme, siempre
atenta. Criaturas insolentes invaden mis oídos, estan tan alto como
pueden, se posan en las ramas, esas que se desprenden de las nubes.
Son colores lo que veo, mientras se dibuja una sonrisa, mientras se
desdibujan mis preocupaciones, camino hacia la nada, hacia los
colores. Mi mente está vacía, se llena de sonidos, canticos
armoniosos de gritos acalorados de aquellas criaturas, ¿quizá
tratan de decirme algo? No puedo entender, no concibo mi idioma,
acaso ¿estaré pensando? Solo me dejo llevar por la ausencia del
tiempo, mientras calculo cuanto mide el infinito, mientras los
pétalos se deslizan en mis dedos amarillos, mientras intento
articular con estos labios blancos, mientras mis ojos se llenan de
colores y mi cuerpo desaparece. Levanto mi Cabeza entre las ramas que
cuelgan, entre los cantos de estas criaturas subliminales y los
pedazos de nube que tocan mi cara. Criaturas insolentes no entonan un
canto, se burlan de mí, todas al unísono, se esconden en sus
plumas, estiran su largo cuello y alcanzan mis oídos, susurran y
dicen… ¡No entiendo lo que dicen! ¿Juegan conmigo acaso? Solo veo
sus cuellos estirados, desde las ramas que cuelgan de las nubes con
sus colores cambiantes un tanto psicodélicos, murmuran entre ellas,
me observan, no hay mas ojos solo sus ojos. Me muevo sin dirección
solo con la nada que existe allí, no hay aire que curioso, estas
criaturas insolentes al parecer no tienen alas, al parecer las plumas
no son plumas, al parecer… están pintadas.
Ramas
y criaturas insolentes es todo lo que puedo ver, nubes tan verdes
como el verde mismo, ¿de donde toman los colores estas criaturas? No
hay mas a mi alrededor, sin embargo, me muevo con la nada, me muevo
con el vacío, giro hacia delante y hacia atrás. Mis manos ya no son
amarillas, ahora marrones casi están, y estas criaturas insolentes
no paran de susurrar. Levanto mi mano para tratar de tocarlas, pero
se va, muy lejos de mí, y entonces casi no puedo alcanzarla, una
risotada al unísono, mientras todas mueven su cabeza hacia donde va
mi mano amarilla, casi marrón. observan con risotadas como se aleja
de mí, pienso en cuanto me importaba esa mano, mientras se aleja.
Quizá si lo intento con un pie, pero solo puedo ver al frente y
arriba, quizá no tengo pies. Entonces el silencio invade la nada,
las criaturas insolentes una a una esconde sus largos cuellos de
colores, mientras las nubes se pintan con ellas,
solo puedo ver sus ojos parpadeantes, y aun así se burlan de mi con
sus largas pestañas. Solo nubes de colores entre las ramas que
cuelgan puedo ver. Y mientras mi mano se perdió en el infinito que
he olvidado calcular, una leve brisa, con olor a recuerdos pasa por
mi cara, una gota se desprende de las nubes, me queda una mano, pero
no quiero perderla, esta gota resbala por mi rostro y entonces, va
dibujando mi cuerpo, veo como gota a gota, se deslizan y mi cuerpo se
dibuja nuevamente con colores. Levanto mi cabeza y descubro que
aquellas criaturas insolentes que no tienen plumas, que no tienen
pelo, que no tienen patas, fabrican los colores, con sus enormes
cuerpos que parecieran nubes, que se burlaban de mi porque siendo yo
quien levantaba la mirada para observarlas, eran ellas las que
levantaban su mirada para verme colgado de la nada. Y ahora entre
colores puedo sentir que tengo un cuerpo, observo mi mano y mis dedos
aún están amarillos, pero no trato de tocar estas criaturas
insolentes. Dibujo una sonrisa en mi rostro, abro mis ojos, y sigo
aquí en el mismo anden descubriendo de donde vienen los colores.
Ru.
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