Ir al contenido principal

Tercer Concurso de Cuento Corto: Deseo







Deseo

Te fuiste Hugo, como era habitual. No había motivo alguno para afligirse pues el reencuentro siempre llegaba con el tiempo. Sin embargo, en aquella ocasión no fue así: tú regresaste, pero en el camino se perdieron tus recuerdos y con esto una parte de ti y de mí, de nosotros, de todos los momentos que compartimos en nuestras vidas.

No volví a saber nada de ti, yo continuaba con mi vida. Era una bella tarde, disfrutaba de una caminata y del canto de las aves que me hacía sonreír, pero te vi pasar a lo lejos y de inmediato dejé de oír la dulzura de sus cantos, el ruido de las bocinas de los autos se hizo tan presente como el sonido de la sirena de una ambulancia.

Al verte todo se detuvo a mi alrededor, menos tú. Mis ojos seguían los movimientos de tu cuerpo que se alejaba más y más de mi vista hasta que desapareciste de nuevo en medio de la multitud. Un torbellino de recuerdos se apoderó de mí por unos minutos, pero volví a la realidad. Mis manos sudaron frío, sentí un enorme deseo de estar sola.

Caminé con rapidez para llegar a casa. Al entrar, me dirigí rápidamente al gabinete para tomar mi diario, necesitaba sacar la lluvia de recuerdos que pasaban por mi mente y escribir era una buena manera de hacerlo. Tomé un lapicero, inesperadamente cayó al suelo. El sonido de su golpe me hizo despertar de aquel afán que llevaba.

¡Cálmate Caroline! ¡Respira!

Respiré, me calmé un poco, logré desahogarme a través de las líneas que iba escribiendo acerca de los momentos en que tú y yo disfrutamos juntos. Al llegar la noche y estando ya lista para dejar descansar mi cuerpo, justo antes de cerrar mis ojos, susurré:

Como desearía aparecer en tus sueños, Hugo.

Mis parpados cayeron. Me dejé arrastrar a lo más profundo de la muerte nocturna. Todo estaba oscuro, la confusión me invadía, sentía un extraño desasosiego en mi interior, no encontraba un rumbo. Dar un paso era un gran riesgo, aunque fuera el más corto, creía que un gran precipicio aguardaba por mí. Pero decidí no dejarme vencer por el miedo. Me llené de valor. Una ráfaga de energía recorrió cada parte de mi cuerpo y corrí, corrí velozmente, como jamás lo hubiera pensado.

No encuentro las palabras para decir lo que aconteció después de correr. Solo sé que después de ese momento aparecí al lado tuyo. Estaba recostada sobre la cama observándote fijamente.

Deseaba dejar algún rastro de mí. Susurré mi nombre con extrema suavidad, luego me levanté quedando de pie frente a tu cama y volví a decirlo, pero en ese momento fue en voz alta. Antes de irme, estando afuera de tu habitación y mirándote a través de la ventana grité con gran fuerza:

¡Hugo, recuérdame!

El sonido provocó instantáneamente que explotara en mil pedazos la ventana, trozos de vidrio cayeron con tal fuerza al suelo que despertaste de inmediato, tu corazón latía velozmente, por un instante quedaste sin aliento, te faltaba el aire y algo más, el desconcierto te invadía, un nudo en la garganta no dejaba que pronunciaras palabra alguna pero como salido de la nada, dijiste:

Caroline, Caroline.

Aún no eras consciente de lo que pasaba, te encontrabas en aquel extraño lapso en el cual la mente está entre el sueño y la realidad. Para salir de este caminaste hasta llegar a la ventana y recibiste el agradable aire fresco de la madrugada. Pasados unos minutos mencionaste:

Huele a ti, me acuerdo de ti.

O. WEN


Comentarios

Publicar un comentario

Tus comentarios enriquecen nuestra Biblioteca ¡Gracias por Visitarnos!

Entradas populares de este blog

Concurso Cuento corto: LA NEGRA CARLOTA

LA NEGRA CARLOTA Ahí viene! La negra Carlota que se pasea por la plaza, los chicos se vuelven locos por su cintura y su cadera. Pero mira que no ven lo que lleva por dentro, se siente triste, absolutamente sola, denigrada y sin dignidad aluna. Por qué todos los días, tiene que salir a vender su cuerpo, para poder mantener a sus ocho hijos. MARIA CUENTO

VIII concurso del cuento corto, ¿NO SABES DE SEBAS?

 ¿ NO SABES DE SEBAS? Toda las comodidades posibles su familia le entregó, vistió bonito bajo la luna y fresco bajo el sol, no le gustaba la lluvia y se quejaba del calor; la primera su cabello despeinó, la segunda excesiva transpiración le brindó. Estudió, entrenó y trabajó, pero nada de eso le gustó. Sus parientes le enseñaron lo bueno y lo malo él escogió. Una amistad le presentó la calle y eso sí que le encantó. Conoció una amiga nueva y con ella se quedó, fue un cambio abismal; pasó de su casa a un callejón. La ese se agrandó, ahora se cree un dios, dejó de ver por ojos ajenos y de todo se adueñó. Venía de la nada, pero iba por todo. Las caricias de su madre jamás las aceptó, las de su abuela siempre las ignoró, y los consejos de sus tíos nunca los escuchó. Hasta los quince años de su casa no salió. Si un día quiso aquellos zapatos; mami se los compró Quería estar a la moda; papi lo vistió. Como la e, salió de noche sin saber para dónde fue, vistiendo de negro desde la cabe...

VIII Concurso del cuento corto, SANTA ELENA CITY

Dicen que estoy loco. Algunos se preguntan cómo terminé aquí, pescando en el caño de la galería Santa Elena. Yo les digo que no es ningún caño, que es un río, pero que ellos todavía no lo pueden ver. Se ríen de mí, tomándome como un caso perdido. Qué más da, sigo en lo mío, tratando de pescar alguna rata en este majestuoso río negro que se extiende por toda la ciudad. ¿Que cómo uno termina viviendo a la orilla de un caño, en medio de la basura y de los adictos? Eso es fácil de responder, toda la respuesta radica en que uno se aburre, se cansa, se fastidia de llevar una vida inalterable. Se cansa de las mañanas en las que te levantas y quieres seguir durmiendo, pero sabes que si sigues durmiendo al rato llegarán las llamadas de tu jefe para preguntarte no cómo estás, sino cuánto tardas en llegar. Un ser humano normal se fastidia del día a día, de la lucha por la supervivencia urbana, de los malos tratos entre nosotros mismos, de los horarios, de las metas que tienes por cumplir. Díganme...