La historia de ser sol:
Quería ser sol, pero ser sol le
consumía, desgarraba su psiquis, acababa su esencia. Y en aquellas noches en
las que no podía dormir, los ríos inundaban su almohada y las tormentas
alcanzaban su alma. Aquel ritmo acelerado y el cambio constante, le trajeron
consigo inquietud, zozobra… Angustia. No sabía parar.
- ¿Acaso podre ser sol en este mar de
estrellas?
- No, no puedo. Mi esfuerzo nunca será
suficiente.
- Entonces… ¿Puedo darme el lujo de
descansar?
- ¡No! No puedo. Si lo hago seré la
luz taciturna de las estrellas que se pierde entre las luces de la ciudad.
La historia de su tristeza:
Aquella personalidad bondadosa,
sonriente y tierna estaba ocultando la soledad y melancolía que se consolidaban
con el tiempo, con las apariencias digitales, las amistades efímeras creadas
por un “aceptar” en la computadora, la distancia física y su ser, que le
diferenciaba del resto.
- No quiero más estas relaciones
fugaces que corren ante la imperfección. ¿Por qué con tantas personas cerca me
siento así?
- Tal vez ni ellos mismos se soporten
o quizás a nadie le interese realmente.
- ¿Por qué no puedo ser normal?
- No quiero cuestionármelo, no quiero ser normal. Pero, porque ser yo es sinónimo de estar tan solo ¿No existe nadie con quién pueda ser? O ¿al menos existir?
La historia de coincidir:
Aquella tarde, aunque creían conocerse, decidieron desnudar su alma y descubrir, con el paso del tiempo, las heridas que llevaban y los demonios que les atormentaban. Desnudarse en esa época digitalizada fue difícil. Desaparecer cualquier idealización que tenían fue el primer paso para la aceptación y, sin embargo, la duda y la incertidumbre gobernaban sus mentes.
- ¿Por qué me elige a mí? Soy una
persona sin nada para dar.
- Quizás solo sea una brisa pasajera
que empujara su alma hasta el mar que tanto anhela conocer, que le llenará, que
le acompañara hasta el final.
- Y si… ¿Tan solo reparare su alma
rota, como en el Kintsugi, para que otra persona le encuentre?
- Mejor dejo de pensar en esto.
La historia de ser luna:
Le pareció ver el sol que quería ser, pero también vio a través de su bondad la luna que puede llegar a ser. Brillaban más en la oscuridad que atormento sus almas por tanto tiempo y, a medida que se conocían, vieron las virtudes propias que la otra persona veía en su ser. Y así, el paso acelerado, la necesidad de ser un sol constante, los ríos y tormentas, la soledad acarreada por un mundo virtual, los “aceptar” sin razón alguna, la normalización del ser, la incertidumbre y las dudas, fueron desapareciendo mientras, de manera milagrosa, aparecían las noches tranquilas, las ciudades sin luces nocturnas, la compañía verdadera, la aceptación de la anormalidad.
- Puedo ver, que detrás del sol que siempre quieres ser, tras esa calma que ahora hay en ti, eres la luna que inspira, que alegra y acompaña en las noches.
- ¡Jamás podría ser como la luna! Apenas y sobresalgo en lo que hago. Apenas y logro ser un mundo lleno de imperfecciones.
- Y eso es lo que hace tu ser tan perfecto, la imperfección te dio ese amor y bondad. ¡Nunca espere que fueras la mejor persona en algo! Sin embargo, como la luna al salir cada noche, esa constancia en tu actuar te lleva tan lejos.
En silencio, mientras caía una
lluvia melancólica tras las ventanas del alma, paso la noche, benévola, como si
perdonara el dolor autoinfligido, como si supiera que al fin, la felicidad
llenará hasta el final la propia existencia.
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