Sentado en el borde del banco de su
tocador, mira su reflejo, se saca el sombrero dejando a la luz su calvicie y
algunos cabellos canosos, pues años y trabajo ponen el pelo blanco. Reflexiona
sobre su actual vida llena de desasosiego y llanto. Jamás pensó que cuando ella
llegara a su vida le causaría tantos problemas.
Todo empezó cuando su madre empezó a
tener dolores de cabeza, fue la primera vez que la vio cerca de su casa, pues
ella se llevó a su madre debido a un cáncer de sangre. Fue duro superar esa
tragedia debido a que él todavía era un niño cuando esto sucedió. Se sabe que
estos traumas infantiles afectarían su vida adulta. Cuando creció desarrolló
facciones masculinas atractivas que hizo suspirar a muchas mujeres pero solo
una logró llamar su atención, doña Auraelina. Ella fue su amor perfecto como en
los libros de romance, con ella tuvo 3 hermosas hijas.
El tiempo pasaba y todo parecía ir
perfecto. Los fantasmas del pasado ya no lo atormentaban tanto. Sin embargo la
felicidad no es eterna porque así es la vida: algunas veces ríes y otras
lloras. Volvió a ver a su tan temida enemiga, él pensó que esta vez se llevaría
a su esposa, era lo más probable porque últimamente andaba pálida y tosía
mucho, el doctor había dicho que tenía neumonía. Más no siempre es lo que uno
piensa. Su enemiga no se llevó a su esposa sino a sus jóvenes y bellas hijas,
algo totalmente inesperado. Un borracho irresponsable iba al volante y acabó
con sus sueños y existencia.
Este hecho hizo que Don Mauro
sintiera mucho rencor hacia su enemiga. ¿Qué le había hecho a ella para que
acabara tan fácilmente con su felicidad? ¿Por qué era tan cruel con él? ¿Por
qué se llevaba lo que más amaba? Él siempre fue un buen hijo, un buen esposo y
un buen padre o al menos eso pensaba. En medio de esos pensamientos sintió un
gran vacío en el corazón que le provocó tomar alcohol y eso lo condujo a
refugiarse en cigarrillos y mujeres dejando atrás a su enferma esposa.
En esos andares de mal camino,
encontró otra mujer la cual parecía ser la cura de todas sus desgracias, ella
le daba alegría, felicidad, por supuesto hasta que se le acabó el dinero. Sin
dinero, sin trabajo, sin nada decidió volver a su casa y cuando llegó los
vecinos le dijeron que doña Aura había fallecido pues murió más por pena que
por la misma enfermedad. Esta noticia le cayó como un baldado de agua fría. Se
sintió culpable, pensó que su enemiga tomó ventaja en esta situación. Si tan
solo hubiera sido más responsable su esposa aún estaría con él. Su rabia e ira
fueron tan grandes que don Mauro dio un golpe a la pared y destrozó toda su
casa.
Los vecinos quedaron asombrados ante
tal acción así que la única solución de don Mauro fue huir, huir muy lejos de
todo, de sus tragedias y de sus pensamientos. Muchas lágrimas humedecieron sus
ojos, aun así él seguía caminando sin rumbo fijo. En medio de la nada encontró
una cabaña con muchos arbustos enredados así como los pensamientos en su mente.
A pesar del desorden, este lugar le dio tranquilidad, tanta que se puso a
reflexionar sobre su enemiga, llegando a la conclusión de que
al final de todo ella no era tan macabra como creía, ese era su trabajo y que
en algún punto todos vamos a partir con ella a no se sabe dónde pero con ella.
Muchos años habían pasado y él no superaba por completo el dolorcito que la
muerte de todas las mujercitas que él había amado le dejaron, consideraba que
la vida había sido muy injusta y aunque la muerte era su mayor enemiga la
consideraba como parte de la vida, así que acompañado de sus únicas amigas: la
soledad, la angustia y la culpa, la esperaba muy ansioso en su lugar favorito:
la cabaña.
-Alessandra D.-
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