VII Concurso del cuento corto, EN ESTA COLINA NO HAY CANTANTES


La luna desaparecía y la luz del sol se empezaba a asomar. Se escuchaba el pletórico cantar de las aves acompañado de la melodía de una guitarra y una voz incomparable, como era de costumbre cada mañana. De pronto, el grito de Doña Coca despertaba a toda la vecindad. Pedro, muy asustado y aun medio dormido, salió de su casa para conocer el motivo por el cual lo llamaba su abuela. Mientras trataba de encontrarla se distrajo por el canto de don Arturo, tanto que olvidó que su abuela lo necesitaba y se dirigió a casa de aquel artista. 

-  ¡Que talentoso es usted, Don Arturo! – Dijo Pedro mientras bostezaba por lo dormido que aún estaba

-  Usted también lo es – Contestó don Arturo

-  A mis 90 años me he dado cuenta de que la capacidad que tengo para cantar no es algo incognoscible, por el contrario, ha sido el fruto del arduo trabajo que he realizado durante muchos años en los que logré la convergencia entre algo que me apasiona y en lo que soy talentoso, lo cual me ha convertido en el primer y único cantante de este pueblo – Complementó el señor Arturo

Justo cuando Pedro se sentó en el andén de la casa del señor para continuar con la conversación, un fuerte escobazo le sacudió la espalda. 

-  ¡Te comiste todas las empanadas de anoche que había guardado para el desayuno de hoy! – Dijo muy enfurecida doña Coca mientras se llevaba a Pedro para su casa

Ya habían pasado tres semanas y Pedro seguía pensando en las palabras del señor Arturo. Él deseaba ser ciclista y sabía que era el mejor del barrio cuando competían en la colina donde vivían. Aun así, la cicla que tenía no se encontraba en las condiciones necesarias para participar en competiciones más importantes, así que decidió trabajar fuertemente en las horas cuando no se encontraba estudiando con el fin de obtener un buen equipamiento y demostrar su talento. 

Ya habían pasado dos meses y Pedro aun no conseguía el dinero suficiente para la cicla que deseaba comprar, no obstante, como en todo pueblo pequeño, su comunidad ya estaba enterada de lo que él estaba haciendo y decidieron valorar su gran esfuerzo con una recolecta de dinero para completar el monto necesario que necesitaba Pedro. Cuando Pedro recibió aquel apoyo se emocionó mucho, tanto que en un mar de llanto a duras penas podía agradecer a las personas que lo habían ayudado. 

Apenas Pedro recibió el excedente para la compra de su equipo, salió corriendo a la tienda para adquirir todo lo que necesitaba. En el camino se encontró a don Arturo, quien ya era conocedor de su historia y, por tanto, había decidido obsequiarle al joven su bicicleta último modelo la cual había comprado con los ahorros de él y su esposa quien ya había fallecido. Pedro no podía creer todo lo que el señor hacía por él, lo único que podía hacer era abrazarlo y agradecerle por tan maravilloso obsequio. 

-  Con el dinero que recogió el pueblo compra equipo de seguridad, llantas y guarda el resto para los viajes a competiciones que tendrás en un futuro – Dijo don Arturo 

-  Si deseas te acompaño a hacer las compras – Añadió 

Cuando bajaban juntos la colina, un camión sin frenos los sorprendió y arroyó al señor Arturo quién alcanzó a empujar fuertemente a Pedro logrando que se salvara. Pedro quedó inconsciente y cuando logró recuperarse después de 30 minutos en un hospital, fue notificado que don Arturo había fallecido.

Ya habían pasado dos días desde aquella tragedia, todo el pueblo se había reunido para despedir al señor Arturo y en el momento del sepelio todos entonaban en un desafinado coro “Ya no hay cantante en esta colina”.  


 

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