Regresé
al bar en la madrugada; muerto de sueño por conducir sin haber pegado el ojo
primero. Estuvo lloviendo todo el camino hasta aquí y lo único que recuerdo es
que tenía prisa en llegar, más no recuerdo el motivo.
─Hace un
frío terrible.
Quizá
solo quería un trago... pero desearía no haber olvidado la razón de mi prisa…
─Hay un
diluvio afuera.
Escribo,
entonces, para ayudarme a recordar… cuando llegué todo estaba oscuro… a lo
lejos alumbraban los pequeños bombillos de la gramola; era un jazz o quizá algo
parecido lo que salía de ella… no se veía ni un alma, el lugar se encontraba en
un silencio inquietante ¿por qué ha de estar solo un lugar como este? Luego de
aquel pensamiento, una extraña náusea me obligó a apoyarme en la barra; se
percibía en el ambiente un olor mefítico y arcano que me empezaba a disgustar.
Me senté y estiré el brazo para servirme un trago de la botella más cercana,
revisé mis bolsillos y hallé solo un bolígrafo y el papel donde escribo… quise
firmar con mi nombre pero no lo hallé en mi memoria, entonces estrellé mis ojos
contra este papel y anclé mi alma a este meditativo silencio, solo con el
propósito de recordar...
─H a c e m u c h o f
r í o...
La lluvia
no se detiene al igual que no avanza la noche ¿cuántos eones, hégiras, dioses y
profetas han sucedido desde que llegué a este lugar? ¿Cómo fue que llegué hasta
aquí? Con cada palabra que escribo mis dedos se quiebran un poco. Me torno
rígido, lento, un monumento de carne que se descompone. No recuerdo. ¿Por qué
siempre la misma canción? ¿Por qué no puedo parar de escribir? ¿Acaso mi
voluntad no me pertenece? El hambre, el ardiente frío y el olor desagradable
perturban mis nervios… pienso, ¿será que dios ha muerto de tanto esperarme? La
puerta del bar se abre y, cuando llegan a mis oídos las pisadas del extraño,
recuerdo el por qué salí de mi casa; recuerdo por qué siempre suena el mismo
disco y, conozco el origen del olor malsano; también, recuerdo por qué aún no
dejo de escribirte....
Fin.
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