Tercer Concurso de Cuento Corto: EL MISTERIOSO VECINO

EL MISTERIOSO VECINO

Emilio era el nombre de ese extraño sujeto que era mi vecino, o al menos ese era el nombre que me había dado mi mamá para dirigirme hacía él, su aspecto siempre fue algo tétrico, como cadavérico, medio moribundo, su mirada era penetrante y siempre que me veía sonreía de una manera macabra, yo solo atinaba a correr a esconderme cuando hacía eso, mi mamá me decía que no fuera tonto, que esa era su forma de sonreír, pero yo tenía 6 años, qué más podía hacer. Siempre se movía de una manera lenta y torpe, algo así como los zombis que muestran en los vídeos de Michael Jackson, pero siempre era cordial ante los demás adultos, con nosotros los niños no era descortés, al contrario, se mostraba mucho más afable, pero no solo de saludo, siempre nos regalaba algún dulce o juguete, mi mamá la verdad no le daba mayor importancia a eso, ya que como les digo, siempre se comportó de manera cordial. Alguna ocasión vi a doña Marta colgando un letrero en un poste, de inmediato tome el balón después de ser pateado por Luis y fui a ver qué era lo que ponía en el poste.

• Doña Marta, ¿qué es eso?

• Es un cartel de desaparecido, mijo, Miguel anoche no volvió a la casa, ¿usted no lo ha visto?

• No, señora, desde anoche que estábamos jugando escondite

• Bueno, mijito, si lo ve le dice que lo ando buscando, que yo no le vuelvo a pegar si vuelve, que lo extraño mucho y que no me de esos sustos

• Bueno señora

La misma historia se repitió con las mamás de Pedro, Santiago, Diego y muchos más. La cosa estaba delicada, ya de noche no nos dejaban salir a la calle y de día nos pedían que tuviésemos mucho cuidado, al menos a los que nos dejaban salir. Alguna ocasión jugando a la pelota con Sergio, él la pateo fuerte y yo no la alcancé a tapar, se nos fue al ante jardín de don Emilio, era un ante jardín de grandes muros y una puerta en madera que no permitía observar hacia adentro, los muros eran altos pero no impenetrables, así que le pedí a Luis que me hiciera pata ‘e gallina para pasar al otro lado, y así fue, Luis me ayudó y yo escalé hábilmente el muro, una vez al otro lado me dispuse a buscar nuestra pelota, en medio de la búsqueda vi una pequeña ventana a la altura del piso y la curiosidad me pudo, me acerqué lentamente a ella y observé a través, ahí estaban todos los niños colgados por los pies y con algún juguete junto a ellos, estaban vivos pero medio adormilados, quizás por tanta sangre en sus cerebros, al menos eso parecía por sus mejillas rojas, o al menos la parte que se alcanzaba a ver sobre las mordazas. Estaban ahí igual que yo, buscando algún juguete que se les había caído adentro. Don Emilio se encontraba mientras tanto de espaldas hacía la ventana y parecía comer algo, fue justo cuando sonó el pito del camión de basura que él dio un leve giro que me permitió ver cómo absorbía el cerebro de Santiago, uno de los niños desaparecidos. Era él el que raptaba a los niños para chupar sus cerebros, ¡era un zombi! De inmediato salí por la puerta principal que solamente tenía un pestillo que impedía abrirla desde afuera, le comenté a Luis lo sucedido y naturalmente no me creyó, pero tampoco tuvo las agallas para comprobar que lo que decía era verdadero, desde ese día permanezco encerrado en mi cuarto, mi mamá dice que tengo algún problema psicológico y por eso no quiero salir a la calle para jugar o ir al colegio, los niños siguieron desapareciendo, pero ya no solo en mi barrio sino en toda la ciudad, jamás fui capaz de contarle esto a nadie más, al fin y al cabo no me creerían, tal como lo hizo Luis, solo me dedico a plasmarlo en diferentes expresiones artísticas, al menos entre los tiempos que me quedan libre entre cada tutoría.