VI Concurso de Cuento Corto: La epifanía de la pelota rosada

 




Cada vez me hundía más en mi realidad distópica, al punto que ni siquiera me fijé aquel día en el hombre al otro lado del parque observándome. Recuerdo que mientras me enredaba en pensamientos, sonó el celular con la alarma sacándome del trance en el que me había sumergido, era hora de volver al trabajo y estaba a punto de irme cuando un objeto al fondo del parque capto mi atención: una pelota rosada.


De repente, me visualice de niño corriendo por el parque junto a mi padre con una pelota que él me había regalado, y al lanzarla siempre me gritaba: atrápala porque es ahora o nunca, como si la vida sólo diera una oportunidad para escoger y actuar. La última vez que lo vi, su cuerpo ya no era material, sino cenizas dentro de una urna funeraria mientras mi madre me daba la mano y me decía que era cuestión de tiempo para que lo superara, sin derramar una lágrima en su rostro.


Empecé a caminar hacia mi trabajo cuando algo tocó mi pierna, miré, y allí estaba la pelota rosada que había sido pateada por unos niños, quise devolverla, pero tuve un sentimiento de añoranza que no pude contener, agarré la pelota, y salí corriendo como si no hubiera fumado durante los últimos 8 años y me ardieran los pulmones, corrí hasta quedar frente a un edificio blanco, sin aire y sin saber qué hacía. De pie allí, me quedé mirando fijamente a una ventana, a un punto en la nada, cuando sentí algo húmedo en el rostro, pensé que era sudor, pero me pasé la mano para secarme y eran lágrimas que no cesaban de una tristeza que había negado, de una realidad que no había querido afrontar porque temía que cuando lo hiciera todo se iba a desmoronar, que no lo soportaría; y allí estaba yo, perdido en una calle, abrazando una pelota rosada y llorando porque me sentía sólo en la vida y mi padre quien había sido mi mayor compañía ya no estaba, se había ido, y había quedado yo atrapado en un sinfín de emociones no reconocidas, de noches de insomnio, de cajetillas de cigarrillos.


Vi un reflejo en la ventana, había alguien detrás de mí igual de agitado contemplándome en silencio. Intente caminar rápido, e ignorar su presencia pensando que era el padre de uno de los niños que me había perseguido por haber robado la pelota rosada. Pero, aquel hombre también aceleró el paso y al ver que no me alcazaba gritó: <Espera, deja de correr que no es ahora o nunca>; mi corazón se aceleró y mi cuerpo se debilitó, aquella voz era familiar, era la voz que tenía en mi cabeza desde hace tantos años e intentaba no olvidar. Era imposible, mi padre está muerto, pensé mientras me volteaba y observaba en cámara lenta al hombre frente a mi quitarse la gorra y encarnar la imagen viva de mi progenitor.


Allí estaba él de pie frente a mí, mirándome con ojos de nostalgia y explicándome que todo había sido una mentira preparada con mi madre, porque ella había descubierto que él llevaba engañándola por muchos años e inclusive tuvo un hijo con aquella otra mujer y cuando mi madre lo descubrió le dijo que tuvo ganas de matarlo, pero prefirió fingir su muerte como simbología de su traición y futuro abandono. Ahora, él volvía porque no soportaba seguir viéndome crecer desde la distancia y me pedía perdón de corazón, me dijo que si le daba un tiempo me podría explicar con detalle. Lo miré fijamente, estático, conteniendo la ira que florecía en mi interior y en mi mente algo se nubló; el hombre que siempre había admirado, a quien amaba con cada parte de mi ser, estaba frente de mí, vivo e infame. Mire al piso, había una roca; deje la pelota rosada de lado y cuando mi padre extendió sus brazos para darme un abrazo, tomé la piedra con rapidez e hice lo que mi madre no había sido capaz. En ese instante, la pelota rosada salpicada cambio a un rojo carmesí y de repente ya nada dolía dentro de mí.



Comentarios

  1. Esos finales inesperados 🥴🥴

    ResponderEliminar
  2. Después del punto final, sentí como cuando uno se despierta de una pesadilla muy brusca.
    Que lindo, felicitaciones!

    ResponderEliminar
  3. La naturaleza del ser humano, pasar de cero emoción a mil en un instante hace parte de ello.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Tus comentarios enriquecen nuestra Biblioteca ¡Gracias por Visitarnos!