Había una vez una familia de
pequeñas hormigas, cada una de ella idénticas, casi qué imposible
diferenciarse, pero había una, sí, una en específico, qué estaba decidida a
sobresalir, no le importaba si tenía las mismas antenas, el mismo color café de
su cuerpo e incluso el mismo alto y ancho qué las demás, su nombre simdip.
Un día se levantó muy temprano
cuando las demás seguían durmiendo y alzó la voz exclamando: yo Simdip hoy me
auto postuló para ser la hormiga alcaldesa, qué cuento de reina, yo hoy decido
ser alcaldesa, en ese momento hubo un silencio, en donde la familia se miró
entre sí y siguieron en sus faenas. Simdip triste y desesperada gritaba a
grandes voces, diciendo: ¡yo tan diferente entre estas hormigas tan iguales! ,
hasta que en medio de unos arbustos, qué a su mirada eran como grandes
montañas, qué cubrían el cielo escucho un ruido, como de animal, ella
atemorizada recordó qué se había autodenominado para gobernar su hormiguero,
tomo un diminuto grano de arroz como defensa y se introdujo en el arbusto, en
ese momento ya estaba todo el hormiguero en la expectativa de que pasaría,
cuando la hormiga salió estaba manchada, su familia se preguntó ¿será sangre?
¿Estará herida? ¿Pero qué paso?, Pero recordaron qué las hormigas no tienen
sangre y se rieron, pues era un chiste que habían escuchado a unos “gigantes”.
Entonces salió la hormiga
riéndose a grandes carcajadas diciendo: ¿hormigas inservibles, acaso no saben
que un monstruo venía a devorarlas? ¡Yo hormiga alcaldesa, los libre!, en mi
cuerpo está qué es verdad, ya qué le di su paliza, ¡pero alto! No pasen a
verlo, pues podrían despertarlo y querer cobrar venganza, pues con mi grano de
arroz apunte hacia su ojo izquierdo y se lo mande y empezó a sangrar, no se me
acerquen, pues esta sangre puede ser mágica, no me cuestionen de como lo hice,
pues solo sé que una magia dentro de los arbustos me dio esa valentía. El
pueblo quedo atónito, algunos dudando y algunos le creyeron ya qué ella nunca
había sido igual.
La hormiga en su nido reposaba
con una gran sonrisa, pues era una sonrisa de astucia, ya que nunca había visto
un monstruo, ni mucho menos hubiera podido herirlo, más, sin embargo, cuando
entro al arbusto, dejo que su imaginación trascendiera los límites y se frotó
sobre unas cerezas y quedo con ese color rojo y se inventó toda su fantasía de
la cual recibió la aprobación de alcaldesa.
Pasaron tres días y las hormigas
atraídas por el dulce olor de las cerezas andaban buscando de donde provenía
dicho olor, hasta que formaron un círculo alrededor del nido de simdip,
susurrando entre ellas que simdip estaba ocultado algo, simdip cuando despertó
y vio al pueblo a su alrededor se alegró, y pensó “ mírelas, tienen miedo y
necesitan de mi ayuda”, simdip saco su mejor vestuario y salió a dar la cara,
cuando abrió la puerta, todas las demás hormigas entraron a su nido guiadas
solo por el olor, hasta que se dieron cuenta que la ropa que había utilizado el
día de la gran batalla contra el “Monstruo” verdaderamente estaba manchada era
de fruta.
Las hormigas decepcionadas,
querían desterrar de su tierra a simdip, hasta pensaron en acabar con su vida,
simdip bastante apenada, pidió clemencia, diciendo: no por favor, yo solo
quería ser diferente, pero ahora me doy cuenta que estaba en lo incorrecto, no
era la manera de querer destacar, perdón. Las hormigas al escuchar que estaba
siendo sincera decidieron perdonarla a cambio de que las llevara a los arbustos
de cereza para ellas poder disfrutar, lo cual ella accedió. Estando allí en los
arbustos los cuales para ellas era el paraíso, decidieron declarar a simdip
como su alcaldesa, ya que se necesita más valentía para aceptar los errores que
para derrotar a un monstruo. Fin
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