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VI Concurso de Cuento Corto: La trampa del espejo



Alice era una niña muy alegre, extrovertida, segura de sí misma, se creía capaz de vencer al mundo con solo una sonrisa, le encantaba como su cabello afro se movía con el viento y como el roció de la mañana humedecía sus mejillas mientras elevaba su mirada hacia el cielo donde pequeños rayos de sol la acariciaba a la par con el viento.


Alice amaba su cuerpo, le gustaba ver como el reflejo de la luz de la luna pintaba su hermosa silueta en los campos verdes de su pequeño hogar. Le encantaba correr cada mañana hasta el borde de una montaña donde las olas del mar y las nubes del cielo parecían estar más cerca de ella, todo era tan perfecto, tan perfecto como ella.


Pero un día, en una de sus tan largas caminatas por aquella montaña vio como los árboles empezaron a convertirse en espejos, pero no como el espejo que veía en casa era un espejo diferente, el solo verlo provocaba que toda su piel se erizara, como si el aire tratara de escaparse de ella misma. La agonía trató de invadirla y sentía como los latidos de su corazón se hacían más fuertes, pequeños susurros salían de aquel espejo, pero ella no lograba entender lo que decían. Aquellas voces parecían ser más fuerte y la curiosidad comenzó a invadirla, quería acercarse un poco más, quería descubrir que decían.


Pareció ser solo un instante, pero al estar más cerca de él logró ver su reflejo en aquel espejo y escuchar con más claridad las voces que susurraba, las cuales querían robar su identidad, “no eres valiosa Alice, eres fea, esconde tu cabello, tu silueta no encaja” “mírate, mírate bien y veras que tenemos razón”. Las lágrimas empezaron a desbordarse por su mejillas, como cuando las olas del mar estaban tan fuerte que alcanzaba a sentir las gotas de agua en su piel desde aquella montaña.


Alice sentía como poco a poco robaban su fuerza y comenzó a sentirse como una desconocida, porque aquellos susurros apagaron su voz.


  • Este no es mi cuerpo, no soy yo. Decía mientras se observaba anonadada en aquel espejo.


Sentía como su alma empezaba a desgarrarse mientras trataba de entender en qué momento todos empezaron a tener tanta autoridad sobre su identidad, excepto ella.


Y se dejó caer en aquella trampa del espejo, el cual la envolvió con engaños, y se alimentó de su potencial hasta arrebatarlo. Le hizo creer que no era valiosa, hermosa y especial. Convirtió su sonrisa en lágrimas, sus sueños en pesadillas, sus alegrías en temores y sus éxitos en fracasos. Ya no era ella, no quedaba nada de su esencia, porque el espejo de la sociedad muchas veces roba toda tu identidad. Esta es la historia de Alice, pero tal vez esté encarnada en muchas personas como yo.



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