El principio no era nada. Todo era oscuro y carente.
Los creadores estaban aburridos.
Lo único para hacer era tener sexo, pues no existía nada más que sus cuerpos.
Un día, al observar la sábana arrugada por sus perennes orgías, se les ocurrió
crear algo encima de estas deformidades, que hoy llamamos “montañas”.
Las
partes llanas de la sábana las cubrieron con una roca porosa. O sea, “asfalto”.
Aún se veía demasiado plano, así que con sus dedos, pellizcaron el asfalto y
moldearon lo que conocemos hoy como “postes”. Luego, los unieron con cables,
para que las aves pudieran posarse.
Pese a ello, los hacedores creían
que la vacuidad persistía. Por lo cuál, concibieron los carros, las camionetas
y las motocicletas para darle dinamismo a la planicie. Pero notaron que los
vehículos chocaban y erraban sin rumbo. Entonces, con sus manos, levantaron
bultitos de asfalto, creando y separando caminos.
La soberbia de los vehículos,
orgullosos de su fuerza y velocidad, desagradó a los artífices. Así que
diseñaron un ser para que señorease sobre ellos. Las motocicletas, que se
vanagloriaban de ser más rápidas y ágiles, recibieron doble castigo, enflaqueciendo
los cuerpos de la mitad de su población. A las motos demacradas las nombramos
“bicicletas”.
Las aves se mofaron por la
humillación hacia los vehículos. Esta burla no agradó a los creadores. Por lo
tanto, crearon vehículos que podían volar más alto que estas: los aviones.
Además, no permitieron que dispusieran sus nidos en postes, sino que sacudieron
con sus manos algunas partes del asfalto y crearon postes deformes y de tonos
variados, a los que llamaron “árboles” y obligaron a las aves a vivir en ellos.
Los creadores moldearon al ser
humano con plástico. Del mismo plástico, crearon todas sus pertenencias:
juguetes, estantes, utensilios de cocina y electrodomésticos. Estos también
estaban hechos de metal, el cuál es plástico, pero endurecido. Luego, los humanos
se apoderaron de los separadores de calles y los llamaron “casas”.
Montoncitos de polvo y pelusa se
acumulaban dentro de las casas, en sus esquinas. Estos montoncitos se
transformaron en los perros. Es por eso que estos seres frecuentan el piso y
algunos prefieren las esquinas. Los montoncitos muy livianos que eran levantados
por el aire hasta el techo, se transformaron en los gatos. Por eso, los mininos
se sienten cómodos en los sitios altos y son muy livianos. La suciedad
acumulada en el alcantarillado, producto de la mugre, el aceite y el hollín de
los vehículos, se transformó en arañas, cucarachas y ratas.
Pero les parecía a los creadores
que hacía falta saturación. Así que decidieron dar luz creando el tepew, una
energía en principio, de color azulado, que todo lo abarcaba en las alturas.
El cielo por sí solo resultaba
muy soso. Entonces, los creadores hicieron aparecer en él, imágenes nubladas.
Cada persona que viera una nube, encontraría en ella una forma particular, de
acuerdo a su pensamiento. Esto divertía a las deidades, pues les permitía
conocer los pensamientos humanos.
Tanto tepew había en el cielo,
que se sobre calentaba. Por esto, los creadores decidieron que este se apagaría
automáticamente por unas horas.. Al darse cuenta de la incapacidad de los
humanos para vivir en la oscuridad, decidieron iluminar sus noches, dotando a
cada poste y cada casa, pequeñas porciones de tepew
Para entretener a los humanos,
crearon cajas de metal y plástico con tepew en su interior, dotando al ser
humano de la habilidad para manipularlo a su antojo, creando palabras,
imágenes, videos y música, que no es más que tepew danzando en el aire. El contenido
en estas cajas que llamamos “pantallas”, es usado para entretenimiento, pero
también mal usado para difundir teorías evidentemente falsas sobre la creación
del mundo.
De vez en cuando, la furia de los
dioses de alguna manera se desataba y estos arrebataban el suministro de tepew
a los humanos por horas o días. A estos se le conocen como “apagones”. Los
humanos, temerosos de que algo enfureciera a los dioses al punto de ser
despojados del tepew para siempre, transcribían información de las pantallas, a
láminas provenientes de los árboles. O sea, a libros.
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