Quinto Concurso de Cuento Corto: EL CHAMÁN PERDIDO EN LA MONTAÑA

 


En una mañana soleada, iba a una excursión con mis compañeros de universidad y el profesor, que tenía aspecto de mago de película con trilogía y solo le faltaba la pipa, además siempre estaba con sus cuentos fantásticos, descabellados y que solo una mente muy activa como la de él podría creerle. Yo soy alguien muy escéptico y solo creo lo que puedo ver y tocar, por lo que cuando mi profesor empezaba hablar de su locura, yo torcía mis ojos y pensaba ¡qué tonto!, cómo alguien puede tener tiempo e imaginación para decir tanta irracionalidad.


Después de bajarnos del bus y reunirnos todos, rodeando al profesor; él nos presentó lo que sería nuestro guía. Lo primero que veo es un indígena de metro y medio con su larga cabellera amarrada por una liga rosada con corazones, un buso sin mangas que dejaba ver cómo le salían trenzas de las axilas, shorts cortos con huecos en vez de bolsillos y unas chanclas, por lo que pensé: “si este es el guía, menos mal no tengo nada que perder en esta vida porque de seguro nos llevaría hasta la muerte”. Posterior al profundo análisis de nuestro guía, me concentré en la charla que estaba dando el profesor quien nos decía que era un recorrido de un día y una noche, que el nombre del guía era Ikal y otra cantidad de pendejadas que no le puse cuidado por estar viendo las hermosas posaderas de mis compañeras.


El recorrido empezó fácil, con un paisaje hermoso y a la entrada de la parte boscosa de la montaña, el guía empezó a contar una historia sobre un chamán perdido, que se fue hacia a la parte más alta para proteger todo ser vivo en ella y ayudar a todo aquel que buscara una guía espiritual hacia el mas allá. Si soy sincero, cuando vi la convicción y pasión que se reflejaba en los ojos de Ikal, se me erizo la piel y empecé a sentir una enorme y cálida presencia a la entrada del bosque.


Ya con varias horas de caminata en la profundidad del bosque y un almuerzo que me dio diarrea, empezó a caer la noche, por tal razón el profesor sugirió que buscáramos un sitio donde colocar nuestras carpas y que tratáramos de no alejarnos mucho, ya que era muy fácil perderse sin guía y en la oscuridad; sin embargo, me volvieron las ganas de ir hacer del dos, por lo que en mi afán busqué un lugar separado de todos para no ser molestado.


Después de usar tres parciales perdidos para limpiarme y tener mis nalgas relucientes ¡no tenía idea de dónde estaba! ¡no sabía dónde estaba mi grupo! Empecé a escuchar ruidos y carcajadas, por lo que me dio miedo y salí corriendo sin rumbo fijo, cuando de repente, tropecé con una piedra y empecé a rodar sintiendo como se me enterraban ramas y piedras creándome heridas y morenotes, hasta que sentí un vació y pensé que ese era mi final. Cerré mis ojos esperando un duro golpe que terminara con mi vida y un pensamiento iterativo que decía: ¡Me morí por una cagada!


Cuando abrí mis ojos y analicé en donde estaba, vi un gran espacio sin árboles, una cascada que caía de lo alto hacia el suelo en el que me encontraba tendido, formando un pequeño estanque y en el centro de todo el lugar había una cabaña, de la cual salió un hombre de contextura gruesa, apariencia indígena, con una estatura aproximada de 2 metros y con prendas que parecían hechas de hojas de vidrio, con una serpiente colgada en su cuello, que en vez de piel tenía una constelación de estrellas cubriéndola ¡lo que parecía un viaje astral, de esos que haces con ayahuasca o yagé! El hombre me estaba mirando con una gran sonrisa, que termino para preguntarme: “¿Estas perdido?” y antes de contestar exclamó: “¡ha ya veo que no, lo que necesitas es que te guíe en tu nuevo camino!”, y así entendí lo que me había pasado, por lo que tome la mano del hombre y supe que estaba con el chamán de la montaña.


 

 


 

 

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