Alguna vez hemos soñado con
lograr una meta, al igual que Charlie, un niño de 12 años al que le gustaba
mucho el atletismo y que quería ser atleta profesional cuando fuera grande.
Lamentablemente, no contaba con los recursos suficientes para practicar este
deporte. Su madre trabajaba lavando la ropa de los vecinos, y el dinero apenas
alcanzaba para pagar el alquiler y para comer muy poco.
Todas las mañanas, antes de ir a
estudiar, Charlie salía a correr por la cuadra de su barrio. Cuando terminaba
de correr, su madre Elena preparaba el desayuno. Luego, Charlie se iba a la
escuela con los mismos zapatos que usaba para entrenar, unos zapatos un poco
maltratados, ya que eran los únicos que tenía.
Una mañana de lunes, Charlie hizo
su rutina como siempre. Al llegar a la escuela, unos niños comenzaron a
burlarse de Charlie debido a que sus zapatos tenían un pequeño agujero. Charlie
se sintió mal y se sentó solo en el corredor, sin entrar a clases. Luego, se
fue a trotar a una cancha de fútbol cercana. Cuando ya era mediodía, regresó a
su casa. Allí, su madre lo recibió y le dijo que no había suficiente comida,
por lo que tenía que esperar hasta la noche para poder comer. Charlie
comprendía, ya que no era la primera vez que pasaba esto. Se fue a su cuarto a
leer y finalmente pudo comer en la noche.
Al día siguiente, se levantó, fue
a correr. Su madre le dio la bendición y le dijo que lo esperaba al mediodía.
Charlie llegó a la escuela, asistió a sus clases y luego salió al recreo. En la
pared, vio una convocatoria para una carrera atlética local para niños. Se
sintió feliz y a la vez triste porque sus zapatos estaban ya dañados y no tenía
otros para correr. Se quedó afuera del salón de clases. Su maestra, Lucía, lo
vio y le preguntó qué le pasaba, a lo cual Charlie le contó lo sucedido. La
maestra se sintió conmovida y decidió hablar con el coordinador de la escuela.
Él de inmediato organizó una recolecta de fondos para comprarle unos zapatos
nuevos a Charlie. Todo salió bien y Charlie, muy feliz, les dio las gracias a
sus maestros, al coordinador y a sus compañeros. Prometió que no se rendiría y
que lucharía por su sueño para que todos estuvieran orgullosos.
Charlie le pidió permiso a su
madre para inscribirse en la carrera y también le contó lo que había sucedido
en la escuela. Él le prometió que no la defraudaría y que algún día lograría
cumplir su sueño para poder ayudarla y evitar que pasaran hambre. Su madre
aceptó y le dio el permiso para inscribirse. Charlie se inscribió y durante los
días siguientes, antes de la carrera, empezó a entrenar con más motivación, ya
que quería ganar y comenzar a construir su sueño. Estos eran los primeros pasos
para lograrlo.
Llegó el día de la carrera.
Charlie estaba listo con sus nuevos zapatos y tenía confianza en sí mismo. En
el estadio donde se llevaría a cabo la carrera estaban sus maestros, sus
compañeros y su madre. Todos estaban ahí para apoyarlo. Los demás competidores
estaban listos en la línea de inicio, y Charlie también estaba allí. Comenzó la
cuenta regresiva y la carrera inició. Charlie corrió con todas sus fuerzas, a
pesar de que los demás estaban adelante. No se rindió y siguió corriendo. Logró
alcanzar al que estaba en primer lugar y continuó corriendo sin mirar atrás,
solo enfocado en el objetivo. Finalmente, logró sobrepasar al líder y quedó en
primer lugar. Ahora tenía la delantera y la meta estaba a pocos pasos. Sintió
felicidad y dio un salto al cruzar la meta. Todos aplaudieron y Charlie estaba
contento. Le entregaron el trofeo y dirigió unas palabras a todos. Agradeció a
las personas que lo ayudaron, ya que, sin sus zapatos nuevos, tal vez no habría
llegado hasta allí. Finalmente, entre lágrimas, le hizo la promesa a su madre
de ayudarla, porque tenía la certeza de que cumpliría su sueño.
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