- Abuelo,
¿Por qué las personas odian?
- Ay, mi
niña, me pones en aprietos con esas preguntas… ¿Por qué preguntas?
- Es que
ayer pise a Gabriel mientras jugábamos. Se puso a llorar y me miro muy feo,
como… como… si no fuera su hermana, y me dijo que me odiaba.
En aquel rostro del hombre mayor se dibuja una
sonrisita picaresca ante el relato de su nieta.
- ¿Cómo te
hizo sentir? –pregunto el señor.
- Pues, al
principio me asuste cuando lo pisé –respondía la niña-, pero cuando miré su cara
roja y con una expresión tan rara, me sentí… muy mal, como si hubiese hecho
algo muy, muy malo.
- Mira,
querida, en el mundo hay millones de personas que viven y que han vivido
infinidad de historias, cada una de ellas con sus particularidades. Pueden haber
cometido los actos más crueles que se pueden imaginar y aun así seguir sus
vidas como si nada pasara. Cuando tú me dices que te sentiste mal por haberle
hecho daño a –lo interrumpió inmediatamente su nieta-. Pero fue un accidente.
- Oh, sí,
si –se desprendió una gran sonrisa de aquel hombre mayor-, fue un accidente,
claro que sí. Pero el caso es que, y lo hace aún más importante, cuando por un
accidente te sientes mal, eso te hace un gran ser humano –estiro su mano para
acariciar la cabecita de su nieta y en su mirada se lograba percibir una gran
ternura-, en este mundo hay personas que le hacen daño a otras personas
intencionalmente sin ningún tipo de remordimiento, culpa, eso no te paso a ti.
Van por todas partes sembrando odio en otros corazones y luego se van sin tener
ningún tipo de reparo en el daño que han hecho.
- Pero yo
solo me quedé mirando a mi hermano mientras lloraba, abuelo, ¿eso me hace una
mala persona?
- Ay, mi
niña –los ojos del hombre se iluminaron-, claro que no, al contrario, te hace una
muy buena persona, ese es el inicio para buscar como emendar lo que has hecho.
Cuando estés más grandecita, sabrás que hacer cuando por error le hagas daño a
alguien. Tranquila, la vida está llena de esas experiencias, y con el tiempo
harás lo que te diga tu corazón.
El rostro de su nieta reflejaba incredulidad, algo
permanecía incierto ante sus ojos, «¿Cómo podía causar daño y no recibir ningún
tipo de castiga?», era la pregunta que rondaba en su cabecita y no se
aventuraba a expresarla a su abuelo, creía que no recibiría una respuesta
satisfactoria.
- Pero,
abuelo, yo hice algo malo. ¿Eso no me hace como esas personas malas que le
hacen daño a los otros?
Después de decir aquello, el señor se tornó
pensativo, pensó que con lo que había dicho ya había contestado claramente a la
pregunta de su nieta, pero no había sido suficiente. Por unos minutos y ante la
mirada increpante de su nieta, pudo hacerse con una respuesta.
- ¿Ves a
esas personas? –preguntaba mientras señalaba a las personas que transitaban en
el parque.
- Si.
- ¿Puedes
decirme que están pensando?
La niña
se quedó pensativa.
- No,
abuelo, no puedo.
- Exacto,
no puedes saber que están pensado esas personas, lo único que puedes hacer es
preguntándoles. Las personas no solo son lo que se ve por fuera, también hay un
alma adentro que piensa. Cuando tú te me acercas a preguntarme por algo malo
que has hecho, eso me dice que tu alma es muy buena, eso es lo que a la larga
importa y vas a ir comprendiendo.
Agacho el rostro y después de unos segundos, volvió
la mirada a su abuelo y con una leve sonrisa, apenas perceptible, le dio las
gracias y corrió rápidamente hacia su madre.
Aquellas palabras no parecían ser suficientes para
responder la inquietud de su nieta, pero si necesarias para seguir sembrando en
aquel espíritu valiente la búsqueda por su verdad. Él sabía que su hija estaba
haciendo una labor de madre maravilloso por esos gestos tan conmovedores de su
nieta, de los cuales él y el cielo eran testigos.
Mnemosine.
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