Quinto Concurso de Cuento Corto: Ana y las cosas pequeñas.


 -Sol Path


Un día, asomada en su ventana, Ana vio una estela de humo en el horizonte, lejos de su edificio. Le preguntó a su madre qué podría ser semejante ruido que acompañaba al paisaje oscurecido. Tenía miedo, buscaba con angustia el rostro de su madre. La madre dudaba sobre cómo explicarle a su hija el mundo exterior:


-Son señales que otros niños y niñas están pidiendo que los miren.


-¿Y por qué nadie los mira, mamá?


-Porque viven muy abajo, casi escondidos en cajoncitos.


Ana miraba reflexivamente a su alrededor y luego se imaginó cómo sería vivir dentro de una caja.

-Son personas muy pequeñitas.


-En apariencia, son como de tu tamaño, pero desde lo alto, parecen de menor estatura. Apenas había cumplido ocho años como para comprender las ilusiones ópticas, aunque antes había jugado a ver cartas que tenían imágenes ambiguas. Aún no comprendía que las apariencias son engañosas porque los ojos no pueden ver ni las bacterias, los planetas, ni los corazones arrugados.


-Las estrellas también parecen pequeñitas, pero son más grandes que el planeta Tierra. -¿Entonces ellos son estrellas caídas?


-No, son personas que por estar lejos no podemos ver cómo brillan.


Ana regresó a su habitación muy pensativa. Contemplaba la luz tenue de su cuarto mientras que con la yema de sus dedos intentaba condensar la luz que llegaba a sus ojos. Parecía medir los halos radiantes haciendo un gesto con índice y su pulgar. “Poquito” era la medida de muchas cosas miradas desde la distancia.


Llegada la noche, a punto de dormirse Ana, sonó un estruendo que le puso los nervios de punta. Sus padres llegaron a abrazarla y protegerla de futuras pesadillas. -¿Por qué hay tanto ruido? Tengo miedo.


-Tranquila, amorcito, ya pasará. Dijo su padre mientras cerraba la cortina floreada de su cuarto.


La madre cantó la siguiente estrofa para poder distraerla:


“En los lejos suenan las estrellas,


hacen un sonido que nos dice que están cerca


En el día no puedes verlas, están ocultas y son tímidas

 

En la noche, tan parecidas, todas lloran al estar perdidas”

 

Y entonces Ana mira al cielo con ilusión. Desde ese día ella quiso ayudar a las estrellas caídas, pero ¿cómo iba a saber cuáles eran? Afuera las luces de la ciudad eran indiferentes a la oscuridad de ciertos rincones que ella sospechaba ser el lugar donde las más tímidas, o temidas, se guardan.

 

Un día sus padres decidieron llevarla a una calle con personas de diferentes edades, sentadas en el suelo con manchas de pintura en su ropa. En cada parte había una frase o un dibujo alusivo a la situación política, había mensajes de paz como de denuncia, de esperanza y solidaridad. Cada grupo tenía la libertad de poner sobre la calle sus emociones. Un señor a su lado le ofrece un pincel con una maleta gigante de tarritos de pintura y brochas. -Mamá, ¿qué hago con el pincel?

 

-Haz un dibujo. Puedes pintar el cemento con los colores que quieras.

 

-¿Una estrella fugaz?

 

Parecía un gran mural visto desde arriba con cabecitas flotando. Todos se sentían bien al ser parte de una creación más grande que ellos mismos en lugar de expresiones aisladas y solitarias.

 

-Quiero ver lo que están haciendo los otros. Parece muy lindo. Ojalá pudiera hacer eso. -Vamos, ¿cuál te gusta más?


-¡Este!. Dijo señalando a un huevo del cual salía una alita sin mostrar su cuerpo completo y en medio de sus grietas se hallaba una flor amarilla. -La flor es como las que crecen en el andén, ¡como si rompieran el cemento!

 

Al anochecer, todos habían traído velas en conmemoración a los jóvenes, mujeres y hombres, que habían partido durante los días y las noches precedentes. Ana decidió poner su velita sobre la estrella dibujada, y ahí mismo comprendió que estar abajo era traer a la vista de todos lo que ella había visto desde su ventana cada noche antes de dormir: las estrellas caídas. Al volver a casa, sus padres la despidieron con un beso en su frente y antes de cerrar sus ojitos soñaba con un cielo lleno de velitas como había quedado la calle del arte, que antes era sólo un rincón grisáceo.



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