Él solo miraba la página en blanco, esperando que algo pasara en los recónditos espacios de su ya desesperada imaginación, suspiraba devez en cuando, con la esperanza de que alguien lo notara y lo sacara de su rutina de autocompasión, pero nunca nada pasaba y nunca nadie lo notaba, y si lo notaban, pretendían no notarlo porque como él, nadie debía salir de la monotonía en eso que él llamaba el mundo real, finalmente el oficinista se armó de valor y empezó a mecanografiar:
Este soy
yo, aquí sentado en este escritorio, o tal vez no lo sea,
aunque una parte adoctrinada de mi mente me dice que lo
soy y debo seguir mi papel, entonces sigo escribiendo números
y palabras con estas desgastadas manos, sigo apilando hojas y
documentos en montañas interminables como se supone que debo
hacerlo y sigo organizando las carpetas en el orden quedebo
organizarlas, sonrío a mi jefe cuando entra apresurado a la
oficina, tomo dos tazas de café amargo cada una con dos pastillas
de largactil y sigo la rutina diaria como es esperado, pero…
algo no está bien, porque se siente extraño cruzar mis ojos
con mi reflejo en el espejo del baño junto a la cafetería,
porque siento que esos ojos no son mis ojos y me vuelvo locopensando
que esta vida no es mi vida... o tal vez es mi vida y me
aterra que lo sea.
V.A.E
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