Mariana llegó particularmente
entusiasmada a la escuela, porque su maestra el día anterior le comunicó a la
clase que hoy aprenderían a usar tijeras.
—Tijeras, tijeras, tijeras—
pensaba Mariana. ¿Cómo y para qué se usaría aquel curioso objeto con el que no
la dejaban jugar?
—Niños, vamos a iniciar la clase.
Tomen sus tijeras y una hoja de papel—
Había llegado la hora de
descubrirlo. Mariana en primera fila estaba muy atenta a la explicación de su
maestra, primero debía tomar sus tijeras e introducir sus deditos en los hoyos,
después acercar la hoja de papel y ponerla en medio de las tijeras, para
finalmente mover sus deditos hacia adentro y hacia afuera e ir avanzando
y corta, corta, corta.
—Esto es muy divertido— pensó.
Esa tarde de camino a casa se
preguntaba —¿Mis tijeras solo cortaran papel?— No lo sabía, pero lo
descubriría.
Al llegar se percató que su casa
mágicamente se había convertido en recortalandia, un lugar con infinitas
posibilidades y objetos para recortar. Con gran emoción tomó sus tijeras y se
subió al tren del recorte e hizo varias paradas: El mantel del comedor se vería
más bonito con un agugero en medio. Tenía talento como decoradora de
interiores, pensó. Después se dirigió hacía la tarea de su hermana: a los
edificios de esta maqueta les hacen falta unas ventanas ¡Vaya, qué buena
arquitecta era Mariana!
La siguiente parada fue el cuarto
de sus padres, al alzar la mirada vio la horrible camisa del uniforme de su
padre, siempre tan enorme cuando su papá era muy delgado. Rápidamente tuvo la
maravillosa idea de arreglar la camisa —Papá ya no tendrá que usar esa horrible
camisa 3 tallas más grande —. Mariana se sintió como una famosa diseñadora de
modas mientras rehacía la camisa —¿Habrá alguna cosa que no pueda hacer bien?
¡No lo creo!—dijo orgullosa de su trabajo.
Finalmente en su última parada,
pasó frente a un espejo, le pareció maravilloso que recortalandia también
tuviera un salón de belleza, y habiendo comprobado que sus fabulosas tijeras
cortaban más que papel, se le ocurrió que para terminar el recorrido se haría
un corte de cabello. Después de todo, ella había hecho todas esas magníficas
obras de arte, era una brillante decoradora, arquitecta, costurera y ahora
también sería estilista—¿qué tan difícil puede ser? al terminar me veré
fabulosa— pensó, y decidida tomó trozos de su cabello y cortó, cortó, y cortó
—Esto es más difícil de lo que imaginé, pero seguro quedará bien— al terminar
se vio al espejo, en su interior algo se revolvió ¿Acaso era enojo lo que
sentía? ¿tristeza? ¿vergüenza? ó… ¿frustración? No, ¡eran todas juntas, lo que
era mucho peor! pero… ¿porque se sentía así? si el mantel de mamá se veía mejor
ahora ¿verdad? y la maqueta de su hermana ¿realmente necesitaba esas ventanas?,
—bueno, la camisa de papá está algo chueca, pero aún puede usarla ¿no?— de lo
único que estaba realmente segura era que su cabello ya no tenía una forma muy
pareja.
Mariana ya no sabía si lo que
había hecho estaba bien, pensó que sería bueno devolver las cosas a su estado
inicial, pero… ¿cómo lo haría?. aunque estaba avergonzada buscó la ayuda de su
madre y le mostró lo que había hecho. Ella con ternura le dijo —No llores, a
veces hacemos cosas sin pensar mucho en las consecuencias, tu intención no fue
mala pero no estuvo bien lo que hiciste mi niña. Lo bueno, es que de los
errores pueden brotar cosas hermosas— así que Mariana se animó. Comprendió que
las cosas ya no volverian a lo que eran antes, pero podían convertirse en algo
más bello y limpiando sus lágrimas, con la ayuda de su madre se dispuso a
reparar los daños causados: El mantel de mamá se veía más hermoso con un parche
de girasol, la maqueta de su hermana con unas cuantas capas de pintura parecía
una hermosa ciudad futurista, la camisa de su padre, con unas pocas costuras se
convirtió verdaderamente en una de su talla y el corte de su cabello con un
peinado nuevo ya no se veía tan mal.
Comentarios
Publicar un comentario
Tus comentarios enriquecen nuestra Biblioteca ¡Gracias por Visitarnos!