Ir al contenido principal

Quinto Concurso de Cuento Corto: YO NO ELEGÍ EL TÍTULO

 



Hoy, como todos los días, Cris se pregunta al abrir sus ojos, en las madrugadas frías de su rancho, si algún día vendrán en su rescate, si sus plegarias de auxilio por fin serán escuchadas, si las personas de corbata de la televisión por fin decidieran no hablar tanto y hacer más.

 

Cris es afortunado, pues aún conserva con vida a su mamá y a su hermana menor, luego de que unos malhechores acabaran con la vida de su papá y su hermano mayor en una situación que el aún no entiende, no sabe por qué los sacaron de su finca a las patadas si eran tan felices. Hace un año que había pasado aquel fatídico día, se sentía aún el dolor de la partida de su padre y su hermano como si hubiera ocurrido tan solo hace unas horas.

 

Él reside en una casucha de plásticos y de pedazos de madera que construyeron en las afueras de una ciudad pestilente y presurosa, donde el dolor ajeno es ignorado y la empatía por el prójimo no existe. Él sale todos los días a pedir monedas y hacer mandados en las calles polvorientas de la ciudad, mucha gente se compadece de él, pues su apariencia genera pesar, otros los ignoran por pensar que es un habitante de la calle. Cris tiene tan solo 14 años, y lo que gana es escasamente para comer él, su mamá y su hermana. Ellas también hacen lo mismo, pero en diferentes lugares de la ciudad.

 

Cris se pregunta hasta cuando durará su situación, pues extraña estudiar, tener amigos, vivir en una casa decente, donde la lluvia y el frío no penetren en su interior, donde no tenga que escuchar a su mamá llorar o su hermana pidiendo algo de comer. Esas noches donde el alma pesa, donde la pesadumbre y el abatimiento inundan los ojos inocentes de un niño que vive una vida de mala muerte, solo Dios sabe el sufrimiento de ellos, pero si realmente lo supiera, no los abandonaría.

 

A medida que pasan los días, el abandono se apodera más de su familia, pareciera que son invisibles, que un gobierno que dice proteger los derechos de los niños y los de la familia no velara por encontrarlos. Cris entiende que es difícil que pueda suceder, que los vean, que los ayudaran, que por fin un día, llegaran a su casa de plásticos y les tendieran la mano, pero no entiende todavía porqué le tocó vivir de esa manera, porqué tuvo que presenciar la violencia, la muerte de sus seres queridos o tener que salir corriendo en medio de la noche y dejar atrás sus amigos, su casa, su escuela, su papá y su hermano, su vida.

 

En la calle él, como muchos más niños, han pasado hambre, algunos no tienen techo donde refugiarse, otros encontraron en las drogas la manera de alejarse de la realidad, de esconderse de esa vergonzosa vida en la cual les tocó vivir. Cris es circunspecto y analítico, piensa salir de esa situación de vulnerabilidad en la que está, la esperanza es lo último que se pierde, se dice con incredulidad.

 

Una tarde muy calurosa un hombre extraño se acerca a Cris y le propone un trabajo, uno sencillo pero mortal. Cris en su necesidad y pensando en salir de aquella situación, de sacar adelante a su hermana y su mamá acepta el trabajo. No era mucho lo que había que hacer, llevar droga de un lugar a otro en la ciudad, nada complicado. Lo que no sabía era lo que implicaba estar en ese mundo.

 

La inocencia de un niño que lo ha perdido prácticamente todo por culpa de la violencia, del flagelo que sostiene la historia de Colombia, de un gobierno indoloro por la infancia el cual le preocupa más llenar sus bolsillos que velar por los derechos de los niños. Cris no fue la excepción, y lamentablemente no cumplió su sueño, ese tan humilde que es tener nuevamente el calor de un hogar. Él murió llevando droga, pero más que eso, sus sueños. A Cris lo mataron a los 14 años.


 ~Fénix Sanchez



Comentarios

Entradas populares de este blog

Concurso Cuento corto: LA NEGRA CARLOTA

LA NEGRA CARLOTA Ahí viene! La negra Carlota que se pasea por la plaza, los chicos se vuelven locos por su cintura y su cadera. Pero mira que no ven lo que lleva por dentro, se siente triste, absolutamente sola, denigrada y sin dignidad aluna. Por qué todos los días, tiene que salir a vender su cuerpo, para poder mantener a sus ocho hijos. MARIA CUENTO

VIII concurso del cuento corto, ¿NO SABES DE SEBAS?

 ¿ NO SABES DE SEBAS? Toda las comodidades posibles su familia le entregó, vistió bonito bajo la luna y fresco bajo el sol, no le gustaba la lluvia y se quejaba del calor; la primera su cabello despeinó, la segunda excesiva transpiración le brindó. Estudió, entrenó y trabajó, pero nada de eso le gustó. Sus parientes le enseñaron lo bueno y lo malo él escogió. Una amistad le presentó la calle y eso sí que le encantó. Conoció una amiga nueva y con ella se quedó, fue un cambio abismal; pasó de su casa a un callejón. La ese se agrandó, ahora se cree un dios, dejó de ver por ojos ajenos y de todo se adueñó. Venía de la nada, pero iba por todo. Las caricias de su madre jamás las aceptó, las de su abuela siempre las ignoró, y los consejos de sus tíos nunca los escuchó. Hasta los quince años de su casa no salió. Si un día quiso aquellos zapatos; mami se los compró Quería estar a la moda; papi lo vistió. Como la e, salió de noche sin saber para dónde fue, vistiendo de negro desde la cabe...

VIII Concurso del cuento corto, SANTA ELENA CITY

Dicen que estoy loco. Algunos se preguntan cómo terminé aquí, pescando en el caño de la galería Santa Elena. Yo les digo que no es ningún caño, que es un río, pero que ellos todavía no lo pueden ver. Se ríen de mí, tomándome como un caso perdido. Qué más da, sigo en lo mío, tratando de pescar alguna rata en este majestuoso río negro que se extiende por toda la ciudad. ¿Que cómo uno termina viviendo a la orilla de un caño, en medio de la basura y de los adictos? Eso es fácil de responder, toda la respuesta radica en que uno se aburre, se cansa, se fastidia de llevar una vida inalterable. Se cansa de las mañanas en las que te levantas y quieres seguir durmiendo, pero sabes que si sigues durmiendo al rato llegarán las llamadas de tu jefe para preguntarte no cómo estás, sino cuánto tardas en llegar. Un ser humano normal se fastidia del día a día, de la lucha por la supervivencia urbana, de los malos tratos entre nosotros mismos, de los horarios, de las metas que tienes por cumplir. Díganme...