VII Concurso del cuento corto, UN PINTOR DE CAMINOS

 


Camino sombreado por muros, acaso no triunfante sino derrotado. No conozco este  laberinto imperfecto y finito, superado desde hace tiempo por mis acompañantes. Cuando  todo es laberinto, caminar juntos calma mis angustias y mis miedos. Por ahora, la compañía  y no su compañía es lo que me alivia. Buscar encuentros es sencillo… tal vez, no estoy  seguro. En ocasiones donde se cruzan los caminos inadvertidamente uno se sienta a esperar,  también inadvertidamente, hasta que algo sucede, alguien o algo aparece. Así la encontré a  ella y no al revés como le parecía, uno encuentra lo valioso, no lo vacío. Otras veces, en  bocacalles uno se sienta a esperar hasta que al fin aparecen. Así, maquinalmente, encontré a  mis acompañantes.

Me desvanezco entre grandes caminos polvorientos, fijos y endurecidos. No hay árboles,  no hay raíces, no hay piedras en el camino. Parece que sigo el camino del no ser mientras los  únicos obstáculos emanan de mí, sin todavía marchitarse. Transito por el laberinto conjeturando un horizonte crepuscular. Reconozco por fin, y gracias a los recluidos, su  belleza… también su atroz enigma. Mis acompañantes son sus cómplices, no guías: son  cuidadores de caminos. La morfología del laberinto por ahora me es incierta y desagradable. Sólo tengo un par de hojas, cenizas y un poco de óleo en mi bolsillo para pintarlo.

Quiero pintar… pero cada trazo es una herida. Cada pincelada que brota de mis manos,  en este instante, esta embriagada de desgraciados muros. A cada paso me emborracho de  errores. Mi pincel no olvida que todo lo desvirtúa, que no alcanza a acariciar la belleza del  camino, que no agota al vasto laberinto, pero sobre todo estos, mis primeros bocetos, no te

olvidan. Mis manos no obedecen, nacen atravesándome, cortan mi ser e incrementan el dolor  en mi nada; ascienden y descienden escogiendo tu alma una y mil veces. Hoy pintar es morir. Hoy pintar es un gran arte suicida. Sin embargo, este combate sucede  en el silencio de un corazón contradictorio. Siempre que batallo con los blancos silencios de  las páginas algo dentro de mí me fuerza a seguir para liberarme. Debo pintar, pero sólo soy  capaz muy lentamente. Debo pintar hasta que sienta que es suficiente o hasta que quede  exhausto. Quizás esa fuerza que me empuja también seas tú, pues, después de todo, sembraste la pintura en mi pluma en un reciente y ya imposible ayer.

El óleo tarda en secar. Las constelaciones juguetean y entonces yo te escucho maestra… Sé que has muerto, lo atestiguan mis ojos, mis oídos, la firmeza de la letra, mas mi alma  profunda, no. Es ya casi un año el que me separa eternamente de tu oleosa mirada. Un tiempo breve si se mide conforme al reloj, pero enorme si se mide por catástrofes espirituales, días  de absoluta soledad y devenires. Siento en mi bolsillo aquellos viejos pliegos de carta,  tupidamente cubiertos de tu escritura. Están agrietados por el tiempo, resquebrajados y  amarillos. Entre sus resquicios y dobleces se han perdido frases enteras.

Esfuerzo estos húmedos ojos. Leo tu primera página. No la entiendo. Presuponen caminos  y horizontes que no he transitado ni pintado. No obstante, del hecho que no entienda algunas  cosas no se sigue que esa tinta herida no me diga nada. Me preguntan si recorro el camino  que busco. Me testifican que a todo caminar juntos lo acosa, espontánea o voluntariamente,  un camino que se debe seguir solo. Me dicen, calentándome el corazón, que los no caminos  todavía existen. Sus palabras me liberan… Algo cambia, su lenguaje deviene feroz, me  lastima y ahora camino herido. ¡¿Para quién pintas?! Me gritan. No lo sé, no hay un rastro  que me ayude más allá de la sangre. Sin explicarse a mi mente viene tu muerte, primera  viajera errante en esta sociedad sedentaria. Todos se encierran, todo se encierra, forma y  materia. Caminar es apertura… caminar no como cuidador de caminos, sino como cuidador  del caminar. Las otras manos no me lo permitirán… no importa ¡Yo pinto para mi sombra!

He pintado por primera vez el camino y en mis ojos destella ya para siempre lo sublime. Ahora estoy completamente agotado y debo descansar para caminarlo.


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