En una mañana soleada, iba a una excursión con mis compañeros de universidad y el profesor, que tenía aspecto de mago de película con trilogía y solo le faltaba la pipa, además siempre estaba con sus cuentos fantásticos, descabellados y que solo una mente muy activa como la de él podría creerle. Yo soy alguien muy escéptico y solo creo lo que puedo ver y tocar, por lo que cuando mi profesor empezaba hablar de su locura, yo torcía mis ojos y pensaba ¡qué tonto!, cómo alguien puede tener tiempo e imaginación para decir tanta irracionalidad.
Después
de bajarnos del bus y reunirnos todos, rodeando al profesor; él nos presentó lo
que sería nuestro guía. Lo primero que veo es un indígena de metro y medio con
su larga cabellera amarrada por una liga rosada con corazones, un buso sin
mangas que dejaba ver cómo le salían trenzas de las axilas, shorts cortos con
huecos en vez de bolsillos y unas chanclas, por lo que pensé: “si este es el
guía, menos mal no tengo nada que perder en esta vida porque de seguro nos
llevaría hasta la muerte”. Posterior al profundo análisis de nuestro guía, me
concentré en la charla que estaba dando el profesor quien nos decía que era un
recorrido de un día y una noche, que el nombre del guía era Ikal y otra
cantidad de pendejadas que no le puse cuidado por estar viendo las hermosas
posaderas de mis compañeras.
El
recorrido empezó fácil, con un paisaje hermoso y a la entrada de la parte
boscosa de la montaña, el guía empezó a contar una historia sobre un chamán
perdido, que se fue hacia a la parte más alta para proteger todo ser vivo en
ella y ayudar a todo aquel que buscara una guía espiritual hacia el mas allá.
Si soy sincero, cuando vi la convicción y pasión que se reflejaba en los ojos
de Ikal, se me erizo la piel y empecé a sentir una enorme y cálida presencia a
la entrada del bosque.
Ya con
varias horas de caminata en la profundidad del bosque y un almuerzo que me dio
diarrea, empezó a caer la noche, por tal razón el profesor sugirió que
buscáramos un sitio donde colocar nuestras carpas y que tratáramos de no
alejarnos mucho, ya que era muy fácil perderse sin guía y en la oscuridad; sin
embargo, me volvieron las ganas de ir hacer del dos, por lo que en mi afán
busqué un lugar separado de todos para no ser molestado.
Después
de usar tres parciales perdidos para limpiarme y tener mis nalgas relucientes
¡no tenía idea de dónde estaba! ¡no sabía dónde estaba mi grupo! Empecé a
escuchar ruidos y carcajadas, por lo que me dio miedo y salí corriendo sin
rumbo fijo, cuando de repente, tropecé con una piedra y empecé a rodar
sintiendo como se me enterraban ramas y piedras creándome heridas y morenotes,
hasta que sentí un vació y pensé que ese era mi final. Cerré mis ojos esperando
un duro golpe que terminara con mi vida y un pensamiento iterativo que decía:
¡Me morí por una cagada!
Cuando
abrí mis ojos y analicé en donde estaba, vi un gran espacio sin árboles, una
cascada que caía de lo alto hacia el suelo en el que me encontraba tendido,
formando un pequeño estanque y en el centro de todo el lugar había una cabaña,
de la cual salió un hombre de contextura gruesa, apariencia indígena, con una
estatura aproximada de 2 metros y con prendas que parecían hechas de hojas de
vidrio, con una serpiente colgada en su cuello, que en vez de piel tenía una constelación
de estrellas cubriéndola ¡lo que parecía un viaje astral, de esos que haces con
ayahuasca o yagé! El hombre me estaba mirando con una gran sonrisa, que termino
para preguntarme: “¿Estas perdido?” y antes de contestar exclamó: “¡ha ya veo
que no, lo que necesitas es que te guíe en tu nuevo camino!”, y así entendí lo
que me había pasado, por lo que tome la mano del hombre y supe que estaba con
el chamán de la montaña.
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