Ernesto
contempló vacilante el tambalear de lo que parecía un objeto inanimado,
moviéndose hacia él; parpadeó de nuevo para aclarar su visión, en tanto, éste
ya se acercaba un poco más a su rostro relajado en la veta de la arena de la playa;
ya a esa distancia podía reconocer que no era algo sobrenatural, se trataba de
un invertebrado que caminaba con objetos a cuestas, veía cómo encima de su
redondeado cuerpo tenía algunas algas, conchas, trozos de coral, fragmentos de
esponjillas y mejillones; además de arena y almejas en sus famélicas pero
sólidas patas; fue solo hasta que vio sus ojos negros pedunculados que le
reveló que se encontraba frente a un curioso crustáceo. En simultaneo
visualizó, pero de manera fantasiosa, una silueta femenina formada por un
cabello largo, muchos lunares en el rostro, una mirada penetrante con grandes
ojos negros y pestañas densas, una piel blanca y tan pálida que a veces parecía
traslucirse su interior; un cuello muy largo que combinaba simétricamente con sus
huesos claviculares esqueléticos, continuándole unas mamas densas; brazos y
manos vigorosas y algodonosas; del mismo modo se revelaban su abdomen y sus
contorneadas piernas; sin embargo así como nació la imagen se desvaneció; una
ola enfrió y sacudió su cuerpo tumbado en la playa lo que le hizo disipar su
pensamiento y borrar de su panorama a aquel animal.
Sin
comprenderlo del todo, y atribuyendo la alucinación al calor, de manera
inconsciente su cerebro hacia una equivalencia del modelo del cangrejo decorador
frente a su imaginario de la mujer: una mujer con piezas, intensiones, e
innumerables elementos a cuestas que había heredado sin quererlo, de su
historia y la sociedad, y que además debía usarlos diariamente para camuflarse
de los depredadores que rondaban la profundidad de su mar.
Se sorprendía haber encontrado tanto detalle y sentires en ambos pensamientos, pues solía ser alguien que no precisaba en las pequeñas cosas, sin embargo, le inquietaba y tenía la sensación de haber perdido el detalle más importante que conduciría a la finalidad de dicho trance. Aquella imaginaria mujer se le asemejaba a alguien que no podía retener en su recuerdo, no pensó más en ella, hasta inicios de la noche en que se vino nuevamente su recuerdo al comer al comer un plato que lo retrocedió 20 años atrás cuando tenía apenas 5 años: una tarde de un domingo caluroso el cual tenía mucha sed, pensó que recibiría de ella una limonada refrescante, pero recibió un plato de espaguetis en leche espesa y caliente, de un sabor era tan explosivo y celestial que hasta lo impensable sucedió: la sed fue resuelta. ¡Por supuesto, ahora la reconocía, era Eva!
La Eva de
los años 60`s era su imagen borrada por la ola de mar, ¿Por qué viajaría su
mente a ese paralelo entre su abuela y el ser del mar? Escatimó todos sus
esfuerzos en no buscar respuesta y resolvió acostarse y dormir.
Se trasladó a un paraje no del todo desconocido pero antiguo, en ella brillaba su rostro adolescente con una sonrisa sincera, de esas que extrañan revivir los adultos, hasta que un golpe fuerte sobre su espalda la hizo fruncir todo su rostro. Y le dijeron con gritos: ¡Que haces! ¿Acaso una mujer como tú debe estar perdiendo su tiempo, a la brisa del día? Hay trabajo por doquier y hasta el perro ayuda con el ganado. ¡Tan inútil como su madre! Sin pensarlo un poco, a sus 13 años salió corriendo casa, huyó lo largo de varias fincas vecinas sin parar y sin sentirse cansada hasta llegar a verse segura en la intemperie. Ésta reacción explosiva frente a la situación le determino su camino pues de ahí en adelante se las arregló en su vida, sola.
Lo
anterior realmente nunca sucedió así, ella nunca se lo contó de esta manera.
Pero así lo imagino por muchos años. ¡Aaaah si viviera! cómo le encantaría
preguntarle de nuevo, bajo su regazo, cómo huyo de su casa y otras historias
más.
Despertó
y comprendió la respuesta a todo el trance del día, no había ninguna brecha
entre el cangrejo, la muerte, la carga y su amada abuela.
Sentipensante
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