VII Concurso del cuento corto, SOLO EL YARUMO FUE TESTIGO

 


A eso de las cinco de la mañana, se aproximaban tres camiones verde militar por la espesura de la noche recubierta por la niebla y entre los yarumos blancos de gran tamaño que caracterizan la montaña colombiana. En el destino de llegada la mayoría dormían a excepción de los vigilantes que estaban a la orilla de la carretera a la espera de lo imprevisto; a diferencia del destino de los camiones, los que aguardaban no sabían cuándo o en qué momento estos colindarían. Aguardando lo inevitable, otro grupo de campesinos también vigilaba alrededor del pueblo; su posición estratégica los camuflaba entre la colina y los yarumos, no obstante, el correr del tiempo los alertaba y sus armas estaban listas. 

En medio del alba el caos es incontrolable en el pueblo. Unas personas corren, otras son sometidas y otras se preparan para su fusilamiento. Sin embargo, la Cecropia Peltata (Yarumo Blanco) no apacigua la situación con sus grandes hojas blancas que se avistan a lo lejos. El cometido es contundente, cinco personas acostadas boca abajo sobre la plaza del pueblo ¡La primera tanda! Sus respectivos familiares intimidados miran desde las orillas, solo bastaron tres ráfagas. Al cabo de un segundo, el mensaje se enuncia con tal fuerza que produce un ligero eco mientras se desvanece entre las hortalizas que rodean la plaza:“Se mueren hijueputas por ser guerrilleros”, gritaba el verdugo vestido de militar.

Un segundo para el verdugo, una marca imborrable a lo largo del tiempo para los testigos. En esa madrugada el gallo no cantó, el vigía se quedó dormido y las pilas del despertador estaban puestas en las linternas. Pero el llamado fue claro para los campesinos que estaban posicionados sobre la colina:”Ya sonaron los primeros disparos, se nos metieron y solo Dios nos librará de esta encrucijada”. Mientras sus corazones intentaban contrarrestar el llamado de la muerte, los que un día fueron hermanos, madres y padres empuñaban un rústico armamento de cacería y se dirigían a salvaguardar a los que gritaban en el pueblo. Pero esta vez solo el Yarumo fue testigo.


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