CATORCE
Me acompañan mis dados, el adorno de boleros y mis cortinas “de viejita”. Los pasajeros me recochan, lo que no saben es que yo quiero seguir la tradición, también me acompaña mi cartoncito bendecido del Señor de los Milagros y atesoro con orgullo el monedero que me regaló mi papá. Algunos me preguntan que si soy del Cali por la cajita verdiblanca en la que ando. Soy del rojo, pero esta cajita me hace el catorce de darme de comer todos los días.
Esta ruta que va de Ciudad Córdoba hasta la terminal me deja transportar a diario a compradores de Santa Elena, estudiantes del Camacho y trabajadores que van pal centro. Aquí se sube de todo, desde las locas de San Nicolás hasta pelaos que noaben ni pa’ónde van, como ese pelao, que se acaba de subir en la Darita mientras el calibrador me marca que son las 12:29 p. m. con 30 segundos. Tenía que pasar Puerto Rellena a las 30 pero ya voy caído, le grito al pelao que se suba y arranco en pura, igual no bastó. Aquí estoy trancao en el semáforo de toda la Simón, el sol ya empieza a azotar con más fuerza, pero eso no importa, lo que me mata la consciencia es el par de minutos que perdí comprando esa empanadita cuando salía del despacho; se enciende la luz amarilla, meto clutch, primera y paso a segunda en menos de 5 segundos, hasta que en la Notaria de los bomberos timbra una pelada y al mismo tiempo me pone la mano una vieja con dos costales y pierdo el impulso que llevaba. Me azaro, aunque también entiendo que, así cada uno vaya para diferentes lados, todos aquí vamos con la misma necesidad: llevar el pan a la mesa.
Enciendo la radio y de fondo suena el poderoso Nacho Sanabria con su Sanson Batalla, le doy la devuelta a la señora de los costales. Corro con suerte y los semáforos han estado verdes, así que sigo con velocidad y me acerco al calibrador del Jardín, me marca que son las 12:48 con 30 segundos, caído por 4 minutos veo al Feito de la 2008 desde el retrovisor, se baja un señor y arranco en pura, porque si pierdo más ritmo me quita mi centavo. Termino con la 27 y cruzo para Santa Elena, el olor a caño empieza a aumentar, pero lo paso con velocidad hasta que llego a la Sevillana y veo el trancón. Mientras la señora de los costales baja con lentitud yo planeo mi jugada, cruzo a la derecha y me meto a las Acacias y así salgo directo al puente de la quince. El Feito me pisaba los talones, pero me le perdí. Victorioso subo el puente y veo parte de mi ciudad al saber que coroné este enganche. Muchos pasajeros se quejan y me gritan, pero yo soy feliz cuando sé que todos ellos van a llegar a tiempo y que llevaré algo de dinero a mis viejos.
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