VII Concurso del cuento corto, EL NIÑO QUE LE TEMÍA A LA MUERTE

 



Hace mucho, mucho tiempo en una lejana aldea vivía un pequeño niño, él era muy conocido por ser el hijo del duque. El pequeño tenía muchos amigos todos los días jugaba, se divertía tanto hasta no tener alientos, hasta que el sol se ocultara en la colina de violetas. Cuando se acostaba, esperaba ansiosamente la mañana siguiente para poder volver a jugar y reír tanto como ese día.

 

Un día, cuando el cielo estaba despejado y el sol brillaba más que el día anterior, el padre del pequeño, el gran duque falleció. Todo el castillo fue acogido por una gran tristeza, y en su cuarto el pequeño lloraba desconsolado. Lloro y lloro toda la tarde, se sentía infeliz , porque la muerte le había arrebatado a su padre que no había hecho ningún mal.

 

Ese día no tuvo ganas de jugar, por la tarde fue hasta la colina de violetas, quería hacerle un ramo de flores a su padre, y mientras recolectaba las flores una suave voz le habló a sus espaldas:

 

-        Hola pequeño, veo que hoy lloras mucho.

y el pequeño le contestó a la voz:

 

-        mi padre murió y yo no quería perderlo.

-        que alguien muera es inevitable para un humano

-        le contestó la bruja.

-        pues odio a la muerte, me da miedo, me quedaré solo por su culpa. - yo puedo hacer que tengas una vida eterna, así la muerte jamás te tocará. Pero, a cambio quiero que me des todas tus lágrimas, si aceptas ten en cuenta que jamás podrás volver a llorar, no importa cuánto lo intentes.

El pequeño aceptó el trato, ya que para él las lágrimas solo eran dolor. Y así pasó el tiempo, el pequeño ya no creció, ya no envejecía, ya era feliz, ya no iba a estar solo, no le tendría más miedo a la muerte.

 

Pero, a medida que pasaban las estaciones y el tiempo seguía con su inquebrantable curso, un dolor incomprensible carcomía al pequeño, ya no se sentía feliz. Las demás personas a diferencia de él, tenían un flujo de vida normal, por lo que año tras año se debía despedir de seres queridos.

 

Transcurrieron varias décadas, una plaga invadió el pueblo y todos se fueron de la aldea, excepto él, quien siguió viviendo dentro del castillo de su padre. Ya los días transcurrían vacíos, no era feliz y el dolor le pesaba más y más. Un día quiso ir a la colina de violetas, y se encontró con la bruja.

 

-        No comprendo, mi vida es infeliz

-        dijo el pequeño a la bruja. La bruja le contestó:

-        tu ya no posees una vida, eres eterno, inquebrantable como el tiempo.

-        me duele, me duele mucho - el pequeño señala su pecho.

-        ya no puedes hacer nada, fue tu decisión.

-        por favor ¡te lo suplico!, ¿dime qué es lo que necesito?

-        ya no puedes tener lo que necesitas, tu me lo obsequiaste a cambio de no morir nunca.

La bruja desapareció, y el pequeño se quedó solo en el castillo, nunca se le volvió a ver.

 

“La muerte no es mala ni da miedo, la vida necesita de la muerte y las lágrimas. El dolor y la felicidad te hacen estar vivo.”


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