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VIII concurso del cuento corto, SOMBRAS Y VACÍOS DE UN ESCRITOR

 SOMBRAS Y VACÍOS DE UN ESCRITOR

He estado en el horizonte, donde huele a tabaco y un poco a alcohol, mirando el risco y pensando que, simplemente, no queda nada para mí. Me pregunto si de verdad soy ese canalla que el espejo me devuelve con tanta seguridad. No será una historia de dolor, ni de amargura; solo soy el estúpido más grande que existe, simplemente por no entender lo que las emociones provocan en mí. Tal vez, si escribo una carta, la hago pasar por un cuento y la adorno lo suficiente, pueda pasar por un buen relato en lugar de una confesión de depresión profunda.

Últimamente, yo, un NPC cualquiera al que puedes llamar Empty, sufro mucho por mi sexualidad. Mis cuentos siempre giran en torno a si me gustan los chicos o las chicas. Pero hay algo claro: aunque mi madre no me acepta, veo a Leo, mi compañero de clase, como un adonis completo. Su voz me ha cautivado, y yo, que me considero puro arte, he intentado seguirlo. Sin embargo, él duda de que pueda hacerlo feliz. Tanto que, con un solo comentario, me devolvió a la realidad cuando le confesé lo que sentía. Así que, en mi tristeza, me refugio en páginas de internet, buscando conocer a otros, para olvidar mi cruda realidad.

En esas páginas, encuentro a muchas personas urgidas, que solo buscan sexo. Siempre se me dijo que no debía confiar en internet ni hablar con extraños. Aunque, al final, siento que eso se aplica a todo: salir, entrar a lugares nuevos, cantar, reír... incluso hablar de lo que me gusta. Mi “querida” madre, con sus propios miedos, me ha llenado de temores que nunca he sentido realmente como míos.

A pesar de todo, conocí a alguien que me hizo recuperar algo de fe. Se convirtió en mi mejor amiga, Shanel. Luego conocí a otro tipo, alguien fuerte y encantador, que me hizo enamorarme. Llegó un momento en que, confiando, le envié fotos desnudo. Pero ahora lo odio. Shanel me dijo que él las había compartido. En internet conocí tanto el cielo como el infierno.

Ahora me detesto. No entiendo por qué soy tan estúpido. Leo no me quiso, ni mi madre, ni mis amigos. Solo quiero respirar, pero no encuentro alivio fuera del alcohol, que me hace sentir más seguro, que me hace sentir menos yo. Llegó un punto en el que comencé a escribir, y, de alguna manera, entendí que lo malo no era tan malo. Mis talentos resultaron ser más grandes de lo que pensaba. A veces, cuando mi madre no me contesta el teléfono, solo porque cree que le voy a hacer perder el tiempo, le escribo a Shanel. Le envío mis poemas y ella me dice que son hermosos, que debo seguir así, que soy alguien único. Debo confesar que he llegado a creerle, aunque es difícil cuando mi madre nunca me lo ha dicho. Pero Shanel me hace sentir que la vida es mejor, aunque Leo o los demás no estén.

La pantalla se volvió parte de mi vida, a pesar de los comentarios por las fotos desnudo, que al final mi madre solo se limitó a decir que eso me pasaba por urgido. Pero al pasar los 20 años, sentí que mi creatividad se esfumaba. Ahora soy un adulto ridículo, con un sueño infantil de crear mundos llenos de magia, pero incapaz de escribir nada que no nazca de mi depresión.

Querido lector, espero que no te hayas identificado con ninguno de estos sentimientos, ni con ninguna de estas historias. Si lees esto, madre o Leo, quiero que sepan que los odio. Prefiero irme de aquí, demostrándoles que ustedes me hicieron esto. O quizás fui yo, solamente yo. Porque puedo vivir sin su amor, pero vivir sin creatividad... eso es lo peor que le puede pasar a un artista como yo. Y Shanel... ella nunca volvió a escribir y decirme que podía seguir adelante.






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