En un bosque muy lejano, ubicado en uno de los lugares más secretos de la Isla Azabach en África, habitada en su mayoría por seres fantásticos; vivía una noble y hermosa niña de piel azabache, nombrada por los pobladores como Omenma, gracias a la amabilidad que ella brindaba a los habitantes del lugar. Era una pequeña muy servicial; por eso, cada tres puestas de luna, se dirigía al Jardín Algodón de Colores: un lugar hermoso lleno de coloridas flores que daban frutos de caramelos de diferentes sabores.
Omenma se aventuraba especialmente a recoger dulces para el anciano Thor, el único troll del bosque, una criatura silenciosa pero temida por todos debido a su fealdad. Eso a ella no le incomodaba, sabía que debajo de esa grotesca piel, orejas y nariz enorme había un ser con los sentimientos más tiernos al cual le encantaba comer el Dulce lirio, un caramelo de capa áspera con un centro blando y exquisito sabor. No obstante, era difícil de recolectar porque nacía en la mitad de un sucio y viejo puente custodiado por el duende bufón, el guardián del Jardín; a pesar de ello, la pequeña era muy cautelosa para no despertarlo, y lograr tomar el dulce sin problema.
Una noche Omenma se dirigió al Jardín como de costumbre, y al llegar al puente observó que el duende no estaba donde solía dormir, entonces, con voz temblorosa se dijo a sí misma:
—Por largos años el duende ha cuidado este puente. Me pregunto ¿dónde estará?
—A lo que inmediatamente una voz respondió—. Aquí, detrás de ti pequeña. Te he observado por varios días y sé que te burlas de mi presencia, ¿Sabes? nadie pasa por mi puente a menos que yo se lo permita.
—Ella con mucho miedo contestó: —Sí señor, lo sé. La verdad es que no quise molestar sus sueños y por ello, me atreví a cruzar el puente sin ningún problema.
—Y el duende cuestionó —Tienes el cinismo de aceptar tu burla y de llamarme problemático.
¿Crees que por eso no merezco respeto?
—No señor, no fue lo que quise decir.
—Shhh… cierra la boca niña insolente. En nombre de todos mis hermanos y el mío, serás sancionada por la humillación que acabas de cometer, contra el honor de los duendes y el cuidado del Jardín.
—Omenma muy asustada le suplicó —¡No, por favor!, dígame que debo hacer pero no me haga daño.
—¿Quién dijo que te haría daño? El castigo será simplemente servir a los duendes por toda la eternidad jajajajaja.
La pequeña con borbotones de lágrimas en su
rostro, imploró al duende que la dejase ir.
Ella con mucho susto aceptó.
El duende muy sonriente, pronunció:
—¡Grotesco me veo, del lodo nací, si abres tu corazón, verás lo tierno que fui!
Así que Omenma se quedó pensativa y
luego, con voz de duda preguntó: ¿la piedra volcánica custodiada por el gigante
de la Isla?
—¡NO! jajajajaja. Qué ingenua eres. Te quedan dos.
De nuevo se detiene a pensar un poco más y afirma: la esmeralda azul Azabach hecha por las bellas hadas del bosque.
—No, no y no jajajajaja. Prepárate, será para ti un privilegio servir a los guardianes del Jardín Algodón de Colores.
Esta vez a Omenma le asaltó una profunda tristeza puesto que, no podría llevarle caramelos a Thor. Pensó en la suerte del anciano, un ser muy delicado pero aborrecido por los demás y en ese mismo instante miró lentamente al duende… —¡Dulce Lirio! —exaltó.
—¡No puede ser!, ¡lo has adivinado! —gritó el duende.
De repente, pasó una ráfaga de viento
que arrojó a Omenma al suelo, luego, muy asombrada levantó su mirada y notó que
el duende burlón ya no estaba, vió que a su alrededor había muchos dulces
lirios y recogió los que más pudo. Finalmente, llegó junto al anciano que al
verla se sintió feliz y con un gran abrazo, ella dijo: “Si todos lograrán abrir su corazón, disfrutarían de los más exquisitos
sentimientos de un dulce lirio como usted”.
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