Ir al contenido principal

VIII concurso del cuento corto, EL LIBRO Y SU DUEÑO

 EL LIBRO Y SU DUEÑO

Ayer mi hermano encontró un libro, uno muy bonito, era un poco grande y en su portada tenía detalles dorados, se podía leer un título divinamente adornado el cuál decía "Cuentos clásicos para niños de 4 años" (léase con una voz gigante, profunda, cálida y caída en curva). Este aparente regalo del destino cuya procedencia era desconocida, parecía ser perfecto para un niño tan pequeño como mi hermano, hace no mucho tiempo que había sido su tercer cumpleaños, así que sin prestarle mucha atención a ese año faltante, mi madre quien acompañaba al pequeño, al no ver a nadie cerca del libro y ya siendo muy tarde como para que alguien regresara por el, decidió llevarlo a casa.

Tan inocente elección condujo a este hermoso y delicado objeto a nuestro hogar, sin embargo, lamento informarles que la palabra delicada no fue previamente seleccionada en vano. El libro que llegó a mis manos no era el mismo del cual me atreví a hablar en el comienzo; es de mi desagrado relatarles que una joya de la literatura infantil fue destrozada (literalmente). Al revisarlo me di cuenta del gran libro que fue y de lo poco que quedaba de el, su lomo había sido partido, algunas hojas habían sido rayadas y muchas otras arrugadas, lo que estaba ante mis ojos era un verdadero crimen literario (ya no literalmente, claro está). 

Al mirarlo, solo podía pensar en el antiguo y pequeño dueño físico del libro, digo físico porque en ese instante creía saber cuan grande era el dolor de la pérdida que aún seguía atándolo a su libro.

Me preguntaba qué pensaría él si viera lo que había ocurrido con su pequeño tesoro, un humanito elegante y tierno sumergido en la tristeza y nostalgia de los buenos momentos que pasaron, aquellos recuerdos dorados; quizás solo estaba proyectando lo que yo hubiera sentido en su lugar, pero ¿acaso no es eso de lo que trata la empatía?

En búsqueda de alivianar la terrible tragedia, me senté junto a mi hermano y le leí algunos cuentos, a pesar de su apariencia aún seguía cumpliendo su función.

Realmente quería compensar la pérdida del libro con un buen uso de este, sin embargo, mi hermano no me presto ni un poco de atención, tal vez no era tan buena narradora como creía serlo, quizás mi madre no debió haber ignorado el "para niños de 4 años", quizás el pequeño dueño debió ser más cuidadoso, quizás yo no debí involucrarme tanto o quizás el libro nunca debió involucrarse, me temo que ni una voluntad tan grande como la mía logró hacer que algo tan hermoso y elegante pertenezca a el lugar equivocado, quizás esa sea la peor condena de las personas que toman lo ajeno, pensar que el objeto lleva consigo aquel regocijo que alguna vez produjo en su antiguo dueño (el físico).



Comentarios

Entradas populares de este blog

Concurso Cuento corto: LA NEGRA CARLOTA

LA NEGRA CARLOTA Ahí viene! La negra Carlota que se pasea por la plaza, los chicos se vuelven locos por su cintura y su cadera. Pero mira que no ven lo que lleva por dentro, se siente triste, absolutamente sola, denigrada y sin dignidad aluna. Por qué todos los días, tiene que salir a vender su cuerpo, para poder mantener a sus ocho hijos. MARIA CUENTO

VIII concurso del cuento corto, ¿NO SABES DE SEBAS?

 ¿ NO SABES DE SEBAS? Toda las comodidades posibles su familia le entregó, vistió bonito bajo la luna y fresco bajo el sol, no le gustaba la lluvia y se quejaba del calor; la primera su cabello despeinó, la segunda excesiva transpiración le brindó. Estudió, entrenó y trabajó, pero nada de eso le gustó. Sus parientes le enseñaron lo bueno y lo malo él escogió. Una amistad le presentó la calle y eso sí que le encantó. Conoció una amiga nueva y con ella se quedó, fue un cambio abismal; pasó de su casa a un callejón. La ese se agrandó, ahora se cree un dios, dejó de ver por ojos ajenos y de todo se adueñó. Venía de la nada, pero iba por todo. Las caricias de su madre jamás las aceptó, las de su abuela siempre las ignoró, y los consejos de sus tíos nunca los escuchó. Hasta los quince años de su casa no salió. Si un día quiso aquellos zapatos; mami se los compró Quería estar a la moda; papi lo vistió. Como la e, salió de noche sin saber para dónde fue, vistiendo de negro desde la cabe...

VIII Concurso del cuento corto, SANTA ELENA CITY

Dicen que estoy loco. Algunos se preguntan cómo terminé aquí, pescando en el caño de la galería Santa Elena. Yo les digo que no es ningún caño, que es un río, pero que ellos todavía no lo pueden ver. Se ríen de mí, tomándome como un caso perdido. Qué más da, sigo en lo mío, tratando de pescar alguna rata en este majestuoso río negro que se extiende por toda la ciudad. ¿Que cómo uno termina viviendo a la orilla de un caño, en medio de la basura y de los adictos? Eso es fácil de responder, toda la respuesta radica en que uno se aburre, se cansa, se fastidia de llevar una vida inalterable. Se cansa de las mañanas en las que te levantas y quieres seguir durmiendo, pero sabes que si sigues durmiendo al rato llegarán las llamadas de tu jefe para preguntarte no cómo estás, sino cuánto tardas en llegar. Un ser humano normal se fastidia del día a día, de la lucha por la supervivencia urbana, de los malos tratos entre nosotros mismos, de los horarios, de las metas que tienes por cumplir. Díganme...