Los
brazos y piernas, cansados de estar en condiciones precarias, decidieron tratar
de independizarse del cerebro. Esa materia gris, a través del sistema nervioso,
hace no menos de dos semanas, olvido la existencia de las manos, las dejo tan
quietas y sin uso que empezaron a tener problemas con su circulación; los pies,
por otro lado, estaban cansados de sostener un cuerpo tan pesado ¡cada vez
resistían menos estar de pie! Todo por culpa del cerebro.
El
corazón, quien repartía los nutrientes por sus autopistas, también se unió a la
iniciativa de sus compañeros. Cada vez le costaba más bombear la sangre a todo
el cuerpo, las vías en las piernas y brazos empezaron a estrecharse y cada vez
se deterioraban más. Las células de las extremidades le pedían a gritos su
ayuda, pero él no podía hacer nada más que bombear. ¡Como no voy a unirme a una
causa tan noble! Exclamo cuando las piernas le contaron su plan.
El
cerebro muchas veces recibió quejas de estas partes, pero siempre decidió ignorar
aquellas partes de su sistema nervioso que le daban el mensaje. El fin del
cerebro era claro, por medio de aquellas partes mínimas, pero que le generaban
gran placer, quería obtener el mayor placer posible. Por eso siempre prefirió
la comida rápida, que tanto le gustaba a la lengua; las largas horas de TV, que
le gustaba a sus ojos; y ni hablar de lo que más le gustaba a la nariz, que a
su vez, dañaba el resto de su cuerpo.
Una vez
que confirmaron la ayuda del corazón, los brazos y las piernas decidieron
actuar. El corazón se detuvo, las extremidades no se movieron, y así, poco a
poco, lo coágulos de sangre empezaron a surgir. El cerebro se enteró tras un
fuerte mensaje, enviado por las neuronas cercanas al corazón, de todo lo que
estaba pasando. ¡No aguantaran mucho!¡Dejemos que sigan con su rebeldía hasta
que no puedan más! Gritaron algunas células del cerebro, mientras que unas
pocas, que fueron ignoradas, gritaban: ¡Hay que cambiar! ¡Hay que escucharlas!
Y así, tras la premisa de que la mayoría siempre tenía la razón, el cerebro
decidió esperar, sabiendo que el oxígeno se concentraría en el cerebro para
protegerlas.
Las
células de los brazos y piernas fueron las más afectadas. Miles, o incluso
millones, murieron tras no tener alimento y oxigeno suficiente. El segundo
afectado fue el corazón, sus vías, cerradas y con cada vez más coágulos, hacían
que el regreso a la normalidad fuera peligroso. Todo el cuerpo se paralizo, por
lo que las células de todo el cuerpo entraron en pánico. Ya no había nada que
hacer, llegaron a un punto sin retorno. No podían hacer más que esperar la
muerte de sus principales sistemas, para posteriormente, abrazar la muerte
individual.
Al final,
y como un acto inesperado, e inexplicable para muchas células del cuerpo, fueron
salvados por al menos una decena de colectividades a las que el cerebro llamaba
“Médicos”. Sin embargo, nada volvió a ser igual. El cerebro perdió parte de sus
neuronas, su dignidad, y la autoridad sobre el brazo derecho, que ahora se
movía en compases errantes de jazz. Desde ese momento, el cerebro decidió
trabajar en pro del bienestar colectivo. Pensaba antes de comer
en como satisfacer a su lengua y, a su vez, alimentar a todo su cuerpo
saludablemente. Caminaba y estiraba su brazo y piernas, y, cada vez, el peso
era más ideal. Sin embargo, en lo relacionado a las relaciones interpersonales,
aquel cuerpo aún tenía mucho que aprender. A una escala más grande, y de manera
casi irónica, ese cuerpo era una neurona gritando: ¡No aguantaran
mucho!¡Dejemos que sigan con su rebeldía hasta que no puedan más!... Todo ante
un pueblo que, cansado de sostener a unos pocos, bloqueo sus vías para exigir
ser escuchado, incluso conociendo el riesgo, la perdida de cientos de vida,
pero siempre con un objetivo en mente: Cambiar el presente, para traer un
futuro mejor.
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