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VII Concurso del cuento corto, EN LA TIENDA

 


¿No te parece que el metro de cinta de tela está muy caro aquí?—preguntó Chana más bien como por decir algo y ahogar la sensación de inutilidad propia de estos casos—. 

Deberíamos ir al otro almacén, son solo dos cuadras más. Sí, va a tocar, aunque me gusta este color y no sé si lo vamos a encontrar en el otro almacén.—Respondió Val sin levantar la vista de  las cintas y ignorando por completo las angustias de Chana, acostumbrada como estaba a lo que le parecía un comportamiento

“típico”—. Da igual, si no lo encontramos, volvemos aquí.—lo dijo mirándolo e intentando leer en su rostro su propio pensamiento—¿Qué dices?. No tengo tiempo para volver, se supone que la entrega es a las 4:00 y ya son las 2:30 pm. Claro, el tiempo.—Emitió una risita que a Val le pareció de burla. Ahí vas otra vez haciéndote la divertida, ¿no te cansas?.—Lo dijo un poco molesta pero sin levantar aún la vista de la cintas.

No lo hago corriendo, además si una no es bella al menos debe procurar ser divertida— Era tan consciente como Val de que solo lo decía para irritarla, una especie de licencia perversa que se daba con su pequeña hermana. Ajá—gruño Val— ¿te parece que este tono vaya con su piel?. Pregunto Valeria mientras extendía una cinta de color mostaza frente a sus ojos. A ninguna piel le va ese colorrespondió, aburrida Chana. No sé para qué te traigo, si jamás ayudas en nada.  Es una forma de constatar tu belleza. Nos quedaremos aquí, unos pesos más, unos pesos menos, da igual.  El tiempo es tan valioso como el agua, e igual de fluido. —comentó Chana mientras se paseaba frente a Val intentando que la mirar.  Me alegra ver que al menos alguien se divierte, ¿Te parece si llevamos, dos metros de esta?.

Es tu entrega, tú decides que llevas.

Sí, yo decido. Llevaremos entonces dos metros de la palo de rosa, y tres metros de la azul cyan le dijo Valeria a la señorita que la atendía. Volviéndose hacia su hermana, le pregunto ¿Qué es lo que quieres? Has estado especialmente irritable.

No es nada, es que … ¿No has estado por ahí, quizás viajando en un bus, cuando ves tu reflejo en la ventana y te das cuenta de que no reconoces tu cara? ¿como sí anduvieras por ahí sonriendo con una sonrisa imaginada? ¿No te ves al espejo todos los días?—La miró al fin Val, arqueando una ceja,  Haz un esfuerzo Val, no es lo mismo, cuando una se mira en el espejo ya sabe lo que va a encontrar, es como si llevara su imagen ya hecha, esto es diferente… me pareció que me asaltó de repente, como si … A mí no me pasan esas cosas, es que ponga un pie en un bus y me quedo dormida.  Pero piensa, Val, ¿te gusta tu cara? No la que imaginas, sino la que es.

No lo sé, Chana. Me gusta lo que veo en el espejo, me gustan estas cintas y me gusta que me ayudes a escoger, ya te dije que no tengo tiempo.

Lleva también la de color durazno y la salmón, esas quedan con su tono de piel.  ¿Ves que si puedes? Todo es que le pongas voluntad. Val, pero piénsalo. El otro día estaba en el banco haciendo lo de papá, frente a mí estaba el monitor de la cámara de seguridad, podía ver a una mujer de espalda, vestida como yo… esa mujer en el monitor era yo, Val, era otra yo, otra yo que además es bastante fea.

 

Val la miró con atención quería saber a qué venia aquello, sus ojos se fijaron en los de su hermana, le pareció que veía algo en ellos, un rostro desconocido, se acercó más, había algo en aquellas facciones, si tan solo los ojos de Chana…

 

—¿Te parece si llevábamos también un espejo?—acertó a responder Val.  


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