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VI Concurso de Cuento Corto: Sueño que respiro

 



SUEÑO QUE RESPIRO, no que muero, sino que respiro, que me tomas por la cintura y me aprietas contra ti, acercas tus labios a la distancia exacta para no rozar los míos, y sueño que respiro. Entonces despierto. Nunca alcanzo a besarte. Tú cierras los ojos y yo abro los míos de súbito. Aquí acaba el sueño: cada mañana, cuando despierto, siento que muero en otra parte.


Tú nunca apareces en el lado que yo habito. He preguntado por ti. He dicho que eres alto, de brazos cruzados y ojos color espejo. Así, con ese calificativo: espejo. Porque no encuentro otra forma para designar el color de esos ojos que me reflejan. Mamá dijo que debe sacarme otra cita con el doctor porque yo estoy muy enferma; yo le dije que no era necesario porque sé que tú sólo existes en un sueño, pero ella dice que mis sueños son riesgosos y yo le respondo en broma que vale la pena arriesgarse por los sueños. Sin embargo, ella se pone brava y me castiga despertándome más temprano; incluso antes de que alcance a respirar sobre tus labios.


Del lado en que no estás la vida es triste. Debo ir al colegio y soportar que se burlen de mí porque duermo mucho y a veces he faltado a estudiar por varios días. Los chicos me apodaron la Sonámbula; dicen que prefiero dormir a vivir. Y no se equivocan, pues mi momento favorito es la noche, cuando duermo y te veo. Aunque mamá casi siempre está temerosa en ese momento, pero yo le digo que se quede tranquila, que despertaré.


Cierro los ojos y despierto otra vez de tu lado. Ahí estás: eres feo. Profundo y feo. Tan feo que me acabas pareciendo lindo. Pero eso está bien, porque yo también soy fea, uso frenillos, me como las uñas y mi cabello permanece amarrado con una moña que me hace ver larga la frente. Me gusta cuando cruzas los brazos. Siempre haces eso: cruzas los brazos y miras al cielo durante el ocaso. Te pregunto si observas algo en particular y me dices que esperas a que descienda un ángel rojo.


Siento que me sacuden desde el otro lado de la vida, pero no quiero despertarme.


Debe ser mamá. Pero yo quisiera ver el descenso del ángel que esperas.


Llevo muchas horas sin despertar. Tú desatas los brazos, me tomas por la cintura y me aprietas contra ti, acercas tus labios hasta el borde de los míos y yo sólo respiro. Nunca entiendo por qué no soy capaz de moverme; si pudiera hacerlo te besaría.


La última vez que mi madre me llevó a la clínica de trastornos del sueño, el doctor le dijo que no me dejara dormir por más de seis horas seguidas. Siempre debía despertarme antes de ese tiempo porque podría ser grave. Yo creo que las seis horas pasaron hace mucho y por eso mi madre me sacude desde el otro lado de la vida.


Quisiera despertar y que tú estuvieras ahí, te propongo que del otro lado también puedes ver los ocasos. Pero tú me dices que jamás podrás estar del otro lado. Observo mi reflejo en tus ojos: la tristeza me ha enrojecido. Tú sonríes y por fin me besas. He dejado de sentir que me sacuden.



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