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Quinto Concurso de Cuento Corto: La Sociedad, Un Cuerpo Humano

 


Los brazos y piernas, cansados de estar en condiciones precarias, decidieron tratar de independizarse del cerebro. Esa materia gris, a través del sistema nervioso, hace no menos de dos semanas, olvido la existencia de las manos, las dejo tan quietas y sin uso que empezaron a tener problemas con su circulación; los pies, por otro lado, estaban cansados de sostener un cuerpo tan pesado ¡cada vez resistían menos estar de pie! Todo por culpa del cerebro.

 

El corazón, quien repartía los nutrientes por sus autopistas, también se unió a la iniciativa de sus compañeros. Cada vez le costaba más bombear la sangre a todo el cuerpo, las vías en las piernas y brazos empezaron a estrecharse y cada vez se deterioraban más. Las células de las extremidades le pedían a gritos su ayuda, pero él no podía hacer nada más que bombear. ¡Como no voy a unirme a una causa tan noble! Exclamo cuando las piernas le contaron su plan.


El cerebro muchas veces recibió quejas de estas partes, pero siempre decidió ignorar aquellas partes de su sistema nervioso que le daban el mensaje. El fin del cerebro era claro, por medio de aquellas partes mínimas, pero que le generaban gran placer, quería obtener el mayor placer posible. Por eso siempre prefirió la comida rápida, que tanto le gustaba a la lengua; las largas horas de TV, que le gustaba a sus ojos; y ni hablar de lo que más le gustaba a la nariz, que a su vez, dañaba el resto de su cuerpo.


Una vez que confirmaron la ayuda del corazón, los brazos y las piernas decidieron actuar. El corazón se detuvo, las extremidades no se movieron, y así, poco a poco, lo coágulos de sangre empezaron a surgir. El cerebro se enteró tras un fuerte mensaje, enviado por las neuronas cercanas al corazón, de todo lo que estaba pasando. ¡No aguantaran mucho!¡Dejemos que sigan con su rebeldía hasta que no puedan más! Gritaron algunas células del cerebro, mientras que unas pocas, que fueron ignoradas, gritaban: ¡Hay que cambiar! ¡Hay que escucharlas! Y así, tras la premisa de que la mayoría siempre tenía la razón, el cerebro decidió esperar, sabiendo que el oxígeno se concentraría en el cerebro para protegerlas.

 

Las células de los brazos y piernas fueron las más afectadas. Miles, o incluso millones, murieron tras no tener alimento y oxigeno suficiente. El segundo afectado fue el corazón, sus vías, cerradas y con cada vez más coágulos, hacían que el regreso a la normalidad fuera peligroso. Todo el cuerpo se paralizo, por lo que las células de todo el cuerpo entraron en pánico. Ya no había nada que hacer, llegaron a un punto sin retorno. No podían hacer más que esperar la muerte de sus principales sistemas, para posteriormente, abrazar la muerte individual.

 

Al final, y como un acto inesperado, e inexplicable para muchas células del cuerpo, fueron salvados por al menos una decena de colectividades a las que el cerebro llamaba “Médicos”. Sin embargo, nada volvió a ser igual. El cerebro perdió parte de sus neuronas, su dignidad, y la autoridad sobre el brazo derecho, que ahora se movía en compases errantes de jazz. Desde ese momento, el cerebro decidió trabajar en pro del bienestar colectivo. Pensaba antes de comer en como satisfacer a su lengua y, a su vez, alimentar a todo su cuerpo saludablemente. Caminaba y estiraba su brazo y piernas, y, cada vez, el peso era más ideal. Sin embargo, en lo relacionado a las relaciones interpersonales, aquel cuerpo aún tenía mucho que aprender. A una escala más grande, y de manera casi irónica, ese cuerpo era una neurona gritando: ¡No aguantaran mucho!¡Dejemos que sigan con su rebeldía hasta que no puedan más!... Todo ante un pueblo que, cansado de sostener a unos pocos, bloqueo sus vías para exigir ser escuchado, incluso conociendo el riesgo, la perdida de cientos de vida, pero siempre con un objetivo en mente: Cambiar el presente, para traer un futuro mejor.


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