Profundidad
Tomé
la copa y la llené de vino. Fue un día agotador, por lo que sólo
quería tranquilidad. Me dirigí al ventanal de la sala, apagué las
luces de todo el apartamento y me senté a observar el árbol frente
a mí, a sentir el viento despeinar mi cabello y golpear mis
recuerdos. ¿Por qué otra vez volvía a traerlos a mi mente? Quizá…
porque días atrás un viento similar me golpeaba en la playa, frente
a ese infinito sentir, y profundo dolor que quedó. Tomé un sorbo y
recordé sus pequeños ojos al reírse, su piel pálida, su sonrisa
coqueta, tatuaje en brazo y el lunar en su dedo índice. Miré al
cielo, las estrellas se encontraban esparcidas. Tomé otro pequeño
trago y cerré mis ojos, el viento pasaba por mi cara y me encontré
sentada en el tronco, frente a la fogata con él, escuchando música,
riendo, sintiendo como poco a poco mi cuerpo y alma se llenaban de
tanta felicidad… El fuego calentaba poco, pero alumbraba lo que
quería ver, a él, con cerveza en mano, bermuda beige, camisilla
negra. Al girar mi cabeza a nuestras espaldas, escuchaba el mar, pero
no lo veía. Abrí los ojos y mi gata negra se había subido al borde
de la ventana a hacerme compañía, la acaricié, tomé otro sorbo, y
respiré profundo, ¿Por qué otra vez recordaba ese momento?
Acomodé
mi cabello y unas gotas salieron de mí. Volví a cerrar los ojos y
me encontraba de frente a pocos metros del agua, mi vestido se alzaba
poco a poco con el viento y yo me abrazaba fuerte, mirando hacia el
mar, pensando en todos los animales que habitaban en él, en esa
inmensidad que me llenaba poco a poco el vacío que traía de la
ciudad por el cansancio, la tristeza y ¿el desamor? Abrí los brazos
para que el viento me abrazara completa, que no quedara espacio en mí
que no tocara, no recorriera, no llenara. Respiré hondo y empecé a
caminar hasta sentir mis pies mojarse y hundirse poco a poco; De
repente él llegó. Se encontraba a mi lado. Este era su espacio
favorito, la playa, el mar, pero el mío, el más temido. Mordí mis
labios, fruncí mi frente para contener mis lágrimas pero no pude,
la copa cayó de mis manos y el vino empezó a correr por el piso
como el mar al llegar a la playa y borraba las huellas de las
personas, como aquel momento con él. A medida que se esparcía más
el vino los recuerdos se hacían más fuertes y me encontré dentro
del mar, parcialmente obscuro sólo una pequeña luz provenía de la
superficie, escuché un ballena pero no le veía por ningún lado, mi
cabello estaba despeinado por la corriente del agua, mis manos y pies
se movían en todas las direcciones intentando no ahogarme. Miré
hacia arriba, hacia la luz que entraba por el agua y subí, liberaba
las burbujas de lo poco que me quedaba de respiración, nadaba y
nadaba para salir a la superficie pero cada vez era menos lo que
avanzaba… Me impulsaba, manoteaba, e iba con todas mis fuerzas
hasta que algo me sujetaba del fondo del mar. Una mano agarró mi
tobillo, era cálida, pero pesada, y no me ayudaba avanzar, yo miraba
la mano desde la obscuridad surgir, dejé de pelear, la miraba, por
un momento sentí calma porque la reconocí, pero me quitaba el aire
a cada segundo. Mis ojos se empezaban a cerrar por la poca
respiración que me quedaba y tuve que pelear, patear fuerte y salir
a la superficie. Al salir me encontraba en el piso, mojada, pero
libre, respiraba poco a poco y el celular sonó, era él, mi mano
temblaba, mis ojos aún estaban húmedos y mi corazón latía pero
esta vez no contesté, no esta vez, limpié el piso, prendí las
luces, sequé mis lágrimas y dije “por mucho que ame el mar y en
su obscuridad haya un poco de calidez, me arrastra un monstruo a la
profundidad disfrazado con la inocencia de un pez”.
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