Estos días he sentido cómo
llegas, el ambiente es más frío que de costumbre, siento tus pasos tan cerca,
tu aura, si es que tuvieras un cuerpo. Anoche creo que me visitaste, no sé en
realidad cómo debería de sentirme, te anhelo tanto y deseo que vengas, pero
creo que ahora tengo miedo, ¿es eso normal? Y si lo es, entonces estoy
dispuesta a pasar por este proceso, estoy esperando por ti hace muchos años, he
llorado, he querido adelantarme, he estado perdida, he querido regocijarme en
ti, en lo que me puedes brindar, en aquella paz que sé que puedo encontrar
entre tus manos heladas. ¿Manos?, ¿acaso la muerte tiene manos?, ¿viene con
aquella guadaña color plata?, esa representación que tengo de ti la he ido
adquiriendo a lo largo del tiempo, te he concebido vestida de negro, asociada
al frío y a la oscuridad, ¿pero realmente eres así?
Él me dice que eres muy
diferente, que no tienes un rostro, ni un cuerpo, ni un olor, ni un color
específico... Y aunque cada que lo veo sigo indagando, no sabe darme una
descripción detallada, justo anoche le comentaba que yo pensaba que eras
viento, que eras paz, que eras tranquilidad, que eras sigilosa y que deseaba
partir contigo; yo me he ido enamorando de ti sin conocerte en realidad, yo
solo quiero que partamos, que me lleves en aquella paz que sé que aguardas.
Quiero ser libre junto a ti, si es que en realidad la libertad existe...
Muerte, esto es para ti, escribo
por ti, escribo para hacer que mi estancia aquí sea más llevadera, si todavía
no quieres mi compañía, espero que me dejes seguir escribiendo, es lo único que
te pido. Muerte, mi adoraba muerte.
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