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Quinto Concurso de Cuento Corto: El día que Magdalena decidió tirarse del puente

 


Esa noche Madalena decidió suicidarse, tenía 16 años. Sabía desde hacía mucho tiempo que las cosas iban de mal en peor, pero no había querido aceptarlo; guardaba en lo profundo de su corazón la esperanza de que él cambiara, era sólo cuestión de tiempo y todo mejoraría entre los dos. Pero ese día, ella comprendió que eso no iba a suceder, él la golpeó de tal manera, que ella misma no podía entender cómo se mantenía aún en pie; sentía todo el cuerpo dolorido por los moretones y el ardor en toda la piel era tal, que el más mínimo roce de la ropa le hacía estremecerse de dolor.


Ese sábado, ella había tenido un control médico rutinario y el doctor, que era también su profesor, se ofreció a acercarla hasta su casa ya que le quedaba de camino; pensando en el cansancio que le causaba caminar con su inmensa panza, aceptó agradecida; al llegar, ella se despidió y cruzó la calle.


El papá de su bebé no había mostrado su verdadera personalidad sino hasta después de que Magdalena quedara embarazada, esa tarde, había estado mirando por la ventana y verla bajarse de ese auto fue suficiente para desencadenar los pensamientos más retorcidos en su cabeza. Cuando ella atravesó la puerta, la tomó con fuerza de los brazos, la acusó de venir de acostarse con el médico y la empezó a golpear sin piedad. Ella como siempre, sólo trataba de proteger su panza con sus manos, sintió que la golpiza duró siglos, fué tal vez la peor de todas hasta ese momento; cuando terminó, él le gritó que se marchara y que más le valía que no la encontrara aún allí, a su regreso.


Se habían conocido en la escuela hacía poco más de un año, al comienzo él se mostraba amable, cariñoso y detallista, era carismático, atento e incluso considerado, pero pronto se tornó tan violento y patán, que daba miedo. Reaccionaba tan agresivamente, que ella llegó a temer muchas veces por su vida. Los celos le hacían ver situaciones inexistentes, culpaba constantemente a Magdalena diciéndole que si ella no fuera tan coqueta, él no reaccionaría así y se evitarían muchos conflictos. Pero no habia tal, el más simple saludo o la más inocente sonrisa de ella hacia alguien del sexo opuesto, desencadenaba su ira sin mesura.


Esa tarde, se sentía miserable, frustrada e impotente, sólo pensaba en su bebé y en que no tenía derecho a traerlo al mundo dándole ese monstruo como padre, ningún bebé lo merecía; entonces puso sus manos sobre su vientre, y con los ojos llenos de dolor y lágrimas, le pidió perdón a su bebe y a Dios.


Cuando se repuso un poco, se dispuso a irse; ya lo había pensado anteriormente, era una manera hermosa, pacífica y segura de morir, había visto hacerlo en las películas, con seguridad sería difícil, pero iba a ser rápido, era la forma menos dolorosa que se le ocurrió; pensar en envenenamiento con su bebe en su panza, podría salir muy mal, así que el puente le pareció la mejor opción. En ese momento, él entró de nuevo enfurecido al verla todavía allí. Ella le dijo que ya casi se marchaba y entonces él empezó a tirar su ropa al suelo vociferando que se llevara todo, ella afirmó que a donde iba, no necesitaría nada de eso. Al parecer eso lo irritó más y comenzó de nuevo a golpearla. De repente, sucedió lo que ya había ocurrido en innumerables ocasiones; influenciado por quién sabe qué fuerza extraña, se detuvo y empezó a pedirle perdón llorando, le repetía que no era su intención actuar así, pero que ella con su comportamiento lo obligaba a ello, le prometió una vez más que no volvería a ocurrir, que lamentaba mucho lo sucedido porque él la amaba más que a nada en el mundo y no podría soportar perderla. Ella sabía que tenía que tomar una decisión en ese momento, más que por ella, por su bebé, su alma y su cuerpo le gritaban que debía marcharse; entonces lo miró a los ojos, él se acercó, comenzó a besarla con ternura y los dos se fundieron en un prolongado abrazo.


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