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Quinto Concurso de Cuento Corto: Introspección destructiva


-Ankhaking-

 

Se encuentra alguna vez con este ser mundano, incipiente, apestoso y realmente efímero e ingenuo. No queda más que una limitación de desagrado en su baraja de sensaciones recopiladas durante sus últimos minutos de interacción con un ser tan absurdo, tan de impía calaña como lo es usted. Y al conocerlo se siente igual o peor de nauseabundo que las personas cuando le conocen, realmente ni se inmuta, porque lo normaliza. Pero sentir que un ser es tan asqueroso como usted, sí le genera incomodidad. Increíble su doble moral, lo falso que ha llegado a ser, hasta tal punto de proclamarse hipócrita.


 

Él al igual que usted no creía, pero no tuvo la suerte tan irónica que le mantiene sano y en un ambiente aparentemente seguro, del cual hasta usted algunas veces duda. Mira, simplemente con su mascarilla nebulizadora, en un estadio evolutivo tan precario y tan vulnerable, hasta se llega a parecer a usted, realmente cuándo ha apreciado su propio ser como si del análisis pictórico de un Picasso se tratase, nunca al parecer, siempre ha vivido confortable siendo asquerosamente minúsculo.


 

En el portón del discutido hospital con nombre de santo, en donde muchos mueren y pocos sanan, está usted, a la espera de conocer ese estado egoísta y caprichoso, tan básico y narciso como puede llegar a ser en ciertas ocasiones, con la suerte de que la enfermedad se proyectó en un ente ajeno y no en su propio y mísero cuerpo. Ese escenario grave, de pulmones colapsados, respiración limitada, distimia, desaliento que raya con un espectro mortal, podría ser usted en este momento, el peculiar quejambroso que llora por su actual estado desde la silla Luis XIV tomando un café en esa cerámica japonesa que le regaló su estimada madre.


 

Ha sido para usted un poco extraño enfrentarte a esa realidad, sin embargo, ha logrado romper esa coraza que le tenía aislado del mundo y se ha llenado de virtudes y herramientas para enfrentar el mundo. Algo en lo que aun conserva esa actitud pueril es en su enfoque unidireccional, que sólo le hace entender un camino para lograr sus metas, sin llegar a explorar esa transversalidad de la vida, y aunque ahora es más astuto, sigue siendo ese individuo susceptible de ser depredado por organismos vivos más aptos para la supervivencia que su simplicidad inocente y limitada.


 

El miedo, la adversidad y la incomodidad poco a poco han creado en usted un medio para que las reacciones químicas sucedan. No lo entiende, ni lo ve, pero su alrededor siente y percibe, se ha vuelto fuerte, inmune al virus que hacía proyectar en esa etapa subdesarrollada de su propio ser, una enfermedad de la que milagrosamente se libró, por mera casualidad, y que a través de tus acciones ha reafirmado el por qué no está en una camilla, como aquel individuo de apariencia moribunda.


 

Ahora puede caminar seguro, entender mejor el mundo que le rodea, es menos torpe y frágil que antes. No porque sea superior, sino porque aprendió a adaptarse al ecosistema, a saber, que el mundo no funciona en torno a usted, y era un ser perverso convencido de que esa premisa sería por siempre la correcta. Tenga cuidado con sus palabras, con sus acciones, eso repercute en la resolución y el cómo se desencadenan los hechos a posteriori. Deje de ser precipitado, ahora que tiene las herramientas, colabore y ayude a otros, y enséñele lo que aprendió para que ellos crezcan.


 

Y si realmente usted hace una introspección, realmente nada ha cambiado, tiene alas, pero no las ve, puede volar, pero no lo sabe. Esto no es cuestión de forma, utensilios, banalidades que al fin al cabo no hacen parte de usted. Para sobresalir, adaptarse y corresponder asertivamente a su ecosistema sólo es cuestión de actitud, y de creer que es posible. Pero si, por el contrario, cree que el cambio está en la capacidad de acaparar y acumular más elementos que hagan notorio su alta capacidad adquisitiva y lo a veces irracional que puede ser su consumismo. Pues déjeme decirle, que al igual que su similar en la camilla, usted no es más que ese ser nauseabundo.



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