一¿No te parece que el metro de cinta
de tela está muy caro aquí?—preguntó Chana más bien como por decir algo y
ahogar la sensación de inutilidad propia de estos casos—.
Deberíamos ir al otro almacén, son solo dos cuadras
más. 一Sí, va a tocar, aunque me gusta este color y no sé si lo vamos
a encontrar en el otro almacén.—Respondió Val sin levantar la vista de las cintas y ignorando por completo las
angustias de Chana, acostumbrada como estaba a lo que le parecía un
comportamiento
“típico”—. 一Da
igual, si no lo encontramos, volvemos aquí.—lo dijo mirándolo e intentando leer
en su rostro su propio pensamiento—¿Qué dices?. 一No tengo tiempo para volver, se supone
que la entrega es a las 4:00 y ya son las 2:30 pm. 一Claro, el
tiempo.—Emitió una risita que a Val le pareció de burla. 一Ahí
vas otra vez haciéndote la divertida, ¿no te cansas?.—Lo dijo un poco molesta
pero sin levantar aún la vista de la cintas.
一No lo hago corriendo, además si una no
es bella al menos debe procurar ser divertida— Era tan consciente como Val de
que solo lo decía para irritarla, una especie de licencia perversa que se daba
con su pequeña hermana. 一Ajá—gruño Val— ¿te parece que este
tono vaya con su piel?一. Pregunto Valeria mientras extendía una cinta de color
mostaza frente a sus ojos. 一A ninguna piel le va ese color一respondió,
aburrida Chana. 一No sé para qué te traigo, si jamás ayudas en nada. 一Es una forma de constatar tu belleza. 一Nos
quedaremos aquí, unos pesos más, unos pesos menos, da igual. 一El tiempo es tan valioso como el agua,
e igual de fluido. —comentó Chana mientras se paseaba frente a Val intentando
que la mirar. 一Me alegra ver que
al menos alguien se divierte, ¿Te parece si llevamos, dos metros de esta?.
一Es tu entrega, tú decides que llevas.
一Sí, yo decido. Llevaremos entonces dos metros de la palo de
rosa, y tres metros de la azul cyan一 le dijo Valeria a la señorita que la
atendía. Volviéndose hacia su hermana, le pregunto一 ¿Qué es lo que
quieres? Has estado especialmente irritable.
一No es nada, es que … ¿No has estado
por ahí, quizás viajando en un bus, cuando ves tu reflejo en la ventana y te
das cuenta de que no reconoces tu cara? ¿como sí anduvieras por ahí sonriendo
con una sonrisa imaginada? 一¿No te ves al espejo todos los
días?—La miró al fin Val, arqueando una ceja,
一Haz un esfuerzo Val, no es lo mismo, cuando una se mira en el
espejo ya sabe lo que va a encontrar, es como si llevara su imagen ya hecha,
esto es diferente… me pareció que me asaltó de repente, como si … 一A
mí no me pasan esas cosas, es que ponga un pie en un bus y me quedo
dormida. 一Pero piensa, Val, ¿te gusta tu cara?
No la que imaginas, sino la que es.
一No lo sé, Chana. Me gusta lo que veo
en el espejo, me gustan estas cintas y me gusta que me ayudes a escoger, ya te
dije que no tengo tiempo.
一Lleva también la de color durazno y la salmón, esas quedan con
su tono de piel. 一¿Ves que si
puedes? Todo es que le pongas voluntad. 一Val, pero piénsalo. El otro día estaba
en el banco haciendo lo de papá, frente a mí estaba el monitor de la cámara de
seguridad, podía ver a una mujer de espalda, vestida como yo… esa mujer en el
monitor era yo, Val, era otra yo, otra yo que además es bastante fea.
Val la miró con atención quería
saber a qué venia aquello, sus ojos se fijaron en los de su hermana, le pareció
que veía algo en ellos, un rostro desconocido, se acercó más, había algo en
aquellas facciones, si tan solo los ojos de Chana…
—¿Te parece si llevábamos también
un espejo?—acertó a responder Val.
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