Cuarto concurso de cuento corto: Profundidad




Profundidad


Tomé la copa y la llené de vino. Fue un día agotador, por lo que sólo quería tranquilidad. Me dirigí al ventanal de la sala, apagué las luces de todo el apartamento y me senté a observar el árbol frente a mí, a sentir el viento despeinar mi cabello y golpear mis recuerdos. ¿Por qué otra vez volvía a traerlos a mi mente? Quizá… porque días atrás un viento similar me golpeaba en la playa, frente a ese infinito sentir, y profundo dolor que quedó. Tomé un sorbo y recordé sus pequeños ojos al reírse, su piel pálida, su sonrisa coqueta, tatuaje en brazo y el lunar en su dedo índice. Miré al cielo, las estrellas se encontraban esparcidas. Tomé otro pequeño trago y cerré mis ojos, el viento pasaba por mi cara y me encontré sentada en el tronco, frente a la fogata con él, escuchando música, riendo, sintiendo como poco a poco mi cuerpo y alma se llenaban de tanta felicidad… El fuego calentaba poco, pero alumbraba lo que quería ver, a él, con cerveza en mano, bermuda beige, camisilla negra. Al girar mi cabeza a nuestras espaldas, escuchaba el mar, pero no lo veía. Abrí los ojos y mi gata negra se había subido al borde de la ventana a hacerme compañía, la acaricié, tomé otro sorbo, y respiré profundo, ¿Por qué otra vez recordaba ese momento?

Acomodé mi cabello y unas gotas salieron de mí. Volví a cerrar los ojos y me encontraba de frente a pocos metros del agua, mi vestido se alzaba poco a poco con el viento y yo me abrazaba fuerte, mirando hacia el mar, pensando en todos los animales que habitaban en él, en esa inmensidad que me llenaba poco a poco el vacío que traía de la ciudad por el cansancio, la tristeza y ¿el desamor? Abrí los brazos para que el viento me abrazara completa, que no quedara espacio en mí que no tocara, no recorriera, no llenara. Respiré hondo y empecé a caminar hasta sentir mis pies mojarse y hundirse poco a poco; De repente él llegó. Se encontraba a mi lado. Este era su espacio favorito, la playa, el mar, pero el mío, el más temido. Mordí mis labios, fruncí mi frente para contener mis lágrimas pero no pude, la copa cayó de mis manos y el vino empezó a correr por el piso como el mar al llegar a la playa y borraba las huellas de las personas, como aquel momento con él. A medida que se esparcía más el vino los recuerdos se hacían más fuertes y me encontré dentro del mar, parcialmente obscuro sólo una pequeña luz provenía de la superficie, escuché un ballena pero no le veía por ningún lado, mi cabello estaba despeinado por la corriente del agua, mis manos y pies se movían en todas las direcciones intentando no ahogarme. Miré hacia arriba, hacia la luz que entraba por el agua y subí, liberaba las burbujas de lo poco que me quedaba de respiración, nadaba y nadaba para salir a la superficie pero cada vez era menos lo que avanzaba… Me impulsaba, manoteaba, e iba con todas mis fuerzas hasta que algo me sujetaba del fondo del mar. Una mano agarró mi tobillo, era cálida, pero pesada, y no me ayudaba avanzar, yo miraba la mano desde la obscuridad surgir, dejé de pelear, la miraba, por un momento sentí calma porque la reconocí, pero me quitaba el aire a cada segundo. Mis ojos se empezaban a cerrar por la poca respiración que me quedaba y tuve que pelear, patear fuerte y salir a la superficie. Al salir me encontraba en el piso, mojada, pero libre, respiraba poco a poco y el celular sonó, era él, mi mano temblaba, mis ojos aún estaban húmedos y mi corazón latía pero esta vez no contesté, no esta vez, limpié el piso, prendí las luces, sequé mis lágrimas y dije “por mucho que ame el mar y en su obscuridad haya un poco de calidez, me arrastra un monstruo a la profundidad disfrazado con la inocencia de un pez”.

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