- No me vas
a creer lo que te voy a contar –en su voz y su rostro se podían percibir una
gran ansiedad y a la vez felicidad.
- Vamos,
Jaime, suéltalo, se te nota que no puedes esperar.
Fernando soltó una gran risa que retumbo por toda
la sala, su hermano lo conocía bien y no podía evitar comportarse de esa
manera.
- Listo,
Fer, te lo voy a contar ya porque sé que te causo mucha curiosidad, no pongas
esa cara que también te va a alegrar el día –su hermano parecía incrédulo ante
sus palabras-. Mira, hoy estuve todo el día en casa con mamá, hoy si pude
ayudar más en sus cuidados, la enfermera me ha enseñado bien, ahora no solo
sirvo para ayudar a moverla, le ayudé con la alimentación y hasta estuvimos
hablando de su vida…
Dijo que
no espera que su esposo se enojara con ella por no estar lista para salir a la
fiesta de Olga, la vecina…
Sin previo aviso, se puso en total silencio todo el
espacio, Jaime agacho su mirada y en su semblante se podía percibir
preocupación. Dos veces intentó recomponerse para continuar con su relato, sin
éxito. Después de transcurridos varios minutos y con la paciencia que ha
caracterizado a su hermano Fernando quien no apartaba la mirada de su hermano,
pudo continuar, a pesar de hacer un gran esfuerzo.
- Sabes,
antes de acostarme recuerdo cuando estábamos todos juntos en la casa en un día
cualquiera, ahí, sin hacer nada más, simplemente reunidos hablando de cualquier
cosa –Jaime soltó una pequeña risa nerviosa después de decir aquello, mientras
dirigía su mirada al fondo de la sala donde se encontraba una vieja silla-, a
mamá le gusta esa silla, así este toda descolorida y solo se pueda sostener
apoyada a la pared
–sus ojos
se iban tornando cristalinos.
- Si
quieres lo dejamos para otro día, en cualquier otro momento me lo puedes contar
–dijo
Fernando mientras posaba suave, pero firmemente, su mano en la espalda de
Jaime-, tu sabes que puedes llamarme siempre que lo necesites.
- No, no,
es que así va lo que te voy a contar –parecía volver de sus pensamientos-. Fue
hace poquito, como eso de las cuatro, estaba dándole la merienda a mamá, tu
sabes cómo le encanta que todos coman a esa hora cualquier cosa que haya por
ahí. Hice un poquito de chocolate y como todavía quedaba pan de la mañana, nos
sentamos a comer. Tu sabes cómo es cuando se le da comida, sus ojos quedan
fijos en uno, pero después de limpiarle la boca con el pañuelo, me dio por
preguntarle que le pesaba, y ella como si nada, me dijo en tono de pregunta,
¿Jai.. Jaimito? – Jaime no pudo continuar su relato, su voz se estaba
quebrando, algo se había apoderado de él.
De nuevo la habitación estaba en silencio, apenas y
se escuchaban las risas de sus hijos en el segundo piso. Jaime tragaba saliva
forzosamente mientras sus ojos se iban enrojeciendo. Fernando no pudo soportar
el estado de su hermano y apartó rápidamente la mirada para
depositarla en el techo. En ese momento ambos sabían lo que estaba pasando y lo
conmovedor de lo acontecido, las palabras sobran cuando dos almas han pasado
tanto tiempo juntos.
Poco
tiempo después, se escuchó la voz de Fernando.
- Me
hubiese gustado haber estado ahí… o bueno, es mejor así. Ella siempre nos ha
amado y ninguna enfermedad puede con el amor de una madre, si o que, hermanito
–con algo
de fuerza logro atraerlo un poco más hacia el mientras sonreía plácidamente y
buscaba la atención de su hermano.
- Si,
hermano, no hay nada más grande este mundo –Jaime se encontró con la mirada de
su hermano y soltó una risita-, ya casi van a ser las nueve, vamos antes de que
cierren el cementerio.
- Si, papá
siempre le gustaron las flores recién cortadas, decía que las flores no vuelven
a ser tan hermosas como el primer día, vamos.
Mnemosine.
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