VII Concurso del cuento corto, COSMOGONIA DE MI HOY

 


El principio no era nada. Todo era oscuro y carente.

Los creadores estaban aburridos. Lo único para hacer era tener sexo, pues no existía nada más que sus cuerpos. Un día, al observar la sábana arrugada por sus perennes orgías, se les ocurrió crear algo encima de estas deformidades, que hoy llamamos “montañas”.

Las partes llanas de la sábana las cubrieron con una roca porosa. O sea, “asfalto”. Aún se veía demasiado plano, así que con sus dedos, pellizcaron el asfalto y moldearon lo que conocemos hoy como “postes”. Luego, los unieron con cables, para que las aves pudieran posarse.

Pese a ello, los hacedores creían que la vacuidad persistía. Por lo cuál, concibieron los carros, las camionetas y las motocicletas para darle dinamismo a la planicie. Pero notaron que los vehículos chocaban y erraban sin rumbo. Entonces, con sus manos, levantaron bultitos de asfalto, creando y separando caminos.

La soberbia de los vehículos, orgullosos de su fuerza y velocidad, desagradó a los artífices. Así que diseñaron un ser para que señorease sobre ellos. Las motocicletas, que se vanagloriaban de ser más rápidas y ágiles, recibieron doble castigo, enflaqueciendo los cuerpos de la mitad de su población. A las motos demacradas las nombramos “bicicletas”.

Las aves se mofaron por la humillación hacia los vehículos. Esta burla no agradó a los creadores. Por lo tanto, crearon vehículos que podían volar más alto que estas: los aviones. Además, no permitieron que dispusieran sus nidos en postes, sino que sacudieron con sus manos algunas partes del asfalto y crearon postes deformes y de tonos variados, a los que llamaron “árboles” y obligaron a las aves a vivir en ellos.

Los creadores moldearon al ser humano con plástico. Del mismo plástico, crearon todas sus pertenencias: juguetes, estantes, utensilios de cocina y electrodomésticos. Estos también estaban hechos de metal, el cuál es plástico, pero endurecido. Luego, los humanos se apoderaron de los separadores de calles y los llamaron “casas”.

Montoncitos de polvo y pelusa se acumulaban dentro de las casas, en sus esquinas. Estos montoncitos se transformaron en los perros. Es por eso que estos seres frecuentan el piso y algunos prefieren las esquinas. Los montoncitos muy livianos que eran levantados por el aire hasta el techo, se transformaron en los gatos. Por eso, los mininos se sienten cómodos en los sitios altos y son muy livianos. La suciedad acumulada en el alcantarillado, producto de la mugre, el aceite y el hollín de los vehículos, se transformó en arañas, cucarachas y ratas.

Pero les parecía a los creadores que hacía falta saturación. Así que decidieron dar luz creando el tepew, una energía en principio, de color azulado, que todo lo abarcaba en las alturas.

El cielo por sí solo resultaba muy soso. Entonces, los creadores hicieron aparecer en él, imágenes nubladas. Cada persona que viera una nube, encontraría en ella una forma particular, de acuerdo a su pensamiento. Esto divertía a las deidades, pues les permitía conocer los pensamientos humanos.

Tanto tepew había en el cielo, que se sobre calentaba. Por esto, los creadores decidieron que este se apagaría automáticamente por unas horas.. Al darse cuenta de la incapacidad de los humanos para vivir en la oscuridad, decidieron iluminar sus noches, dotando a cada poste y cada casa, pequeñas porciones de tepew

Para entretener a los humanos, crearon cajas de metal y plástico con tepew en su interior, dotando al ser humano de la habilidad para manipularlo a su antojo, creando palabras, imágenes, videos y música, que no es más que tepew danzando en el aire. El contenido en estas cajas que llamamos “pantallas”, es usado para entretenimiento, pero también mal usado para difundir teorías evidentemente falsas sobre la creación del mundo.

De vez en cuando, la furia de los dioses de alguna manera se desataba y estos arrebataban el suministro de tepew a los humanos por horas o días. A estos se le conocen como “apagones”. Los humanos, temerosos de que algo enfureciera a los dioses al punto de ser despojados del tepew para siempre, transcribían información de las pantallas, a láminas provenientes de los árboles. O sea, a libros.


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