Ir al contenido principal

VI Concurso de Cuento Corto: NUBES DURAS




En el avión, Guillermo procura mostrarse sereno. Juega con el vasito plástico vacío y medita si es conveniente pedir café por tercera y última vez como previendo la emergencia diurética por la que tendría que molestar a su compañera de fila cada cinco minutos para ir al baño. De reojo mira a la mujer dormir con despreocupación. Observa sus párpados flojos y por ratos convulsos que dejan entrever la esclerótica y la envidia por la calma con la que está a tantos metros en el aire. Pero no son realmente los nervios de volar por primera vez lo que intenta ocultar Guillermo. No logra recordar con claridad la voz de su hijo y teme que ya se parezca a la suya después de los años de separación. Tiene claro que las cartas mensuales de Martín eran meros formalismos, mensajes genéricos. Guillermo nunca respondió a una sola de sus misivas.


La última vez que estuvo cerca de su hijo fue estrangulándolo. Martín era un joven flaco y por eso la ropa de mujer ya le quedaba bastante holgada antes de que Guillermo intentara rasgarla. Tras intercambiar gritos aclarando que prefería tener un hijo muerto que un hijo mariposón, Guillermo se dirigió a su cuarto para tomar la ropa que le cupiera en la maleta. Su esposa también fue destinataria de su cólera, y la responsabilizó del fracaso con Martín. Mirá, por andarlo consintiendo como a una niñita, Patricia, le reprochó mientras tomaba su sombrero. En la terminal tomó un bus a Quito, donde tantas veces más había ido a parar para refugiarse entre las piernas de Luisa.


La carta más reciente que recibió de su hijo venía lacrada con una mariposa que le incomodó. Nuevamente, la carta quedó sin respuesta. Martín cumplía sagradamente con la súplica de su madre respecto a no olvidarse de su padre. Cumplía porque entendía que así sobrellevaba su madre el duelo interminable, porque era la esperanza de Patricia de remendar el hogar feliz que, decía, siempre tuvieron. Guillermo se decidió por un traje blanco, quizá para mostrar que venía en son de paz. Las nubes espesas que ve a través de la ventana se hacen cada vez más cercanas y le parece que tendrá que aguantar la respiración.


Tras varios intentos cedió ante la insistencia de Luisa sobre la importancia de acompañar a Martín en un día tan importante. Papá y mamá juntos, le dijo con honestidad traviesa después de leer la invitación. A pesar de que le recomendó confirmar su asistencia, Guillermo no se sintió capaz de hacerlo. Es más, le pareció buena idea llegar de sorpresa como el padre pródigo a quien daban por muerto y se complacen de recibirlo. Mientras compraba los tiquetes Guillermo se preguntó con amargura ocurrente si, a pesar de ser una unión civil, sería su hijo sería quien caminaría al altar o su prometido.


Guillermo ensaya lo que va a decirle. Imagina la cara de Martín en su compañera que ronca mientras lo escucha imparcial y abierto. Cuando no sabe qué más decir, Guillermo hace una pausa y mira las nubes de las que entran y salen. Opta por ensayar el discurso de autocrítica genuina, de cómo él fue criado así y que por eso no fue capaz de cobijarlo como era debido. Nuevamente el avión emerge y de golpe cree ver una nube brillante de aspecto sudoroso, con parches de tierra extraviada, a la que no logran entrar. El vasito de plástico vuela de su mano dejándole el brindis hipotético a medias, y para bien, pues en la ceremonia no habría silla esperándolo.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Concurso Cuento corto: LA NEGRA CARLOTA

LA NEGRA CARLOTA Ahí viene! La negra Carlota que se pasea por la plaza, los chicos se vuelven locos por su cintura y su cadera. Pero mira que no ven lo que lleva por dentro, se siente triste, absolutamente sola, denigrada y sin dignidad aluna. Por qué todos los días, tiene que salir a vender su cuerpo, para poder mantener a sus ocho hijos. MARIA CUENTO

VIII concurso del cuento corto, ¿NO SABES DE SEBAS?

 ¿ NO SABES DE SEBAS? Toda las comodidades posibles su familia le entregó, vistió bonito bajo la luna y fresco bajo el sol, no le gustaba la lluvia y se quejaba del calor; la primera su cabello despeinó, la segunda excesiva transpiración le brindó. Estudió, entrenó y trabajó, pero nada de eso le gustó. Sus parientes le enseñaron lo bueno y lo malo él escogió. Una amistad le presentó la calle y eso sí que le encantó. Conoció una amiga nueva y con ella se quedó, fue un cambio abismal; pasó de su casa a un callejón. La ese se agrandó, ahora se cree un dios, dejó de ver por ojos ajenos y de todo se adueñó. Venía de la nada, pero iba por todo. Las caricias de su madre jamás las aceptó, las de su abuela siempre las ignoró, y los consejos de sus tíos nunca los escuchó. Hasta los quince años de su casa no salió. Si un día quiso aquellos zapatos; mami se los compró Quería estar a la moda; papi lo vistió. Como la e, salió de noche sin saber para dónde fue, vistiendo de negro desde la cabe...

VIII Concurso del cuento corto, SANTA ELENA CITY

Dicen que estoy loco. Algunos se preguntan cómo terminé aquí, pescando en el caño de la galería Santa Elena. Yo les digo que no es ningún caño, que es un río, pero que ellos todavía no lo pueden ver. Se ríen de mí, tomándome como un caso perdido. Qué más da, sigo en lo mío, tratando de pescar alguna rata en este majestuoso río negro que se extiende por toda la ciudad. ¿Que cómo uno termina viviendo a la orilla de un caño, en medio de la basura y de los adictos? Eso es fácil de responder, toda la respuesta radica en que uno se aburre, se cansa, se fastidia de llevar una vida inalterable. Se cansa de las mañanas en las que te levantas y quieres seguir durmiendo, pero sabes que si sigues durmiendo al rato llegarán las llamadas de tu jefe para preguntarte no cómo estás, sino cuánto tardas en llegar. Un ser humano normal se fastidia del día a día, de la lucha por la supervivencia urbana, de los malos tratos entre nosotros mismos, de los horarios, de las metas que tienes por cumplir. Díganme...