LA CARTA DE DESPEDIDA DE MAR.
Mar sostenía el esfero sobre el papel, intentando encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que sentía. Sabía que esta carta sería la última que le escribiría a Juan, el amor de su vida.
Querido Juan,
Me duele escribir estas palabras, pero sé que es necesario. Nuestros caminos juntos ha llegado a su fin. Recuerdo el día que nos conocimos como si fuera ayer. Tus ojos brillaban con una luz que iluminaba todo a tu alrededor. Me sentí atraída hacia ti como una mariposa hacia la llama.
Pero la vida, con su misterioso curso, tiene sus propios planes. Ahora nuestros destinos nos separan, y aunque me duela en lo más profundo de mi ser, debo aceptar que nuestros caminos han tomado rumbos distintos. No puedo evitar sentir un nudo en la garganta al pensar que no volveré a verte, que no sentiré tu abrazo cálido, ni escucharé tu risa, esa risa que siempre llenaba de vida cualquier lugar en el que estuvieras.
Aun así, quiero que sepas que siempre te llevaré conmigo, en mi corazón, en mis recuerdos, en mis sueños. Eres parte de mí, y lo serás para siempre. Aunque ya no estemos juntos, tu presencia ha dejado una huella imborrable en mi vida.
Quiero agradecerte por todos los momentos que compartimos. Por las risas, por las lágrimas, por los silencios. Me enseñaste a vivir de una manera que jamás había experimentado antes. A tu lado aprendí lo que realmente significa amar y, sobre todo, lo que significa ser yo misma, sin reservas ni miedos.
Adiós, mi amor. Espero de todo corazón que la vida te sonría y te lleve a lugares maravillosos. Nunca te olvidaré, porque hay amores que, aunque se acaben, siempre perduran en el alma.
Con todo mi amor,
Mar.
Mar terminó de escribir la carta y las lágrimas comenzaron a caer sobre el papel. Cada palabra había salido de lo más profundo de su ser, y aunque sabía que esta despedida era necesaria, el dolor no disminuía. Cerró los ojos un momento, tratando de calmar el torbellino de emociones que la envolvía. Guardó la carta en un sobre y lo selló con un beso, como una especie de último adiós, un gesto simbólico que ponía fin a esa etapa de su vida.
Era el final de una era, un capítulo que se cerraba, pero también el inicio de algo nuevo. Una vida diferente, en la que tendría que aprender a vivir sin Juan, a caminar sin su mano sosteniéndola. Sabía que el proceso sería doloroso, pero también estaba segura de que, con el tiempo, el dolor se transformaría en gratitud por lo que fue y en esperanza por lo que vendrá.
Fin.
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