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VIII concurso del cuento corto, ¿RUPTURA?

¿RUPTURA?


Ana era una joven de 12 años con la vida perfecta: Excelentes calificaciones, buenos amigos y una familia que ella consideraba perfecta. Sin embargo, todo cambió un día cuando llegó a su casa y sintió un ambiente lúgubre y extraño. En ese momento, sus padres, Andrea y Carlos, le anunciaron que se iban a divorciar.

Ana no entendía nada, pues creía que todo estaba bien. Su mente se llenó de confusión y  tristeza, como si estuviera atrapada en una tormenta sin fin. Su madre entró en una profunda depresión, apenas salía de la cama. Ana sintió que debía ser fuerte y mantener la calma, ya que no quería añadir más peso al dolor de Andrea.

En un intento por distraerse y mantenerse ocupada, Ana empezó todo tipo de actividades como ballet, canto y actuación. A pesar de que esto la ayudó un poco cada vez que se encontraba sola, los sentimientos de ira y tristeza la invadían.

Ana estaba enojada con su madre por no perdonar la infidelidad de su padre, pues sentía que no había luchado lo suficiente por su hogar, por otro lado, Carlos ya no era el héroe que ella había idealizado sentía una profunda decepción hacia su padre por no valorar a su familia.

A pesar de sus esfuerzos por mantenerse distraída, sus emociones empezaron a afectar su rendimiento académico. sus amigos la notaban distante y poco alegre, pero Ana nunca les hablaba sobre lo que sentía. No quería ser una carga más para su madre, quien ya estaba luchando con su propia tristeza, la falta de atención de sus padres, los recuerdos felices que ya no volverían y la sensación de que todo estaba fuera de lugar la invadían y no la dejaban avanzar en su vida. Pero, a pesar de su enojo, intentaba mantener una fachada de normalidad para no preocupar más a Andrea.

Con el tiempo Ana vio que su madre luchaba con todas sus fuerzas para dejar aquella tristeza. Andrea comenzaba a salir con amigas y a tomar clases de pintura, y Carlos había sido ascendido en el trabajo de sus sueños. Estaban encontrando formas de ser felices en sus nuevas vidas. Ambos se dieron cuenta la poca atención que le estaban dando a Ana y le empezaron a demostrar, que a pesar de no estar juntos seguían amándola con la misma intensidad. Poco a poco, Ana también empezó a ver las ventajas de tener dos casas: podía disfrutar de regalos y celebraciones al doble. La tristeza y el odio que había sentido comenzaron a desvanecerse.

Un día, durante una conversación, su madre le reveló que ya no era feliz en el matrimonio. Este hecho sorprendió mucho a Ana, pues siempre había pensado que sus padres tenían el matrimonio más perfecto, uno al que aspiraba en un futuro. Ana se dio cuenta que tenía tan idealizados a sus padres que su cabeza siempre ignoro las constantes peleas, su padre durmiendo en el sofá, su madre llorando a diario y tantos sucesos que ella pasaba por alto.

Ana comenzó a aceptar que tener padres separados no significaba que su familia estuviera rota, sino que simplemente había cambiado. Esa transformación le permitió madurar y entender que la perfección no existe. Empezó a disfrutar de los beneficios de tener dos hogares, como los constantes viajes con su padre y el tiempo de calidad con su madre. La rabia y el resentimiento que había acumulado se empezaron a desvanecer, y la tranquilidad de saber que sus padres estaban encontrando formas de ser felices, aunque separados, la lleno de alegría y volvió ser ella.


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