VI Concurso de Cuento Corto: Por casualidad

 


Para quien sea que se lo pregunte, escribo esto para desahogarme, no tengo otra justificación y eso basta mí ¿acaso soy el único sujeto en todo el planeta que se inventa un drama para hacer la vida un tanto más sencilla? La respuesta es obvia. Pertenezco a ese numeroso grupo de soñadores inmorales y no tengo ningún reparo en instrumentalizar cualquier situación o persona si eso contribuye a formalizar el mundo ideal donde paso la mayor parte del tiempo. No soy especial ni pretendo serlo, no estoy orgulloso de mi manera de actuar, lo considero un defecto y nunca me cansaré de combatirlo, utilizando todos los medios a mi alcance. Pero basta, de mí no quiero hablar, por los hechos seguramente serán capaces de deducir mis mayores secretos. Empezaré por el principio, como es debido. Para mala suerte suya y mía, conocí a Luciana un lunes a eso de las seis, cuando entraba al salón.


La encontré junto a la ventana, casualmente, mientras me acercaba a la puerta tuve un intenso deseo de sentarme en el mismo lugar, para ese momento aún no habíamos cruzado miradas. Es una pena, el destino me brindó la oportunidad de corregir mi suerte y la desaproveché. Desafiando mi timidez natural, me senté justo detrás suyo. Ella no se movió durante las clases siguientes y yo tampoco iba a hacerlo. Al principio intercambios saludos, algunas sonrisas e incluso hicimos unas cuantas actividades juntos. Había química, de eso estoy tan seguro como de su desprecio, me lo he ganado.


No pasó mucho tiempo para que empezáramos a escribirnos por WhatsApp. Hablábamos todo el día, tanto de cuestiones puramente académicas como de nuestras vida, con una confianza inusual en una “amistad” tan prematura. Al mes, salimos a comer. En persona era más reservada, pero eso no significa que yo, con mi buen sentido del humor, no consiguiera sacarle una sonrisa. Luego caminamos hasta la universidad, nos quedaba muy cerca, y estuvimos sentados el día entero bajo la sombra de un gran árbol, soltando las pequeñas pistas de una pasión velada.


Yo tenía novia, cuando conocí a Luciana habíamos terminado, tuvimos un problema estúpido y dejamos de hablarnos. Debo admitir a desgana que poseo la mala costumbre de ofenderme por todo, soy lo que algunos llamarían “un tipo sensible” y con un sentido atrofiado de la dignidad. Creí con la fe de un fanático que ella, mi expareja, había cometido la peor infamia posible contra mí. Bajo los influjos de un atmosfera como esta, me resulto sencillo endiosar a Luciana, atribuyéndole todas las virtudes soñadas, poniéndola muy por encima de la otra, deformada gracias a mi orgullo herido.


Hasta ahora no he dicho nada extraordinario, historias como estás abundan en todas partes, son el drama de cada día. Lo mejor o lo peor, según se lo mire, viene después, cuando mi voluble corazón respondió inmediatamente, sin haber hecho ningún razonamiento, a los sentimientos de la otra. Odio usar un lenguaje tan estúpido, pero entenderán que no existe otro modo de expresar algo estúpido. Sí, regresé con ella de inmediato y corte toda relación con Luciana. Habíamos acordado vernos al día siguiente para aclarar cualquier duda acerca de nuestra extraña amistad. Me avergüenza aceptarlo, pero es así, la dejé plantada. Me la imagino esperando junto al mismo árbol, con su vestido moteado y las medias de malla deshechas, maquillada torpemente para la ocasión.


Tampoco intenté disculparme, no le envié ningún mensaje pidiéndole perdón. En el fondo no me sentía culpable, nunca le prometí nada ni le di muestras fehacientes de un sentimiento distinto, ella tampoco lo hizo. Cuando nos encontramos por primera vez después de lo ocurrido, ni siquiera nos miramos a los ojos. Un buen día me vio junto a mi novia en la biblioteca, y yo, al poco tiempo, también la vi con un tipo. No le debo nada, ahora estoy convencido de ello. Quizás ella también me utilizó, a veces queremos distraernos, fingirnos en una vida más interesante a la nuestra y no sabemos cómo hacerlo, ni por dónde empezar… pude ser su pasatiempo ¡Sí! Fui su pasatiempo y estaba autorizado a instrumentalizarla, incluso debí prolongar el juego, comprometerme enteramente… como si fuera real.



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