Amelia y Gabriel habían llegado hace
poco en un avión carguero, rodeados de costales, herramientas y hasta canecas
de ACPM para la planta eléctrica del pueblo que por esa época aún no tenía
electricidad. En dos días habrían de atravesar la manigua, para llegar al lugar
donde se construiría la obra. Aquella tarde cuando regresaron al hotel, la
encargada les dijo que debían ir a la base militar y preguntar por un mayor del
ejército que había venido a buscarlos y necesitaba hablar con ellos
urgentemente.
Era un hombre alto, delgado y
apuesto; tenía una expresiva mirada y una linda sonrisa, se acercó, les dio la
mano y Amelia inmediatamente percibió su olor; se sorprendió de que en medio de
aquella selva tropical, un hombre pudiera lucir impecable y sobre todo, oler
tan bien.
-Me enteré que vienen a realizar
unos trabajos en la zona -dijo el militar.
-Así es -contestó Amelia.
-Bueno -dijo-. Es mi deber
informarles que esta área es muy peligrosa, está llena de guerrilla y el lugar
donde ustedes van a estar es tan lejano, que así quisiéramos, no alcanzaríamos
a llegar a tiempo para protegerlos dada una emergencia.
Hubo un silencio durante algunos
segundos, Amelia miró a su novio como reclamándole por no haberle advertido tal
circunstancia; de haberlo sabido, probablemente ella no habría aceptado el
trabajo.
-Sería inadmisible que una ingeniera
tan linda como usted terminara lavando la ropa de esos bandidos -añadió el
militar mirando fijamente a Amelia.
-Muchas gracias -dijo tímidamente
Amelia, tratando de sonreír.
Al día siguiente, cuando Gabriel
volvía de hacer diligencias, se encontró con que estaba todo militarizado dos
cuadras a la redonda del hotel. Se imaginó inmediatamente lo que sucedía, Amelia
estaba recibiendo una visita.
Gabriel no era celoso, de hecho
estaba acostumbrado a que su novia fuera cortejada donde quiera que fuese. Era
una chica muy bonita y se sentía muy orgulloso de ella. Decidió entrar a una
fuente de soda cercana a esperar que “el terreno estuviera despejado”. Luego de
casi tres horas esperando, los militares desaparecieron.
-Adivina quien vino a visitarme
-dijo Amelia.
-El militar -respondió Gabriel
sonriendo.
-Cómo lo sabes? -preguntó asombrada
Amelia.
-Estaba medio pueblo militarizado
-respondió Gabriel.
-Ay Dios, cómo así, -dijo Amelia
riendo.
Trabajaban juntos desde hacía un par
de años y por conflicto de intereses nadie debía saber que eran novios, así que
para todos, eran sólo compañeros de trabajo. Se habían registrado en dos cuartos
contiguos pero uno de ellos permanecía siempre vacío.
Amelia y el militar habían estado en
la terraza del tercer piso del hotel compartiendo una jarra de limonada.
-Perdone que le diga esto -dijo
Amelia temerosa -, pero con todo respeto, a veces pienso que les lavan el
cerebro en el ejército, o sino cómo se puede explicar que se expongan
continuamente a morir, que pasen tanto tiempo en lugares tan recónditos y tan
lejos de sus familias incluso en Navidad?
-Siempre valdrá la pena si se trata
de cuidar personas tan lindas y especiales como usted -respondió convincente el
militar, rozando sutilmente la mano de Amelia.
Alrededor había algunos soldados de
guardia que fingían no darse por enterados de la situación.
-Se imagina qué estarán pensando mis
soldados -dijo el militar inquieto-. Yo tan rudo que suelo ser y ahora con
usted... nunca me habían visto tan cariñosito, ah¡
Los dos rieron, hablaron durante horas. Él le contó casi toda su vida y hasta cuantas cicatrices de balas tenía en su cuerpo. Ella lo miraba extasiada, escuchaba con mucha atención cada detalle de sus asombrosas y valerosas historias y pensó que había esperado toda la vida para conocerlo.
Antes de irse, la invitó la próxima
vez que se vieran, a navegar por el río Vaupés y le dió una tarjeta con su
número telefónico. Al despedirse, se miraron fijamente, el militar se acercó a
Amelia y sin dudar, la besó apasionadamente, ella no se resistió, se abrazaron y
siguieron besándose ante las miradas inexistentes de los guardias.
Esa noche, Amelia junto a su novio
dormido, no dejó de pensar en aquel intenso beso, podía percibir todavía aquel
olor que permanecía sobre ella; cerró los ojos ansiando el momento de volverlo
a ver.
"Amelia" sigo buscando entre las penumbras, una nueva oportunidad de materializar la magia de ese instante; dos décadas han pasado y dos más serían insoportables; para disfrutar de tu tierna mirada, tu sonrisa infinita y tus afanes diarios; que deseo calmar con canciones susurradas a tu oído y un para siempre, que tatue en toda tu piel el olor delicioso del amor, que nació fugaz en esas tierras lejanas.
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