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Tercer Concurso de Cuento Corto: El espejo




El espejo

Cristóbal no podía dejar de pensar en ella: la veía en cualquier lugar, en cualquier objeto que estuviese a su alrededor, en cada persona que pasaba. Llevaba mucho tiempo esperando el amor de Elena en silencio, pareciera que ella no se percataba de su existencia.

Llegó un día que, por casualidad, o el destino (o como le quieran llamar), Elena y Cristóbal compartían una tarde cada viernes, en el mismo lugar: un taller de escritura. Sí, ambos preferían plasmar sus sentimientos en papel, en lugar de expresarlos en palabras y dirigirse al problema o la persona responsable del infinito mar de emociones en el que se veían sumergidos.

Tenían sus propios problemas: Cristóbal en su lucha interior por reprimir su amor por ella; Elena odiando su vida, pasando por una de tantas crisis existenciales que le hacía maldecir el día en que vino al mundo, y eso Cristóbal lo sabía. Todas sus preocupaciones y perturbadores sentimientos se esfumaban al llegar la tarde cada viernes, día en que dejan salir sus angustias, temores y tristezas.

Pero este no es un viernes cualquiera…

-Hoy tenemos una actividad muy interesante, se llama ‘qué pasaría si yo fuera…’, claramente justificarán su respuesta. - propuso la encargada del taller.

Cristóbal no dudó ni un segundo en pensar qué le gustaría ser. Elena, por otra parte, aún con algo de tristeza invadiendo sus pensamientos, no se hallaba segura entre varias opciones que venían a su cabeza.

Si fuera una lágrima, seguramente después de rodar por la mejilla de alguien y caer, me evapore, suba al cielo y vuelva a caer a la tierra en forma de lluvia; así sería libre, no pertenecería al sentimiento con el que haya salido al mundo. Sería uno con la naturaleza y haría parte de uno de los ciclos fundamentales de la vida, porque eso quiero ser, algo que siento me falta: vida.’ - plasmó finalmente en el papel.

Al terminar todos de escribir, la encargada del taller los pegaría en las paredes alrededor del gran salón, y como si de una galería de arte de tratase, todos podían leer y apreciar lo que cada uno de sus compañeros había escrito. Cristóbal moría de nervios e impaciente trataba de esperar a que Elena leyera su pequeña dedicatoria. Trató de distraerse un poco, pero no lo logró hasta encontrarse con lo que había escrito la dueña de sus sentimientos. Como si estuvieran sincronizados, Elena se encontró leyendo las palabras sinceras de Cristóbal: ‘Si fuera un espejo, cada vez que te miraras no sólo apreciarías tu reflejo, verías lo mejor de ti, tus pensamientos más bellos y puros, tus mejores momentos, tus sueños e incluso las personas que más quieres. Me gustaría ser ese espejo para que sepas cuán valiosa eres, para que, cuando pienses que no llegarás a ser alguien, veas todo lo que has logrado hasta el momento y así, tengas fuerzas para continuar. No me importa que tan grande o pequeño sea, sólo deseo serte útil para que descubras lo que llevas dentro, Elena.’

Y así fue como sus miradas se cruzaron atravesando el salón, por un momento fue como si solo existieran los dos, nadie más. Elena curvaba una dulce sonrisa y Cristóbal, en ese momento se sentía estallar de felicidad mientras pensaba: “Vida, eso es lo que eres… mi vida.”

Maurila

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